Pasadas las fiestas navideñas y anestesiada la voluntad con el consumo de esos días, pues la religión es inane para para orientar al hombre actual, el vacío se impone y nos impulsa a seguir consumiendo en las rebajas de enero. Nos consolamos con el lenguaje-marketing con que edulcoramos la realidad: ¡Porque yo lo valgo! Pero quizás mientras estamos adormilados en el carro del consumo nos estén llevando a donde no queremos ir.
Como la Real Academia española de la lengua, no hace mucho, dejó de ser el tribunal de lo correcto o incorrecto y se transformó en una oficina de registro de los nuevos vocablos, ahora todo ha cambiado. Si el lenguaje moldeaba la realidad dándola forma, su uso incorrecto deforma la realidad, pues cada vez está menos sujeto a los hechos y planea imaginativamente sobre una realidad a la que desconoce. Es decir, el compromiso del lenguaje con la realidad se ha quebrado y sólo ha quedado una semántica interesada y falaz. Un ejemplo de esto es la dificultad y el trabajo ingente de los tribunales de justicia para capturar una verdad, en cambio, el lenguaje de los imputados que pasan por allí, es de una enorme creatividad. Es el lenguaje de un tipo de personaje, normalmente político, que siempre propone en público que no se le trate de usted, pues pretende ser uno de tantos, pero en su casa, cuando se mira al espejo se trata de usted. Este tipo de manipulación del lenguaje, mediante el que se desconfiguran las cosas para que parezcan lo que no son es lo que vemos cuando estudiamos los totalitarismos.
Otro indicio es el lenguaje de las estadísticas. El tiempo futuro puede ser descrito por los futuros verbales o por las estadísticas. En los totalitarismos los que realizan las estadísticas hacen una selección de datos con un cuidado más escrupuloso que los criadores de animales para seleccionar a los de más pedigrí, para falsearlas, convirtiéndose después en un auténtico obstáculo para la realización de un análisis serio.
La apelación al franquismo en la actualidad, no es apelar a la llegada de la democracia, es más bien un trampantojo para ocultar que la auténtica realidad es la un dictador emboscado.