En Castil de Vela aún se frotaban ayer los ojos. No salían de su asombro. La peor tormenta que se recuerda en los últimos lustros en esta pequeña localidad (poco más de 70 habitantes) ubicada en el oeste de la provincia, a escasos kilómetros de Villarramiel, seguía deparando estampas sorprendentes.
En media hora el granizo arrasó todo. Destrozó tejados y ventanas de viviendas, dañó naves agrícolas, provocó desperfectos en vehículos, acabó con los campos de girasol pendientes de cosechar y echó por tierra las huertas. «Horroroso. Escuchamos un gran trueno y empezó a caer granizo. Al principio eran pequeños, pero en dos minutos caían del tamaño de un puño», describe Dionisia Prieto.
Esta vecina de Castil de Vela se afana en retirar los cascotes caídos frente a su casa de dos plantas ubicada a unos metros del Ayuntamiento. «En 50 años no he visto nada igual», apostilla.
Así quedaron algunos vehículos en Castil de Vela. - Foto: Eva Garrido El camino que discurre entre su vivienda y varias naves agrícolas cercanas da una idea de la virulencia del pedrisco. Tejas caídas, ramas partidas, persianas agujereadas, lodo acumulado... Se mire por donde se mire, todo parece cortado por el mismo patrón.
«En mi vida he visto algo parecido. Claro que ha habido tormentas, pero como lo de esta vez, nunca», afirma con rotundidad Rafael Ortega. A este agricultor de Castil de Vela el tormentón le sorprendió en el campo. Cuando volvió al pueblo, le tocó pasar el mal trago de ver que su nave se había convertido en un queso gruyere. «Son 400 metros cuadrados de cubierta que ha quedado machacada», concreta. Sus lamentos se multiplican cuando habla de otra consecuencia, también nefasta. «Se ha mojado todo el grano almacenado y el girasol que quedaba por cosechar se ha echado a perder».
A su lado le observa Inés del Rey. Mira al cielo. El miércoles era negro, ayer amenazaba también con tormenta. «Solo faltaba que cayera otra...», arguye.
Los son evidente allá donde se mire. - Foto: Eva Garrido Se presta a mostrar los efectos de las inclemencias en su domicilio. «Era espectacular. Rompió cristales, persianas. Fueron veinte minutos para no olvidar». A la vuelta de la esquina de su casa, un todoterreno de Protección Civil es señal inequívoca de que lo ocurrido en Castil de Vela ha sido excepcional. Efectivos de este organismo peinaron la localidad para cuantificar los daños.
Junto al 4x4 aparcan varios vehículos. Todos con las lunas fracturadas. «De los que estaban en la calle no se ha salvado ni uno», indica José Manuel Pérez. Tuvo que multiplicarse ayer para tratar de encauzar las gestiones dirigidas a conseguir que a Castil lleguen las ayudas.
El alcalde contactó con todas la Administraciones. «Vamos a ver qué se puede hacer y si es posible contar con indemnizaciones». Lo que sí hicieron ayer los vecinos que tenían aseguradas sus pertenencias fue dar parte. A última hora de la mañana, ya se dejaban ver furgonetas de cristalerías. Lo más urgente, ahora, reponer los desperfectos y encomendarse a quien haga falta para que la tormenta, la próxima vez, pase de largo.