Lo que está sucediendo en Arguineguín, en Gran Canaria, con miles de inmigrantes hacinados en el puerto o en el campamento montado con urgencia, sin medidas de precaución, sin asistencia letrada, sin intérpretes, sin saber qué va a ser de sus vidas, debería avergonzarnos, pero apenas ocupa ya un lugar en los informativos.
El Gobierno, como casi siempre, ha reaccionado tarde y lo ha hecho con parches, sin medidas efectivas. Otra vez una crisis como la de 2006, cuando llegaron casi el doble de inmigrantes de los que han venido hasta ahora a esta isla, da lugar a una deficiente gestión.
No es solo la responsabilidad de España sino la demostración de que no hay una política migratoria europea, de que la falta de recursos públicos es notoria y de que la sociedad española prefiere mirar hacia otro lado, divulgar falsas noticias sobre el "trato exquisito y discriminatorio que reciben los inmigrantes frente a muchos ciudadanos españoles" y olvidarse de la solidaridad. Muchos son los que llegan y muchos los que mueren en el mar, después de haber pagado grandes sumas para llegar a Europa, de haber sufrido malos tratos o violaciones, de ser extorsionados o subidos a pateras que no reúnen ninguna condición de seguridad. Hoy Canarias es Lesbos o Lampedusa, una vergüenza para España y para Europa, pero también para todos nosotros.
Apenas hace dos meses, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, afirmaba que "la Unión Europea necesita un pacto migratorio que sea efectivo y humano". Ya. En junio de este mismo año el Gobierno español anunciaba "la reorganización de la política migratoria ante la apertura de las fronteras".
La vicepresidenta Calvo se responsabilizaba de coordinar a los ministerios de Interior, Exteriores e Inclusión "para anticiparse a una segura llegada de inmigrantes tras el cierre de fronteras" que impuso la pandemia. Los resultados -políticas y coordinación- han sido muy parecidos a los de las residencias de ancianos de los que se responsabilizó el vicepresidente Iglesias. Nos van acostumbrando a creer que las crisis "se solucionan" con solo anunciar medidas. Aunque luego no se haga nada. La diputada Ana Oramas ha tenido que decir al Gobierno que si es necesario que surja un grupo independentista en Canarias para que el Gobierno haga caso y se ocupe de la tragedia. Hay antecedentes.
Criminalizar a los inmigrantes, expulsarlos en frontera, dejarlos vagar por las ciudades, acogerlos cuando son menores y echarlos a la calle sin papeles cuando cumplen los 18 años, impedir de muchas formas que tengan acceso a la asistencia letrada o que puedan pedir asilo, dejar que se formen colas multitudinarias para buscar la regularización, echarse las culpas unos a otros y eludir, todos, las responsabilidades, contratar temporeros en condiciones lamentables y culparles de la propagación del virus... esa es la política migratoria que han hecho nuestros Gobiernos. Pero es peor cuando lo hace un Gobierno que clamaba contra las devoluciones en caliente, que pedía respeto, que se llenaba la boca con los derechos de las personas en la Europa de las libertades y los derechos y que ahora hace lo contrario.
Para entenderlo bien, mejor que mis palabras, los versos de Warsan Shire, una refugiada somalí que ahora ha encontrado acogida en Inglaterra. "Tienes que entender que nadie sube a sus hijos a una patera/ a menos que el agua sea más segura que la tierra. / Nadie abrasa las palmas de sus manos bajo los trenes, bajo los vagones./ Nadie pasa días y noches enteras en el estómago de un camión/ alimentándose de hojas de periódicos, a menos que/ los kilómetros recorridos signifiquen algo más que un simple viaje.../ Nadie se arrastra bajo las verjas, nadie quiere recibir los golpes ni dar lástima/ Nadie escoge los campos de refugiados/ o el dolor de que registren tu cuerpo desnudo./Nadie elige la prisión, pero la prisión es mas segura que una ciudad en llamas*/ Quiero irme a casa, pero mi casa es la boca de un tiburón./ Mi casa es un barril de pólvora/ y nadie dejaría su casa a menos que su casa le persiguiera hasta la costa/ a menos que tu casa te dijera que aprietes el paso/ que dejes atrás tus ropas, que te arrastres por el desierto,/ que navegues por los océanos". Aunque puedas morir allí.