Bienestar y sonrisas

Julia Rodríguez
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Estafanía Ibánez, junto a su perro Buck, realiza diversas terapias en el centro de San Juan de Dios, donde mejoran la salud emocional y física de los pacientes a través de una conexión única del animal con las personas

Bienestar y sonrisas - Foto: DP

Estefanía Ibáñez, más conocida en su ámbito profesional como Fany Can, ha estado vinculada a los cuidados y la educación de los perros, así como a la terapia, con especial atención a la canina. Esta actividad le permite combinar su amor por los animales con su vocación por ayudar a las personas, creando una conexión única entre perros y pacientes. En los últimos años, ha ampliado su trabajo terapéutico en el Centro San Juan de Dios, donde, junto a su perro Buck, realiza sesiones con pacientes de diversas unidades del centro.

La terapia canina que realiza se centra principalmente en mejorar la calidad de vida de los pacientes, especialmente en lo que respecta a la enfermedad mental y otros problemas cognitivos o físicos. Con la presencia de Buck, un perro entrenado específicamente para este tipo de actividades, se facilita el desarrollo de ejercicios tanto de movilidad como de estimulación cognitiva. Según ibánez, el perro se convierte en el motor que impulsa a los pacientes a participar de manera activa en las sesiones. «El objetivo principal es que los pacientes tengan un rato agradable y mejoren su bienestar emocional y físico. Utilizamos al perro para que los ejercicios sean más atractivos y motivadores, ya que la presencia de Buck genera una respuesta positiva inmediata en todos», explica.

Durante las sesiones, Buck actúa como un facilitador en actividades que van desde juegos con pelotas o ejercicios de fisioterapia hasta tareas que involucran contacto físico, como el cepillado del perro o el trabajo de coordinación y movimiento. Los pacientes interactúan con él, que siempre se muestra amistoso y dispuesto, lo que favorece una atmósfera relajada y accesible.

Bienestar y sonrisasBienestar y sonrisas - Foto: DP

Para ella, una de las principales ventajas y beneficios de la terapia con perros frente a otros métodos tradicionales es la predisposición que los pacientes muestran al interactuar con el animal y la capacidad del perro para generar una conexión emocional con ellos. «El perro no juzga, siempre está contento y dispuesto a participar. Eso hace que los pacientes se sientan más relajados y motivados a hacer los ejercicios. Además, genera sonrisas y bienestar emocional que son difíciles de conseguir de otro modo y transmite buena energía», añade.

A través de estos ejercicios, Buck no solo facilita la terapia física, sino que también juega un papel clave en la mejora de las habilidades sociales y emocionales de los pacientes. En una de las sesiones más recientes, los pacientes cantaron un villancico junto al perro, lo que generó una atmósfera festiva y de cooperación. «Es muy creativo trabajar con ellos porque, además de los ejercicios básicos, siempre surgen nuevas ideas para mantener el entusiasmo en las sesiones», comenta.

Buck no es un perro común; es un animal cuidadosamente seleccionado y entrenado para este tipo de trabajo. Fany explica que «para trabajar como perro de terapia, es esencial elegir un animal con las características adecuadas: debe ser tolerante al contacto físico y no mostrar signos de inseguridad o incomodidad». Además, Buck sigue un entrenamiento especializado que incluye ejercicios de obediencia básica, juegos interactivos y cobros de objetos para fomentar la coordinación y el movimiento entre los pacientes.

Uno de los mayores retos al principio es garantizar que los pacientes se sientan cómodos al interactuar con el perro, especialmente aquellos que no están acostumbrados. «El proceso es siempre respetuoso», explica.