El hasta el sábado vicario episcopal de Mendialde y capellán ministro del santuario de San Miguel de Aralar, en la montaña navarra, Mikel Garciandía, estrena a sus 59 años y 28 de sacerdocio el puesto de obispo de la Diócesis tras ser ordenado el sábado en la catedral. En su primer encuentro con los medios de comunicación rezuma cercanía y espíritu colaborativo. Es consciente -en sus primeros paseos por la calle- de que llega desde un entorno rural a una ciudad y provincia en la que, por su reducido tamaño, la población se saluda y se conoce y, desde el primer día, ha mostrado al prelado receptividad para que se sienta como uno más.
«He venido a montarme a un tren que ya estaba en marcha y lo que hecho en mi primer decreto del servicio episcopal es confirmar en todos sus cargos al organigrama diocesano. Tengo vocación de director de orquesta pero no de ser hombre orquesta», indica. Todo ello, añade, tras palpar que existe una ardua tarea impulsada por su antecesor en el cargo y ya obispo emérito, Manuel Herrero, a través del plan de la Diócesis hasta 2026, que le remitió hace tres meses para que lo estudiara. «Sus ejes estratégicos tienen una música de fondo muy parecida a la que teníamos en nuestras unidades de acción pastoral en Navarra. Me siento muy identificado con lo hecho aquí y en la Iglesia no se trata de inventar, ya que siempre hay que ir al origen del Evangelio y a los hechos de los apóstoles, a través de los cuales las comunidades cristianas celebran, tienen una vida comunitaria intensa y se intenta que nadie quede de lado y esquinado en la sociedad», señala.
A priori, considera que en los inicios «la tarea será fácil», y apunta luego a un dilatado trabajo «porque habrá problemas pese a que, por lo que he visto hasta ahora, no existen disonancias en aspectos donde tenga que dar un volantazo». «De todas formas yo asumo mi tarea, pero en ella está recordar a todo el mundo cuál es la suya. Buscaré corresponsabilidad para que, entre todos, saquemos esto adelante», concreta
Garciandía apela a un mayor compromiso social de la Iglesia - Foto: Óscar Navarroretos y problemas. En este sentido, se refirió a los retos y problemas de la Iglesia del siglo XXI. «Es heredera de una trayectoria y de una historia y el problema, como ya ha puesto de relieve el Papa Francisco, es el miedo a exponerse al mundo exterior que le amenaza para poder mantenerse fuerte. El reto es tener una identidad muy clara, pero a la vez tratar de volcarse al mundo porque la Iglesia es para el mundo y no es un reducto de gente que se consideran puros y no se quieren contaminar. La Iglesia existe para evangelizar», asegura.
«Olvidamos que la barca de Pedro tiene que salir al mar, porque donde están los naufragios es allí y no en la bocana del puerto. Hay que hacer pesca de altura y no de bajura como en nuestras pequeñas comunidades y, en está línea, la Iglesia tiene que acercarse a los segmentos sociales en los que la gente lo pasa mal y la Palabra de Dios se ve como algo urgente. Ese es nuestro reto y cómo salir, a por quién y cómo preparar a los que tienen que realizar ese trabajo evangelizador», afirma.
visión estratégica. El nuevo pastor de la Diócesis se postuló, además, a favor de no realizar un trabajo a corto plazo sino contar con una visión estratégica de futuro. «La Iglesia no es una empresa pero debe funcionar con rigor y organización si queremos trabajar bien y tener sueños para muchos años. Si no es así, simplemente daremos palos de ciego y funcionaremos a base de cursos pastorales y le echaremos voluntad cada mes de septiembre. Está bien que contemos con un plan diocesano con objetivos en los próximos tres años, pero luego habrá que hacer revisiones y comprobar que sé consiguió y qué no, para diseñar que hacer el año que viene. Todo tiene que ser revisable y tener la agilidad de incorporar cosas nuevas», arguye.
Respecto al papel de la Iglesia en zonas como Palencia, con despoblación y una provincia orográficamente dispersa a la que atender, se mostró esperanzado. «Yo creo que la situación se puede revertir. No se trata de hace magia sino hacer un trabajo pastoral a fondo y que lo que se ve como dificultades sean oportunidades. Como hay poco clero, debemos movilizar los recursos laicos. La Iglesia debe ser un agente de revitalización, ánimo y esperanza de los núcleos de población con una situación más delicada», explica.
En cuanto al rico patrimonio que posee la Diócesis palentina y los proyectos para preservarlo y mostrarlo -como el de Las Edades del Hombre- se congratuló del esfuerzo realizado para evitar su pérdida y deterioro. «Ahora estamos en una fase en la que hay conciencia de que el arte religioso está concebido para dar un mensaje. Se acierta cuando se intenta hacer la misma tarea que llevaron a cabo los artistas, que es emocionar, cuestionar y anunciar en un acto comunicativo. Por ejemplo, en Frómista he visto proyectos muy bonitos en el modo de musealizar nuestros espacios sagrados e imágenes a través de un noble objetivo que es el catequético. La gente tiene derecho a conocer todo dentro de un contexto plural y de peregrinos y turistas que, cuando salen, quieren ver cosas que les toquen el corazón», concluye.
«La maestra que más me marcó en la vida, doña Arcadia, es de Lantadilla»
Mikel Garciandía mantiene muy buenos recuerdos de su relación con Palencia y personas originarias de ella. «Hice cuatro veces el Camino de Santiago, algunas como cura con grupos de jóvenes, y de chaval fui monitor en la colonia de la sierra del Brezo, en Velilla. Además, la profesora que más me marcó es de Lantadilla, doña Arcadia. Era una institución en mi pueblo navarro y, por supuesto, cuando se enteró de que había sido nombrado obispo me llamó», expone.
Conoció a varios sacerdotes palentinos en el Colegio Español de Roma. «Con algunos coincidí varios años. Uno de ellos cantó en el coro el día de mi ordenación y con otro, que es misionero, José Negueruela, estuve esta semana antes de que regresase a Bolivia. También conocí a gente palentina que llegó a trabajar en los años 60 a la zona de Alsasua y pueblos aledaños», rememora.
Despedida de Manuel Herrero en la Diputación
La presidenta de la Diputación, Ángeles Armisén, junto a la vicepresidenta primera, María José de la Fuente, trasladó ayer su gratitud, así como la de todos los vecinos de la provincia a Manuel Herrero por sus siete años al frente de diócesis. Destacó la excelente relación mantenida y plasmada en los convenios para la apertura de monumentos, reparación de iglesias y ermitas, el taller de restauración y el museo territorial Campos del Renacimiento. Armisén le entregó una escultura réplica de la Puerta del Obispo de la catedral como recuerdo y trasladó al ya obispo emérito sus mejores deseos para la nueva etapa de retiro que ahora empieza en su vida.