Establecida la cantinela de que Simeone tiene crédito eterno en el Metropolitano y ningún 'colchonero' debe atreverse a dudar del 'cholismo' bajo amenaza de blasfemia, existe en las catacumbas del Atlético un sentimiento de profunda decepción basado en la falta de autocrítica y de sana codicia. Un movimiento sordo, pero palpable, que hoy hierve de nuevo: en apenas 25 días, el equipo ha pasado de ser un candidato al triplete a dejarse la temporada en tres dolorosas derrotas.
La primera, en la Liga de Campeones ante el Real Madrid, una eliminación en cuartos de final sellada cruelmente con el 'doble toque' de Julián Álvarez en la tanda de penaltis; la segunda, en LaLiga ante el Barça, dejando escapar un 2-0 en los últimos 20 minutos de partido; y la tercera, el pasado miércoles y de nuevo ante los de Hansi Flick, en una vuelta de semifinal copera en la que bastó un solitario gol de Ferran Torres para dejar a los rojiblancos sin posibilidades de rascar algún título este curso.
En los tres escenarios, esos 'blasfemos' aficionados extrajeron la misma conclusión: al equipo le falta ambición. Creérselo. Consideran que hay mimbres de sobra para ser 'grande ante los grandes', pero el manual de juego de Simeone, que a lo largo de estas 13 temporadas ha incluido comportarse como un pequeño incluso ante pequeños, ha elegido una vía conformista. Tuvo al Madrid contra las cuerdas en la eliminatoria de Champions -haciéndole el gol del equilibrio en el primer minuto-, dominó al indomable Barça durante muchos tramos de ambos partidos… pero en un momento dado, decidió 'guardar la ropa'. Anteayer, el discurso de un técnico abatido, a quien sus críticos achacan un exceso de nerviosismo durante los partidos que le impide ejecutar un análisis acertado, se resumió en tres frases: «Estamos haciendo una buena temporada», «no hay reproches» y «aspiro a seguir de la misma manera».
Enfrente, un capitán, José María Giménez («Disculpadnos por estos momentos en los que no supimos estar a la altura») con un discurso más cercano a lo que esa parte ambiciosa de los atléticos desean y que se preguntan lo que nadie en el club se atreve a verbalizar: ¿Y si Simeone ha hecho mucho-muchísimo por este club… pero llega hasta donde llega y el equipo necesita otra cosa para dar el salto de grandeza que busca?
Año clave
Cuando aterrizó en el banquillo del Calderón, el objetivo apenas era «entrar en Europa». El 23 de diciembre de 2011, con solo cinco años de experiencia en como entrenador, pero un halo de leyenda tras un lustro de trayectoria como jugador 'colchonero' (168 partidos de 1994 a 1996 y de 2003 a 2005), Diego Pablo Simeone sustituyó a Gregorio Manzano y elevó el espíritu del combinado hasta cotas insospechadas. Esa misma temporada, el Atlético conquistaba la Europa League (y la Supercopa de Europa), al año siguiente la Copa del Rey y en la 13/14 logró lo que no entraba en ninguna quiniela: levantar una Liga en el prodigioso e impenetrable mano a mano Barça-Madrid.
Fue el curso que esculpió la condición de 'intocable' del 'Cholo'. El que le concedió algo parecido a la infalibilidad papal. Pero también el que inició esa leyenda negra en la sombra sobre su capacidad para hacer algo más allá de lo 'grande'. Algo gigantesco. La final de la Copa de Europa, con un 0-1 a su favor desde el minuto 36 (Godín), terminó en tragedia ante el Real Madrid cuando Ramos empató en el 93 y los blancos arrasaron en la prórroga (4-1). Y se agravó en 2016, en el mismo escenario y ante el mismo rival, perdiendo su primera 'Orejona' en la tanda de penaltis. Tocó 'plata' después en la Europa League de 2018 -descabalgado de la Champions- y en LaLiga 20/21, pero nada volvió a ser igual. Todos dudan en voz baja en el Metropolitano.