Los milagros cotidianos

Diego Izco (SPC)
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Los milagros cotidianos - Foto: AFP7 vía Europa Press

Como el viejo brujo del cuento africano, Ter Stegen ha malacostumbrado a la crítica. El primero entraba en un poblado y predecía el tiempo con notable exactitud, lo cual era una bendición para preparar los cultivos o proteger los hogares, pero un mal día erró el pronóstico y una tormenta arrasó las plantaciones… y al brujo, después de tanto tiempo, lo sacaron a pedradas del poblado y pasó a ser recordado como el tipo que falló una vez y no el que acertó mil. '¿Qué le pasa a Ter Stegen?' era un titular gigante que acompañaba a los números del curso: el Barça ha encajado en 10 jornadas los mismos goles que el año pasado en 31 jornadas. Por lo visto, el alemán ya no hace 'milagros' y el bloque encaja demasiados goles. Culpa de Marc André, dicen… 

Ter Stegen fue el Messi con guantes cuando el argentino sacó sus botas del Camp Nou. El elemento diferencial ya no era un 'diez' con una facilidad divina para domesticar el balón o dibujar pasecitos a la red como si no costara, sino un guardameta serio, profesional hasta el extremo, espectacular con los pies y aún más en el mano a mano con el delantero. El líder que el Barcelona necesitaba jugaba demasiado lejos de la portería contraria. 

Y eso fue precisamente lo que Xavi interpretó el pasado curso: «Protejámosle como protegimos a Leo». El equipo de Messi tenía un plan: Messi. Había que rodearle de pasadores rápidos de precisión quirúrgica y de atacantes y mediocampistas que coordinasen sus movimientos para cubrir las 'ausencias' de un genio que pululaba sobre el campo y ya no se perdía en minucias defensivas. Al arquero, después de mucho tiempo descuidando los fichajes en la línea defensiva, le pusieron alrededor a Araújo, a Koundé, a Christensen y ahora a Íñigo Martínez. En la 18/19 (la última Liga conquistada antes de la 22/23), los centrales que le protegían eran un Piqué de 32 años, un Lenglet lento y fallón, un Umtiti eternamente lesionado, un Vermaelen de irrupciones mediocres y esporádicas y las aportaciones puntuales de un Todibo invisible o un Jeison Murillo de paso. 

El éxito de Ter Stegen, como su frondosidad capilar, ha crecido cuando lo lógico era menguar. Pero de forma natural, rindiendo cuentas consigo mismo y con la evolución lógica: era mejor que Claudio Bravo en su competencia inicial, pero Luis Enrique le entregó al chileno la Liga y al alemán las Copas, y no fue hasta la 16/17 (cuando Bravo salió rumbo al City) cuando se hizo con la titularidad. Le sucedió lo mismo en la selección, cuando en la época menguante de Manuel Neuer todavía Löw le entregaba los galones y la capitanía al 'gigante' del Bayern… mientras el azulgrana ejecutaba esos 'milagros' día sí, día también.  

A cero

Actualmente, con el Barça buscando un pleno en su arranque continental, el germano vuelve a ser el encargado de asegurar la puerta a cero, algo que hizo el pasado año en 26 partidos de Liga. Europa es su asignatura pendiente: desde 2015, cuando levantó la Copa de Europa con 23 años, no ha encontrado su sitio en el panorama internacional. La Champions ha maltratado a los culés -y la Europa League estos dos últimos cursos- y el gran escaparate ha maltratado a Alemania, eliminada a las primeras de cambio en los dos últimos Mundiales. 

El tipo de hielo, el portero con guantes en los pies, el genio que vive activado para intervenir poco y bien, debe sostener a un equipo que duda sobre el césped mientras va recuperando a los amigos del balón (Frenkie de Jong y Pedri). Hoy es el Shakhtar, el sábado el Real Madrid.