El sosiego, la tranquilidad, el comedimiento con el que nuestro Gobierno ha reaccionado ante el ataque a los transportistas españoles en suelo de la Unión Europea, el destrozo de sus mercancías, incluso el robo descarado de ellas, ha sido encajado con una cautela tan honda que algunos llegamos a pensar si nuestros gobernantes creían que los transportistas a los que expoliaban en las carreteras francesas eran transportistas pakistaníes, malayos o rusos.
Si hubiese sido al contrario, si los agricultores españoles hubieran incendiado camiones franceses, y hubieran arruinado las mercancías que transportaban, o bien, cometido el latrocinio de descargarlas para, luego, llevárselas, el embajador francés hubiera presentado una queja oficial al ministro de Asuntos Exteriores, y -estoy seguro- el primer ministro se hubiera puesto en contacto con Pedro I, El Mentiroso, sin descartar alguna iniciativa del presidente de la República con el Jefe del Estado de España.
Pero aquí nadie movió el culo, ni siquiera un teléfono -que pesa menos que el trasero de algunos de nuestros políticos- hasta que, antes de ayer, el ministro de Agricultura español aceptó reunirse con los agricultores españoles, porque están enfadados, muy enfadados, con todas la razón. Políticos del Gobierno francés, y de la oposición, han mentido con gran contundencia, hablando de que nuestros agricultores no respetan las normas de obligado cumplimiento de la UE, e incluso han calificado los productos españoles de asquerosos, ante la prudencia, rayana con la pachorra, de quienes nos representan.
Contrasta la rapidez con la que el Tribunal Constitucional ha llegado a la conclusión de que el exdiputado condenado por pegar patadas en la cabeza a un policía en el suelo debe ser indemnizado -porque cometieron la atrocidad de obligarle a que renunciara a su escaño- con la pachorra, "cum laude", con la que Pedro I, El Mentiroso, ha defendido a los ciudadanos españoles y los intereses de nuestra Agricultura.
¡Ah! Y esa aquiescencia pasiva, con la que los gendarmes franceses contemplaban cómo sus compatriotas cometían delitos ante personas y propiedades es para felicitar al ministerio de Interior del país galo. ¿O eran agricultores franceses disfrazados? Desde luego, si eran de verdad, a lo mejor es que la complicidad en los delitos es una consigna de la policía francesa.