Fernando Martín Aduriz

Dirección única

Fernando Martín Aduriz


Reversos

27/02/2024

La exposición temporal del Museo del Prado titulada Reversos si es magnífica es por indagar lo que aparece en la parte de atrás de un cuadro, su cara oculta, con la finalidad de ir más allá de la tradicional contemplación frontal de la pintura. Una aproximación muy freudiana, dado que esa exposición nos advierte de la necesidad de observar en la vida lo que hay detrás de lo que se ve o se dice. Pero también la figura de lo real y su doble, de escuchar lo que se calla, del leer entre líneas, de lo oculto manifiestamente evidente, de la cara B, en definitiva, se trata de lo que no conocemos, de nuestras sabias formaciones del inconsciente, de un sujeto, un Otro, que no se confunde con el yo. Han sido seleccionados en la muestra el reverso de algunos cuadros, lo que el artista dibujó en la parte de atrás del soporte. Y se comienza con Las meninas de Velázquez cuya intriga reside en saber qué esta pintando el sevillano, pues únicamente vemos el bastidor de madera al que se sujeta su lienzo. La verdad y el misterio de esa obra radica ahí, justamente. Foucault ya lo desarrolló en Las palabras y las cosas, a mi juicio cuando al analizar Las meninas indica que, en cuanto espectadores del cuadro, «por el hecho de que no vemos más que este revés, no sabemos quiénes somos ni lo que hacemos». Otro ejemplo de Reversos lo constituye la llamativa obra Monja arrodillada (1731) del sueco Martin van Meytens, y que, siendo propiedad de un embajador sueco en París en 1740, sólo se mostraba a algunos su reverso, pues si bien el anverso muestra a una monja arrodillada, detrás del cuadro aparece esa misma monja con parte de su anatomía al desnudo. El cuadro estaba sigilosamente guardado por el embajador en su gabinete de aseo y sólo lo veían ciertos amigos. Se diría que la atracción por el inconsciente y sus manifestaciones interesa cada vez más al artista y a quienes muestran al gran público su obra, incluso, como en esta exposición se pone de manifiesto, interesa la parte de atrás, no la apariencia, que se sabe engañosa. Se sabe, cada quien sabe, que el secreto anida ahí, en los asuntos al revés. De frente uno puede disimular y mostrar una sonrisa cínica o una tristeza ficticia, pero el reverso que va con nosotros es invisible, escenifica el secreto con uno mismo, la cara oculta de la luna. En el reverso estará siempre lo enigmático de lo perdido o lo que aún está por descubrir. Al salir del Prado se duda un poco menos de ese vertiginoso aserto: el que sabe, calla.