Queridos lectores, ¡paz y bien!

La comunidad cristiana, este domingo pasa página en su ya dilatada historia. Tras un año en que ha hecho su camino de la mano de San Marcos, comienza hoy un nuevo año litúrgico de la mano de San Lucas. Comenzamos hoy el Adviento, estas cuatro semanas que nos situarán en el umbral de la fiesta de la Natividad del Señor y de su Epifanía o manifestación.

Y curiosamente, la música de la Palabra de Dios es la misma de los domingos anteriores. Habla de espera y de esperanza: «estad despiertos en todo tiempo... manteneos en pie ante el Hijo del hombre». A finales de este mes, el domingo 29, celebraremos en la catedral el inicio del Jubileo de la esperanza en nuestra diócesis y en todas las diócesis del mundo. Un año para sanar viejas heridas, y para alegrarnos: con Dios, la esperanza no defrauda, como nos anuncia el Papa Francisco.

El pensador francés Rémi Brague ofreció una conferencia en CEU San Pablo, invitado por la Asociación Católica de Propagandistas. Desarrolló el tema: "¿Por qué el hombre occidental se odia a sí mismo?". Aconsejo vivamente disfrutar de un pensamiento maravillosamente libre y original, y que se desmarca de lo políticamente correcto y responde con claridad a los cantos de sirena de la corriente llamada woke, por ejemplo. Posteriormente se le hizo una entrevista de la que destaco lo que sigue:

Rémi denunciaba la tentación de muchos cristianos de reemplazar el humanismo por el humanitarismo. Definía el humanismo como el afán por lo humano, de la mejora humana, el afán de la virtud. Y definía el humanitarismo como hacer cosas muy honorables, querer el bien del prójimo, desde una perspectiva superficial. La ingenua convicción de que con ser bueno basta para que todo el mundo se vuelva bueno.

Según el filósofo francés, la visión cristiana es profunda y sensata, ya que considera que el mal es algo profundamente instalado en nosotros, cosa que el humanitarismo simplemente niega. Con un poco de buena voluntad se puede vencer el mal de la humanidad. Todo se arregla con hacer como si fuéramos naturalmente buenos, como si quisiéramos un poco al prójimo, y como si fuera suficiente un poco de buena voluntad.

Sostiene que esta visión no solamente es falsa, sino que es totalmente no cristiana. Es común sostener en ámbitos culturales y educacionales que el cristianismo es pesimista. Rémi sostiene que el cristianismo es lúcido, ve las cosas como son y a las personas como son. Así es, a nada que yo me examine a mí mismo, haga un pequeño examen de conciencia, reconoceré que no soy tan bueno como querría: tengo que curar ese mal que hay en mí. Y no creo que se trate de pesimismo, sino de un reconocer honesto que requiere abrirse a un tiempo de esperanza, esperanza de salvación.

Los cristianos no creemos en el eterno retorno de lo mismo, tal y como lo plantean algunas visiones paganas, antiguas y recientes. Los seguidores del Camino creemos que el tiempo de la historia se ha abierto en canal, y una novedad inconcebible lo ilumina. Por eso, hemos de vigilar, porque viene el Hijo del hombre, tal y como predijo Jesús de Nazaret en la esplanada del templo: levantad la cabeza, se acerca vuestra liberación.

Cuando los cristianos olvidamos la promesa de Cristo, irremediablemente nos convertimos en una ONG que necesita adherirse a las corrientes y agendas internacionales de moda. Los cristianos tenemos la agenda 2033, que nos encamina a celebrar los 2000 años de la redención, de la salvación, de la divinización del ser humano por pura gracia. Llevamos una semilla eterna por nuestro Bautismo, que dará sus frutos plenos en la eternidad.

Por ello, los cristianos no limitamos la salvación al más allá. En el más acá anticipamos esos frutos tejiendo una visión del mundo humanista, esperanzada, liberadora, transformadora. Por su parte el humanitarismo, por muy optimista que se ponga, no puede disimular ni resolver la tragedia de la muerte, el mal, la guerra, la injusticia. Los creyentes queremos mejorar, el mundo y nosotros, personal y comunitariamente, y queremos hacerlo no desde nuestra buena voluntad.

Cantaremos en Navidad: «gloria a Dios en el cielo y en la tierra Paz a los hombres que ama el Señor». Literalmente dice el texto latino, «a los hombres de buena voluntad». Bonae voluntatis, es decir, de la Buena Voluntad de Dios, Padre del cielo que nos regala a Jesús y a su Espíritu. Buen inicio de año litúrgico, a todos, los de cerca y los de lejos.