Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


El nombre de la rosa

26/07/2024

El año en que salió la película me impactó, mientras que el libro me provocó una indiferencia existencial. El director Jean-Jacques Annaud decidió por primera vez hacer una película accesible para sus espectadores; incomprensiblemente, no ha perseverado en el empeño. El reparto confirma la competitividad en el mundo de Hollywood.

Observar el pasado es una tarea titánica porque requiere humildad. Nuestro presente nos condiciona al dar por normales cosas del día a día que en otras épocas serían magia o actos netamente diabólicos. Las cosas cotidianas influyen en nuestra comprensión del mundo que nos rodea y moldea las ideas.

Pese a ello, hay dos cosas que no se comprenden. La primera es asumir que la iglesia católica como institución tiene una aversión estructural contra la ciencia y el conocimiento. No deja de ser irónico que fuese el cristianismo el que desacralizó la naturaleza, mientras ahora el panteísmo vuelve con fuerza.

La segunda es el placer. Los griegos, antes de la llegada de Cristo, advirtieron que el hedonismo era peligroso si el hombre no dominaba sus impulsos; irónicamente, Epicuro era un firme defensor del autocontrol para maximizar el disfrute personal.

Es innegable que algunas versiones del protestantismo tienen algún problema con el placer. La iglesia católica ha sido en este punto más permisiva, porque asume con realismo la existencia del pecado y anima a la templanza. La debilidad personal no debe llevar al fatalismo, sino impulsar la perseverancia.

En nuestro presente, la gente vive perdida en un mundo de absolutos cuando sus principios son cada vez más difusos. La empatía por el dolor, la vulgar mala suerte, nos lleva a renunciar a un principio si impide la consecución de un bien. Esta creciente comunidad de integristas juzga los actos ajenos sin un cuerpo doctrinal sólido, pero con un móvil en la mano. Si en algún momento se expone, las contradicciones que provoca el apostarlo todo al sentimiento, excluyendo a la razón, se ataca argumentando que ese individuo se mueve por el odio o el prejuicio; fin del debate.

Unos buenos principios ayudan el crecimiento personal al reducir los errores, pero no los evita. Con el paso de los años, la compasión y la tolerancia deberían aumentar, no reducirse. En la vida pasan muchas cosas fuera de nuestro control y muchas de ellas las sufrimos sin haberlas provocado nosotros. Detrás de un indigente hay una historia y no siempre es culpa de él.