La delegación territorial de la Junta de Castilla y León facilitó recientemente los datos relacionados con los incendios forestales en Palencia en lo que llevamos de año. Y son unas cifras más bajas que la media de los últimos diez años.Los fuegos declarados rondaban el centenar (concretamente 96) y las hectáreas quemadas alcanzaban las 127,46. Lo ideal es que ambos números fueran cero, pero, en ciertas ocasiones, estos sucesos se producen por circunstancias en las que el hombre poco o nada puede hacer. Si un rayo impacta en un bosque y empieza a arder solo queda acudir pronto a extinguir las llamas. Por eso no hay que descuidar nunca a los bomberos, ni dejar tampoco despreocuparse del estado de los montes.
El caso es que los incendios forestales representan uno de los desafíos ambientales y sociales más significativos que enfrenta nuestro país, afectando no solo al medio ambiente, sino también a la economía rural y a la biodiversidad. Las cifras de este año, sin embargo, ofrecen un respiro alentador, ya que se encuentran por debajo del promedio registrado en la última década. El número total de sucesos es un 8% más bajo y la superficie quemada ha sido un 18% menor en comparación con los últimos diez años. Estos datos reflejan un progreso que debe analizarse y gestionarse con optimismo, pero también con cautela.Una de las razones que subyacen en esta mejora es el alto porcentaje de conatos-pequeños incendios controlados antes de extenderse- que ha alcanzado el 87,5% del total de sucesos en los primeros diez meses del año. En Castilla y León, este porcentaje fue del 75,71%, lo que muestra la efectividad de las acciones preventivas y de la respuesta temprana en Palencia, donde 84 de los 96 incendios registrados se extinguieron antes de que afectaran a más de una hectárea. Este alto índice de control es un triunfo de la coordinación entre bomberos, agentes forestales y las políticas de vigilancia.
Pese a los datos favorables, es fundamental no caer en la complacencia. El cambio climático y el manejo forestal son factores determinantes en el comportamiento de los incendios, y deben abordarse de manera integral. Es urgente continuar invirtiendo en infraestructura para la extinción y en tecnología avanzada de detección temprana. Asimismo, es crucial mantener la formación continua del personal de extinción y promover la educación ambiental desde edades tempranas.
La política forestal debe priorizar la gestión activa del territorio, combinando la prevención de incendios con la promoción de modelos sostenibles de uso del suelo. En este sentido, es vital que tanto las administraciones como la ciudadanía trabajen de forma conjunta para asegurar que los avances logrados este año no sean puntuales, sino una tendencia sostenida en el tiempo.