Pocos saben que el monasterio de San Salvador, en Nogal de las Huertas, es el más antiguo del románico palentino, y está en la lista roja del patrimonio, en ruinas, como el de San Román de Entrepeñas, caído. Ambos seguían la regla benedictina.
Se acaba de celebrar la festividad de San Benito, patrón de Europa, porque gracias a sus monjes se recopiló la sabiduría greco-romana en los monasterios, donde guardaron incluso los escritos pornográficos de Catulo, a fin de mantener el vocabulario y estilo de entonces, los de los dioses de Ovidio y tantos otros, para aprender de aquellos que en el pasado fueron. No solo copiaban y ordenaban los escritos morales, teológicos o bíblicos, sino lo mejor del saber del pasado. Lo que no era copiado y vuelto a copiar en pergaminos desapareció, pasto del olvido. Desarrollaron también la medicina, la ingeniería o, en general, las ciencias, además de la teología. Ora et labora, era su lema: rezar y trabajar. Basta visitar el monasterio de San Zoilo, en Carrión de los Condes, para ver en el claustro su fabuloso esplendor, con cientos de santos, con reyes y emperadores entre sus monjes de ambos sexos. El espectáculo en piedra que se ofrece es una de las grandes obras de arte y del saber de nuestras tierras. Sin ellos, la barbarie se hubiera prolongado de modo insoportable, ¿siglos, milenios?
Fui a visitar Nursia, hace años, en la región umbra de Italia, donde nació el célebre santo, muerto en el siglo VI. Preciosa población y zona muy castigada por el último terremoto que, que como el de la Desamortización de Mendizábal, en España, hizo caer monasterios y templos.
Otros cenobios benedictinos hubo en nuestra provincia, como el de Santa María de Mave o el de San Pelayo en Cevico Navero, en pie aún desde el siglo X.
Hoy, o ruinosos o convertidos en hoteles, ya sin aquellos rezos que alargaban el mirar profundo hacia lejanos horizontes, pero nos sirven para meditar sobre la vida y la muerte, sobre lo que fueron y somos nosotros. Centros de vida contemplativa, donde huyen del mundo y se encierran para nacer al universo interior de Dios y llenarse de luz.