Afable, cercano y con una memoria muy fértil a sus 74 años, Julián Cuadrado guarda ese porte que LE confiere el haber llevado mucho tiempo el uniforme de la Policía Nacional, en la que con solo 18 primaveras ingresó para desarrollar una ingente labor profesional que duró 47 de los 200 años que acaba de cumplir el Cuerpo dedicado a proteger la seguridad de la ciudadanía.
Nacido el 16 de octubre de 1950, sus vivencias infantiles se circunscriben a los numerosos juegos con amigos en las Casas del Hogar, «el mejor barrio del mundo en el que me crié», enfatiza, al tiempo que añade que no olvida que esa actividad propia de la edad se combinaba con paseos en bicicleta y se ampliaba a las casas de la Fábrica de Armas y las viviendas del grupo Villagrá. «En este último lugar nos llamaba mucho la atención ver cómo trabajaba el herrero que mantuvo abierta una fragua hasta hace pocos años», desgrana.
La enseñanza infantil la cursó en la plaza de Cervantes con las monjas de la orden de las Hermanas de la Caridad, en un colegio que se conocía como el hospital. De allí pasó al Instituto Jorge Manrique, en el que acabó el Bachiller Superior y el Preu. Luego se decidió -sin haber tenido antecedentes familiares en los que haberse fijado y con tan solo 17 años- a preparar oposiciones a lo que entonces se llamaba el Cuerpo General de Policía (CGP), también conocido como la policía secreta. «Mis padres no pusieron buena cara aunque luego me apoyaron en todo. Al principio, ellos hubieran querido que yo me hubiera dedicado a otra actividad e ir a la universidad. Me enteré de que salía una convocatoria especial, que no tuvo mucha difusión. y a la que se podía acceder con 18 años cuando antes era a partir de los 21. Entonces había una persona que fue comisario de Policía en Palencia y preparaba oposiciones en la calle San Marcos. Se llamaba Manuel Parejo Gordaliza y del grupo de gente que estuvimos con él aprobamos casi todos. Yo lo hice en año y medio, había 650 plazas en todo el país y saqué el número 23. Antes había tenido varias matrículas durante el Bachiller y era un buen estudiante», apunta con plena satisfacción.
"Desarticulamos un grupo de etarras que vivía en la capital" - Foto: Sara MuniosgurenEn septiembre de 1969 Julián Cuadrado ingresó en la entonces Escuela General de Policía, que estaba en Madrid y que años después pasó a tener su sede en Ávila. En el lugar en el que se preparó para ingresar en el Cuerpo hoy se ubica la Dirección General de la Policía. «Parece ser que había una falta de funcionarios por algún motivo y, a mediados de diciembre, salimos de la academia para incorporamos el 2 de enero de 1970 a prestar servicio. En mi caso, me destinaron a la Jefatura Superior de Policía de Madrid», explica.
De su etapa como aspirante a entrar en la Policía Nacional destaca que en las pruebas físicas -y la superación de las mismas sin mayores problemas en el estadio Vallehermoso de Madrid- influyó positivamente su pasado deportivo juvenil. «A los 14 años empecé en el Club Palencia de Atletismo de la mano de Mariano Díez, que entrenó muchos años a Marta Domínguez Azpeleta. Mi especialidad eran los 100 y 200 metros y entrenaba todas las tardes en las pistas del Campo de la Juventud. Los sábados y los domingos Mariano nos llevaba al monte el Viejo, en aquellos días de mucho frío e, incluso de nieve, y siempre le he guardado un gran afecto», asevera.
en madrid, sin muchas ganas. Respecto a su primera experiencia policial, señala que no le quedó otra que asumir que debía permanecer dos años en Madrid para poder elegir otro destino después. «De los 8-10 palentinos que aprobamos, nos fuimos todos allí y vivíamos en la misma pensión. No me gustaba la ciudad, ya que era muy grande, ni tampoco el Metro, y quería estar cerca de mi casa. Mi idea, si no se cumplía ese deseo, era pedir primero Canarias, Mallorca o Málaga al gustarme mucho el agua y el mar. Pero, mira por dónde, salieron dos plazas en Venta de Baños, localidad que, pese a estar cerca de Palencia, no conocía. El comisario que yo tenía en la jefatura, que se llamaba Julián, era un señor majísimo y me preguntó que cómo con 20 años me quería ir a un pueblo. Le contesté que estaba al lado de mi casa, que me gustaba estar en mi tierra, con mi gente, mi familia y los amigos de siempre, y que no pintaba nada en Madrid. Pensé que no me iban a dar la plaza, la pedí sin mucha convicción y al final me la concedieron», detalla. Ya en Venta de Baños y realizado el servicio militar entre medias, el siguiente destino fue Mallorca, para regresar a Madrid varias veces en períodos que no superaban los dos o tres meses, pasando también por Vitoria y Barcelona. Eso hasta que llegó a Palencia el 24 de junio de 1975 destinado a la Brigada de Investigación Criminal, en la que prácticamente estuvo 20 años.
Y de su primer destino en Venta de Baños se llevó algo muy importante, el noviazgo y posterior matrimonio con su mujer, María Concepción, con la que tuvo una hija, Cristina, hoy abogada con un despacho abierto en Palencia. «La familia de mi mujer, mis cuñadas, son todas de la localidad ferroviaria, allí solemos pasar las navidades y mantenemos muuy buena relación», apunta.
"Desarticulamos un grupo de etarras que vivía en la capital"De su dilatada etapa policial entresaca que a finales de los años 90 cesaron al jefe de la Brigada de Policía Judicial, antes de Investigación Policial. «Yo estaba al frente del Grupo de Estupefacientes y, por simpatía con él, también me cesaron y pasé a ser jefe de sala del 091 durante unos años. Fue una época bastante convulsa en la Comisaría, aunque yo he tenido siempre una relación muy buena con todos los jefes. Seguidamente fui responsable de la Brigada Provincial de Extranjería y Fronteras y, al llegar un nuevo comisario -el abulense Eduardo Díaz- me nombró secretario general de la Comisaría. Al jubilarse Eduardo me quedé como jefe accidental de la Comisaría mucho tiempo hasta que llegó el nuevo responsable, Ricardo Beltrán, el mejor jefe que he tenido. Ya de inspector, y con cinco años en la categoría como era preceptivo, me presenté al examen para ser comisario y aprobé para ocupar la plaza vacante de Burgos. Después de períodos cortos como responsable de las comisarías de Salamanca y Zamora en comisión de servicios, finalmente, el 29 de abril de 2007 conseguí incorporarme de nuevo a Palencia, en la que fui comisario provincial hasta que me jubilé el 16 de octubre de 2015. Con posterioridad, recibí el nombramiento de comisario honorario», precisa.
BUENAS RELACIONES. En el baúl del dilatado trabajo policial, Julián Cuadrado extrae recuerdos especiales de distintas etapas y la gran amistad que mantuvo con compañeros del Cuerpo ya fallecidos como Antonio del Río, Luis Chico, Mariano Blanco, Luis Miguel Delgado, Domingo Maté, Javier Cantero y Amalio Poza. Tampoco quiere dejar en el tintero la excelente relación con los subdelegados del Gobierno en Palencia en distintas épocas, caso de Gabriel Castañeda, Raúl Ruiz, Luis Miguel Cárcel y el actual, Ángel Miguel Gutiérrez. «Mantengo un un gran recuerdo de todos ellos al tratarse de una etapa profesional en la que trabajamos a gusto conjuntamente y de forma muy positiva. A este buena relación, añado la mantenida con los máximos responsables de la Guardia Civil, Policía Municipal, Subdelegación de Defensa, Fiscalía, Audiencia Provincial, Delegación Territorial de la Junta, Ayuntamiento y Diputación», expone.
Como comisario hubo sucesos e intervenciones en las que Julián Cuadrado pone un especial énfasis. «Una fue el asesinato de un delincuente, apodado El ocho, que estuvo relacionado con el robo de monedas que se produjo en el Museo de la Diputación junto a un grupo de jóvenes detenidos. Él se iba a encargar de venderlas, finalmente no lo hizo y a un compañero de robo le dijo que las tenía escondidas en una cueva en plena montaña, en el paraje de Las Tuerces. Al salir de la cárcel acudieron allí a buscarlas y El Ocho fue ejecutado por el delincuente que le acompañó. Además, recuerdo como un hecho curioso que existía un comando de ETA que vivía en la plaza de España de Palencia y que logramos desarticular con la detención de todos sus integrantes. Finalmente, desarrollamos quizás la mayor incautación de droga en la provincia con media tonelada de hachís que los delincuentes tenían en una finca entre Dueñas y el centro penitenciario de La Moraleja», rememora.
orgullo cofrade. Además de su plena dedicación profesional, ha tenido hueco para una pasión desde que era joven, la de ser cofrade en la Hermandad Penitencial del Santo Sepulcro, con lo que mantiene una gran relación, al igual que con la de los Nazarenos. «Mi padre y mi hermano estuvieron al frente de la secretaría y vivíamos encima de la sede de la Cofradía en la calle López de Vega. Hace dos años me entregaron la medalla de plata tras 50 años como cofrade y mi hija, que tiene 37 años, lo es casi desde que nació. Una de las metas que me marqué en lo profesional era conseguir que la Policía Nacional fuera hermana mayor del Santo Sepulcro. Hice todos los trámites y el Cuerpo aceptó encantado la propuesta en 2009», relata.
Julián Cuadrado disfruta actualmente al máximo de sus dos nietos de corta edad, Julián y Beñat, come y viaja a menudo con amigos de la vida policial, militar y de otros ámbitos y se mantiene en forma. «La piscina no la perdono ningún día si puedo en el Club JM y, junto a mi mujer, damos largos paseos por la orilla del río y el parque ribera Sur. Me licencié en Derecho por la UNED en el 90 y me colegié como abogado no ejerciente. Ahora, ayudo en lo que puedo a mi hija en su despacho de la capital», concluye.