"Los niños decían que en el colegio mandaba la conserje"

J. Benito Iglesias
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Funcionaria con 42 años de servicio municipal, repartió trabajo entre los colegios Loyola y Marqués de Santillana, Recaudación y el Ayuntamiento. Viajera y amante de la montaña, ahora disfruta de largas estancias en el Puerto de Santa María

"Los niños decían que en el colegio mandaba la conserje" - Foto: Óscar Navarro

Afable en el trato, cercana y amiga de sus amigos, Angelines Martínez afronta su quehacer diario con una sonrisa en el rostro y la oportunidad de disfrutar desde hace tres años de una merecida jubilación después de más de cuatro décadas al pie del cañón. Su aspecto y personalidad vitalista no denotan algunos problemas de salud y momentos personales duros, que los hubo, y dejan entrever que, ante todo, toca adaptarse y, especialmente, estar cerca en lo posible de los seres queridos y las amistades más allegadas.

Esta funcionaria municipal por oposición, llegó al mundo el 4 de octubre de 1957 en una casa cercana a la iglesia del barrio de Allende el Río, en la que  pasó sus primeros años de vida junto a sus padres hasta que sobrevino una gran riada en un desembalse para aliviar agua de los pantanos del sistema del Carrión, que arrasó la zona residencial y algunas vaquerías. «Apenas recuerdo que el párroco, que tenía un Citröen, nos rescató por una ventana a cuatro de mis cinco hermanos y a mí, ya que el pequeño nació más tarde. Nos llevaron al hospital provincial y mi padre, que trabajaba en el servicio de electricidad del Ayuntamiento, consiguió una vivienda provisional donde se situaba la yeguada municipal, cerca del Obispado. Poco después nos concedieron un piso en las Casas del Hogar», explica.

En el barrio del Carmen llegó después una etapa feliz entre juegos, una gran convivencia vecinal y la escuela, primero en la unidad educativa de la cercana colonia residencial de José Villagrá y, luego, en el colegio Marqués de Santillana, en el que primero estudió e hizo muchas amigas del barrio que aún conserva y, luego, avatares del destino, empezó su desempeño como funcionaria. Antes, su vida personal pasó por momentos complejos. «Me casé muy joven y tuve dos hijos maravillosos, Jesús María y Ana Belén, de 50 y 49 años,  y me separé. Trabajé primero en un comercio de  ropa, en casas limpiando escaleras o lo que pillaba para salir adelante. No estuve mucho tiempo en este tipo de tareas, ya que cuando trabajaba en una consulta de un médico de pulmón comentó que  salían unas oposiciones en el Ayuntamiento para auxiliar de limpieza y me recomendó que intentara presentarme», arguye.

"Los niños decían que en el colegio mandaba la conserje" - Foto: Óscar NavarroY, a partir de ahí, el futuro laboral, con una estabilidad mayor,  empezó a despejarse. «Se presentaron 110 personas y saqué una de las ocho plazas convocadas. Me ayudó que en aquella época estuviera  ampliando los estudios básicos sacando el título de Graduado Escolar en clases nocturnas.  Curiosamente, el primer destino en agosto de 1981 fue mi colegio, el Marqués de Santillana, en el que estuve 13 años limpiando y con un clima de trabajo muy bueno y personal docente agradable. Luego, pude promocionar por antigüedad y acceder a las plazas de conserjes. En la limpieza iba de 6 a 9 de la mañana, y de 5 de la tarde a 10 de la noche, más sábados. Sin embargo, de conserje tuve el horario de colegio hasta que cerraba el comedor y en verano era cómodo al salir a las tres. A, partir de ahí,  empecé a ir al gimnasio con una profesora y la que entonces era directora», apunta.

Después llegó el colegio Loyola con 15 años de estancia hasta poco antes de su cierre y el servicio de Recaudación, en el pasaje de San Francisco, por espacio de tres años  más tras solicitar una vacante. «Traté fundamentalmente con alumnos, que a día de hoy, me siguen saludando con mucho cariño, además de los profesores. Con alguno todavía sigo tomando café los miércoles y dos fueron directoras con una relación muy cercana en la me sentía una compañera más. Allí hacía de todo; igual me pedían material, que me encargaba de organizar las excursiones. Había maestros que decían que no sabían quién era el conserje y quién el director y, si a los niños les preguntaban por la persona que mandaba en el colegio, decían que Angelines. En este centro realizaba el trabajo de apoyo en el comedor y me quedaba hasta que el alumnado se iba a casa. Cuando gritaban mucho algunos me decían que pusiera orden y, después de dar dos voces, allí se callaba todo el mundo. Fue un trabajo bonito, los niños me querían mucho entonces y aún saludan con cariño», añade con la satisfacción de haberse sentido muy bien tratada e integrada.

VIDA EN EL AYUNTAMIENTO. Su etapa más larga como ordenanza la llevó a cabo durante los últimos 17 años de vida laboral en la Alcaldía, en la que permaneció ese tiempo en el edificio consistorial de la plaza Mayor hasta que llegó la jubilación. «De la primera etapa, recuerdo a Heliodoro Gallego y al concejal Ángel Donis ,que nos mantuvieron en la Alcaldía de conserjes, algo que no quiso hacer  Marcelo de Manuel aunque tuvo que aceptarlo. Luego llegó Alfonso Polanco y en la última etapa, Mario Simón, con el que coincidí tres años. Primeramente atiendes a todo lo que se necesita en la Alcaldía, en la Secretaría General y lo que hay en esa planta. También se asiste a los plenos, juntas de gobierno y ruedas de prensa colocando el mobiliario y lo preciso, además de estar un poco a lo que se necesita. Si te piden documentación vas a por ella y lo que requieran la Alcaldía y otros departamentos y a fotocapiarla y repartirla a todos los concejales si se solicita en los plenos. Todo ha sido muy llevadero y a mí siempre me ha gustado mi trabajo. Teníamos un capataz de conserjes  que nos supervisaba y directamente se hacía desde la Alcaldía, a través de protocolo y la secretaría del Ayuntamiento. Llevé a cabo la asistencia y control de  alguien que quería hablar con el alcalde, transmitiéndolo a la secretaría, además vigilar el pasillo para que no pasase gente ajena a la vida municipal. Nunca tuve incidentes destacados porque, en ese caso, estaba la Policía Local para intervenir», indica.

Y en cuanto al trato, señala que, en general, «siempre fue bueno» con los grupos de la derecha y la izquierda, pero en la relación del día a día se queda con el que recibió desde los políticos con ideología conservadora. «Soy izquierdas, pero para llevar a cabo mi tarea de conserje como con la derecha no lo he hecho tan a gusto con nadie. Y lo digo muy alto y claro que con ellos se trabajaba muy bien en cuanto al respeto y la relación, ya que no pasaban nunca sin darte los buenos días y eso no pasaba con todo el mundo que he tratado a lo largo de los años. Y el momento más duro que viví en el Ayuntamiento, sin duda, fue la temprana e inesperada muerte del primer teniente de alcalde del PP  en 2018, David Vázquez, a los 32 años. Era un chavalito muy joven al que teníamos muy arropado aquí. Su muerte fue trágica al tratarse de alguien muy abierto y amable», lamenta Angelines Martínez sin ocultar su tristeza

BODAS A DESTAJO. Otra de las facetas de la ordenanza fue la asistencia a numerosas bodas celebradas en el Ayuntamiento a lo largo de los  último años, con alguna anécdota incluida. «En verano los sábados eran cuatro, dos por la mañana y dos por la tarde, y yo asistía a las matinales. Hubo una boda curiosa y le tocó al concejal Facundo Pelayo oficiarla. Él vino vestido de novia y ella de novio y eso le sentó muy mal al considerar que un enlace matrimonial es algo serio y no entendió que fueran  de cachondeo al Ayuntamiento a casarse. Luego ha habido bodas bonitas en la que los contrayentes arreglaron mucho el Ayuntamiento para la ocasión y otras  más sencillas entre las más de 100 a las que me tocó asistir por trabajo», dice.

"Los niños decían que en el colegio mandaba la conserje"Y de su adiós laboral guarda un grato recuerdo tras asistir al último pleno en el que los integrantes de todos los grupos políticos ya sabían que Angelines se jubilaba. «Al acabar la sesión, a cada uno le puse en su  mesa un detalle de recuerdo, consistente en una botellita del vermú palentino Corito. La verdad es que todos tuvieron buenas palabras y se trató  de algo muy emotivo. La despedida oficial me permitieron hacerla en la sala de concejales y fue todo el mundo. Además, no he perdido la relación con gente de la Policía Municipal, siendo la única funcionaria que no es del Cuerpo y ha ido de excursión con ellos casi todos los años», rememora con cariño.

LA VIDA AL MARGEN DEL TRABAJO. Otra faceta, la familiar, es la que Angelines cultiva ahora mucho más en compañía de su hija Ana Belén, a diario en largos paseos, y su única nieta, Lucía, que tiene 20 años, a la que cuidó de pequeña siempre que pudo y fue preciso. Su hijo, Jesús María, es capitán del Ejército en la UME y reside en Madrid, aunque actualmente realiza tareas de supervisión de los trabajos para restablecer la vida cotidiana en Valencia tras la DANA. Y el resto del tiempo libre, aunque ahora en menor medida -por problemas lumbares, de artrosis y cervicales- lo dedica a viajes por España y el extranjero y a tratar de mantener su pasión de años por las rutas de montaña en los clubs Nevada y Espigüete.

También lleva a cabo, de marzo a octubre, largas estancias en un bungalow alguilado todo el año cerca de la playa, en el Puerto de Santa María (Cádiz), y el resto del tiempo lo pasa en Palencia. «De soltera viajé mucho e hice numerosas rutas por la Montaña Palentina y los Picos de Europa. Lo echo de menos porque es una preciosidad en otoño  ir y ver los robles con hojas de diferentes colores y eso te relaja mucho. Ahora, aún me sigo arreglando mucho; soy de esa condición, porque lo he hecho toda la vida, y me pinto y maquillo ya sea para andar o ir tomar un café con varios grupos de amigos de la infancia y mi etapa laboral. En Palencia cocino para los míos pero en el Puerto de Santa María todos es distinto y tranquilo. Bajo a la playa cuando quiero, bocadillo en un chiringuito y disfruto de los hijos y nieta, que vienen a verme en cuanto pueden», concluye.