Antes de volar hacia Arabia Saudí por segundo año consecutivo (el pasado disputó la Supercopa con Osasuna), la última aparición pública de Jagoba Arrasate no tuvo nada que ver con el fútbol: lo hizo sobre un escenario en Pamplona, donde se celebraba un concierto del grupo Zetak ante 15.000 personas, cantando en euskera un 'bertso' (verso) en una modalidad histórica de la cultura y la tradición vascas. «Olvidar nuestras raíces nos desvincula de la realidad», decía el escritor Miguel Ángel Ruiz. Y para muchos como Jagoba, Jacobo en castellano, es morir un poco. Por momentos, es como si no hubiera salido de Berriatúa, un pueblo de apenas 1.300 habitantes en la Vizcaya de ganado, montes y caseríos, un punto geográfico casi en el centro exacto entre Bilbao y San Sebastián.
Allí comenzó todo. Un pequeño delantero de 169 centímetros de carrera modesta entre clubes de Segunda B y Tercera decidió que estaba demasiado enamorado del fútbol como para dejarlo, y enganchó el banquillo del Berriatuko, en la territorial preferente vizcaína, para iniciar su aventura como entrenador en la 07/08, sin haber cumplido la treintena. Solo seis años después, estaba dirigiendo partidos de Champions: la Real Sociedad apostó por ese chaval apasionado que había conseguido que el modesto Elgoibar jugase dos temporadas consecutivas la fase de ascenso a Segunda B. Su labor en el Juvenil y en el División de Honor le abrió las puertas al primer equipo como ayudante de Philippe Montanier, que en su segundo curso metió al equipo cuarto y en su tercero no encontró cómo renovar… así que el muchacho que le había servido de enlace se quedó al cargo: el 7 de junio de 2013 Jokin Aperribay, presidente realista, confirmaba que «Jagoba Arrasate se hará cargo del primer equipo».
Llegó a la élite a una velocidad brutal. Y algo de eso, siempre lo ha reconocido, lo embarulló todo. No gestionó mal la decepción de haber sacado un punto en seis partidos en la fase de grupos (antes había eliminado al Olympique de Lyon en la fase previa), ya que la Real terminó jugando semifinales de Copa y llegando a la Europa League al año siguiente, lo que le valió para ampliar su contrato hasta 2016. Pero sí en esa campaña, cuando las salidas de Griezmann y Claudio Bravo dejaron 'cojo' al equipo y fue despedido en noviembre de 2014.
El regreso
El técnico de mirada triste y cara de buen tío regresó a la tierra para tomar distancia y darse cuenta de que no necesitaba todo aquello. De todas las ofertas que manejaba para seguir pegado al ras del césped eligió una de Segunda División y lo más cerca posible de la modestia, desde donde crecen los proyectos: Soria. Desde 2015, Arrasate intentó llegar a la élite por méritos y no por circunstancias o casualidades. Casi lo consigue en la 17/18, en la que llegó a disputar la final de la promoción, pero su Numancia cayó ante el Valladolid… y lo logró al año siguiente, pero ya en Pamplona: Osasuna ganó la Liga de Segunda y Arrasate empezó a picar piedra con los 'rojillos'.
El sufrimiento de los primeros compases se zanjó con aquella frase de Braulio Vázquez, director deportivo del club: «El barco llegará o no a puerto, pero con Jagoba». La crisis reforzó al entrenador, que completó seis años sobresalientes en Pamplona con final de Copa y clasificación para Conference incluidas (22/23), ganándose el cariño infinito de la afición de El Sadar. Mallorca ha sido la siguiente parada de un preparador humilde, que sonríe con timidez pero ejecuta con decisión, y que ya en la primera jornada de Liga logró frenar al Real Madrid (1-1).