Eva Isanta es la persona que se encuentra detrás de dos personajes tan reconocidos en las pantallas españolas como son Bea (Aquí no hay quien viva) o Maite (La que se avecina). Hoy, se sube a las tablas del Teatro Principal como Consuelo para el estreno nacional de Las que gritan.
¿Qué se siente antes de un estreno nacional?
Soy de las que se ponen nerviosas. Vas con la confianza de que hay un trabajo previo, pero siempre hay una sensación de incertidumbre.
Hemos tenido la suerte de estar in situ en el Teatro Principal desde el lunes. Eso es un auténtico lujazo. Nos da impulso y seguridad, aunque un estreno siempre es un estreno.
La obra aborda muchas cuestiones relacionadas con la reflexión y el sentido de la vida
Es un canto desesperado a la vida. Nunca pensamos que nos vamos a morir, pero llega un momento en el que ocurre. La representación defiende que hay que apreciar cada momento y cómo el respeto a los demás y el amor por nosotros mismos son claves fundamentales para vivir.
También habla de la doble familia: la impuesta y la elegida. ¿Qué es más complicado, convivir con la primera o la segunda?
Hoy el público tiene la primera toma de contacto con Las que gritan. ¿Alguna sorpresa guardada?
Hay muchas sorpresas con el humor ácido e inteligente de los personajes. Los espectadores se van a sentir identificados.
También hay números musicales y, cada uno de nosotros, tendrá su momento privado con el público.
¿Cómo le ha marcado en su carrera interpretar personajes tan reconocibles como Maite Figueroa (La que se avecina) o Bea Villarejo (Aquí no hay quien viva)?
Han sido unos regalazos. No solo porque sean unas series con mucho éxito, sino porque han ayudado a transformar ciertos patrones de pensamiento en la sociedad. Sobre todo, el personaje de Bea, una lesbiana que convivía con un gay y tenían un hijo en común. Esto ayudó a poner sobre la mesa una realidad, lo que significó un impulso para este colectivo.
El personaje de Maite, que todavía estoy haciendo, me ha permitido, además de tener una gran estabilidad, viajar con él muchos años. Tener un recorrido tan amplio es una buena escuela para cualquier actriz.
Por lo que dice, ¿considera que la serie Aquí no hay quien viva estuvo adelantada a su tiempo?
Fue muy puntera porque trató temas sociales con la profundidad y el divertimento de la comedia.
Ha interpretado decenas de pesonajes. ¿Cuánto de ellos hay en usted?
Lo plantearía al revés: cuánto de mí hay en ellos. Mi oficio es encarnar personajes, y todos tienen algo de la persona. Además de darles un físico y una voz, les doy parte de mi alma.
No tengo nada que ver con Bea, Maite o Consuelo. Son entes que alguien crea y yo me dedico a darles vida.
Hay personajes que los calzas mejor que otros porque los sientes más afines.
¿La gente se sorprende al conocerla de verdad?
Me pasa todos los días. Si el personaje que interpretas tiene éxito y está en todas las televisiones, la gente se piensa que te conoce.
Si es un encuentro fortuito por la calle no, pero si continúa la relación, cuando interactúan más conmigo, se dan cuenta de que no tengo nada que ver con mis personajes, aunque a la vez soy todos ellos porque les doy todo de mí. No sé si seré en persona mejor o peor.