Desprende bonhomía y saber estar, al tiempo que hace gala de una conversación fluida y una memoria intacta vinculada a intensas vivencias, el amor por la familia y el deporte y unos recuerdos infantiles imborrables. Ángel Rubén Lucio Sánchez vino al mundo en Madrid por circunstancias laborales de su progenitor, Julio, que falleció cuando él tenía solo 14 meses. Su madre, Pilar, originaria de Palencia, regresó a la ciudad y, luego, se casó con Baldomero, trabajador de la Fábrica de Armas. La familia creció en las viviendas del grupo residencial de la empresa de munición y, en ellas, transcurrió una vida plena junto a su hermano mayor, Javier, y los dos menores que llegaron unos años más tarde, Pedro y Pilar.
«Me considero palentino en todos los sentidos y nunca me moví de la ciudad. Siempre he residido en las casas de la Fábrica de Armas y en sus alrededores y barrios, como las casas del Hogar y la colonia de José Villagrá, tuve una infancia súper feliz. Se hacía muchísima vida en la calle con los juegos típicos de aquella época, que no tienen nada que ver con los actuales, caso del pico, zorro, zaina y el escondite. Había momentos de una mezcla entre niños y niñas, saltando en ocasiones a la comba y jugando al tocalé con ellas. En entonces no estaba hecha la parroquia del Carmen, en las Casas del Hogar, y también se construyó posteriormente la parroquia de San José, junto al cercano campo de Juventud», recuerda con cierta nostalgia al evocar etapas vitales inalteradas en sus retinas.
De este entorno vecinal y de casas con puertas abiertas echa de menos la relación de cercanía. «Hoy, por desgracia, eso no lo tienes. En la Fábrica de Armas trabajaban muchas familias que se juntaban con otras. Era como un pequeña isla o pueblo dentro de la capital. Había un cine que era exclusivamente para empleados e hijos, aunque luego se abrió a más entornos», detalla.
MARISTAS Y BALONMANO. Los primeros estudios de preescolar Ángel los realizó en una academia que regentaba su madre en la calle doctor Díaz Caneja, cerca de los cines Avenida, para hacerlo después en el resto de su periplo estudiantil en el colegio Maristas, como todos sus hermanos, en su caso desde Bachillerato hasta COU. «En cuanto nos era posible estábamos en el patio, lo que implicaba practicar mucho deporte en varias disciplinas. Lo mismo jugabas a baloncesto que a balonmano o voleibol y lo que surgía. Un hermano marista, Agustín, con raíces en el equipo colegial de balonmano Ademar, de León, pensó que yo podía destacar en este deporte y con 12 años surgió un vínculo que duró mucho tiempo», explica.
"El balonmano y el voleibol crecieron con Miguel Sánchez" - Foto: Juan MelladoYa con cierto nivel, surgió la oportunidad de jugar en un equipo de balonmano que creó el empresario Miguel Sánchez, propietario del restaurante La Traserilla en la ciudad. Lo hizo antes de fundar el CD Sangar de Venta de Baños en varios deportes, patrocinados por el complejo hostelero del mismo nombre. «Jugamos la competición federada como campeones provinciales el primer año, acudiendo al sector de Santander con un nivel que no era acorde al de otras capitales. Quedamos campeones también el segundo año y, en ese caso, la fase de sector de disputó en Vigo», apunta. Después, un profesor de Maristas, Miguel Ángel Marugán, creó el CD Juventud para reunir a jugadores destacados de la ciudad y dar un empuje a este deporte. «Jugamos contra equipos de Dueñas, Carrión, Osorno o Barruelo en una competición fuerte. Quedamos campeones, fuimos a otra otra fase de sector en Santander, pero como no se sacó el resultado que en principio se esperaba, el club se difuminó y desapareció», asevera.
Todos los jugadores de balonmano del extinto CD Juventud regresaron con Ángel al Sangar en categoría senior, siempre de forma amateur. «Ahí estuvimos varios años Rodrigo Alario, Jesús Sánchez, Celemín o Tinin, ganando varios años el campeonato provincial y acudiendo a fases de sector. Hasta que en 1980 jugamos la fase en Orense y la ganamos, optando a jugar la Liga de Ascenso a Primera División. Fue un hito para el balonmano provincial al tratarse de la segunda categoría nacional. La tuvimos que disputar en Palencia, aun siendo un equipo de Venta de Baños, porque entonces no existía pabellón cerrado, salvo el de la capital. No hubo suerte y, al año siguiente, jugamos en la Segunda División, que no era autonómica al enfrentarnos a equipos de Madrid, Toledo o Guadalajara», desgrana.
De aquella etapa tiene un grato recuerdo del presidente del CD Sangar. «A Miguel Sánchez le debe mucho no solo el balonmano, que hizo crecer mucho, sino también el voleibol, deporte en el que consiguió contar con un equipo femenino en División de Honor. Además, el club tenía varias secciones como las de fútbol y fútbol sala», arguye.
"El balonmano y el voleibol crecieron con Miguel Sánchez"La falta de patrocinio hizo que hubiera otras aventuras deportivas, siempre con fidelidad al balonmano. «Nos empezó a apoyar el Patronato Municipal de los Deportes de Venta de Baños. Así, jugamos unos años hasta que llegó un momento en el que tampoco hubo patrocinador y, por mediación de Ángel de Andrés, que tenía la representación de Fagor-Satpa, y de la mano de César Bilbao y Jesús Sánchez, que habían sido compañeros nuestros y luego sacaron el título de entrenador, se intentó dar otro empujón al balonmano con intención de ascender. Jugamos otra etapa con buena estructura de club y creo que sí se dio un golpecillo al balonmano porque asistía bastante gente al pabellón en Segunda División. Así, hasta que dejé este deporte, que me dio mucho, con 36 años camino de los 37», dice.
TRABAJO, SALUD Y FAMILIA. El trabajo, al igual que el deporte, le llegó muy pronto a Ángel que, con el título de monitor deportivo, hizo sus pinitos laborales en veranos en la Escuela de Capacitación Agrícola. «Allí acudían a cursillos muchachas de los pueblos de la provincia y de otras, dándolas clases de deporte y enseñándolas a nadar. En uno de esos veranos, cuando tenía 19 años, me llamaron para hacer una sustitución de un empleado de Autorepuestos Palencia, Aupasa. Había hecho estudios de contabilidad o de taquigrafía y me pidieron quedarme. Lo que pensé que iba a ser un trabajo temporal de meses se convirtió en uno de 44 años hasta que me pude jubilar a los 63», rememora. Al año y poco de entrar en la empresa le tocó cumplir el servicio militar en Baleares, sin perder la pasión por el balonmano. «Jugué el campeonato de España militar y viajamos a Barcelona desde las islas para disputarlo», se congratula.
De vuelta al mundo laboral, en 1994, su empresa, Aupasa, se dividió en dos sociedades. «Me ofrecieron y acepté la posibilidad de irme a la rama de vehículos industriales a llevar la contabilidad y la gestión administrativa», señala.
Y como el ritmo y el compromiso laboral y deportivo requerían esfuerzo, sacrificio y dedicación, llegó un quebranto de salud. «Siempre me he implicado en todo lo que he hecho y traté de cumplir, pero con 55 años me dio un infarto del que afortunadamente me recuperé sin problemas, y cambié mi chip. A veces, en la vida hay cosas a las que no damos importancia y están ahí para tenerlas muy en cuenta. Con los viajes deportivos, el fin de semana a quien se lo estabas quitando era a tu familia, que pagaba el pato. A mi mujer, Marisa, la conocí con 17 años, y desde entonces, sigo con ella. Soy padre de una hija, Irene, y tanto ella como mi esposa son los pilares de mi vida. Me han soportado todo», enfatiza, tratando de disimular la emoción.
Y para no perder los lazos con el balonmano, apoyando a su compañero de trabajo y amigo Roberto Infante, aún le quedó tiempo para echarle una mano en la Asociación Deportiva Balopal. «Desapareció la federación y todos los equipos y aquí hice de delegado de campo. Además, he seguido viendo partidos y practicando fútbol y fútbol sala de empresas, además de tenis, hasta que la salud me dejó», añade.
ACTIVO Y EN FORMA. Jubilado desde 2018, Ángel mantiene un aspecto físico envidiable cerca de los 70 años, camina todos los días entre hora y media y dos horas y acude a la piscina. «Creo que la vida se ha portado bien conmigo y con mi familia. Me encanta Palencia, en la que me siento muy arropado al conocer a mucha gente. A diario leo la prensa, con especial atención al deporte, y sigo competiciones de todo tipo en televisión, junto a alunas series. También, con mi mujer paso largas temporadas en Cádiz, ciudad en la que mi hija, licenciada en Musicología, tiene su destino laboral hace años. Allí, disfruto del sol, la playa y la gente. De vuelta a casa, con unos amigos íntimos nos juntamos a cenar todos los sábados del año», concluye para resumir una vida plena.