La necesidad de desplazarse, sobre todo en una época en la que no todas las familias disponían de vehículo privado, propició que uno de los oficios esenciales fuese el de taxista.
En alguna localidades, a los taxis antiguos los denominaban La Rubia porque tenían unos adornos de madera de color tostado.
Como suele decirse, el mundo es un pañuelo. Estando ejerciendo de taxista en Barcelona Juan Fuentes, granadino casado con una mujer de Hérmedes de Cerrato, el 30 de junio de 1988 cogió un cliente para llevarle al hospital a recibir tratamiento de diálisis, y en la radio que llevaba puesta en el coche dieron la noticia del accidente de helicóptero en la Sierra de la Cabrera que costó la vida a tres personas muy ligadas a Palencia: el escritor y crítico de arte Santiago Amón Hortelano (estudió en Palencia), la directora general de tráfico Rosa de Lima Manzano (fue con anterioridad gobernadora civil de Palencia) y el diputado Alberto Acitores Balbás (cerrateño, de Torquemada). Juan Fuentes le dice al cliente -«Están diciendo en la radio que han muerto paisanos suyos en un accidente». El cliente reacciona: -«¿Cómo sabe que son paisanos míos?»; -«Por el acento que tiene, usted es de Castilla», le dice el taxista. Ante ello, el cliente indica que era de un pueblecito de la provincia de Palencia; Juan le pregunta de qué pueblo, y él responde que no le conocerá porque es muy pequeño y está aislado. El taxista le insiste, diciendo que él sí conoce algunos pueblos de Palencia. Cuando el cliente dice que es de Hérmedes de Cerrato, Juan Fuentes responde «pues la próxima semana voy a ir yo allí, a segar a Valdepalacios y a Valdehornos». El cliente se quedó asombrado de que el taxista conociera no solo su pueblo, si no incluso los pagos concretos, y entonces cayó en la cuenta de que había oído que las tierras de al lado de las suyas eran de un hombre que ejercía de taxista en Barcelona. Y la casualidad hizo que fuese a dar con él. No se conocían porque ambos tenían las tierras arrendadas y no vivían en Hérmedes, sino en Barcelona.
«Pero Lucre, ¿tú dónde cargas?»De Vertavillo era Celestino Manzano. Siguiendo la profesión familiar (tenían los molinos de Vertavillo y Alba de Cerrato), desde los 14 años trabajó de molinero en Cobos de Cerrato y en Aldeamayor de San Martín. Pero emigró a Irún y allí estuvo muchos años ejerciendo de taxista. Dos anécdotas que le ocurrieron propiciaron que se le conociera como ‘El Descuidos’.
Una mañana se encontraba junto con otros taxistas en la estación esperando la llegada de un tren para ofrecer su servicio de taxi a los viajeros que llegaban. Sin embargo Celestino, confiado en que le daría tiempo antes de la llegada del tren, se dispuso a lavar el coche. Para ello entró a por un cubo de agua a un bar que había junto a la estación y cuando salió ya había llegado el tren y los viajeros ya se habían acomodado todos en otros taxis, por lo que él se quedó sin poder realizar ninguna carrera, perdiendo una de las mejores oportunidades para los taxistas como es la llegada de un tren.
Este sucedido le granjeó el apodo de ‘El Descuidos’, pero otro hecho se lo confirmó. Y es que un conocido le contó que se casaba una prima suya y le pidió que fuese él el encargado de llevarla con su taxi a la iglesia. Llegó la mañana de la boda y a Celestino se le olvidó por completo y pese a no tener otra cosa que hacer no acudió a recoger a la novia. Cuando lo recordó ya había pasado la boda, y le dio tanta rabia que mentalmente trató de justificarse echando la culpa al empedrado, maldiciendo al encargado de las flores porque «me podía haber avisado, al ver que tardaba, pero el maldito de él no lo hizo». Este descuido provocó el enfado de toda la familia de sus amigo y se le quedó grabado hasta el punto de expresar una paradoja: «Fue un olvido que no se me olvidará en la vida», manifestó.
«Pero Lucre, ¿tú dónde cargas?»Cuando regresó a Vertavillo tuvo ovejas. Aunque alejado del taxi, nunca le abandonó el apodo de ‘El descuidos’. Hasta su fallecimiento en septiembre de 2010.
En la localidad de Hornillo de Cerrato era Lucrecio Pérez Guijas, al que se le conocía familiarmente como Lucre, recientemente fallecido, quien además de regentar el bar, estanco, tienda y ser alcalde, tuvo un taxi.
Los vecinos cuando tenían que desplazarse a Palencia a hacer alguna gestión procuraban ponerse de acuerdo entre varios para aprovechar el viaje y pagarlo a escote. Por ello, con frecuencia en su trayecto a la capital llevaba el coche lleno.
«Pero Lucre, ¿tú dónde cargas?»En cierta ocasión los viajeros eran una mujer que padecía acondroplasia, enanismo; su madre, que para ser mujer tenía excesivo bello facial, y un hombre que era tuerto y al que llamaban ‘El mearra’ porque padecía una incontinencia urinaria que le obligaba a vestir faldas para estar presto a orinar con rapidez.
Cuando llegaron a la capital palentina, Lucre aparcó el taxi donde solía, en el aparcamiento que había junto al bar La Carrionesa. El vigilante de aquel aparcamiento, que vio como iban bajando del coche una señora enana, otra con bigote y un señor con falda, exclama en voz alta: «Pero Lucre, ¿tú dónde cargas?». Lo curioso del caso es que lo dijera el vigilante del aparcamiento, que era cojo y tuerto.