Con motivo del Domingo Mundial de lasMisiones (Domund), que tiene lugar hoy (penúltimo domingo de octubre), la Delegación Diocesana organizó a lo largo de esta semana varias charlas-coloquio en diversos puntos de la capital y Aguilar de Campoo. Estuvieron protagonizadas por el sacerdote y misionero comboniano Daniel Cerezo Ruiz (Padilla de Abajo, Burgos, 1955), que comenzó su labor evangelizadora con los acholi de Uganda en 1980, donde permaneció cinco años. Desde 1991 ha trabajado en China, principalmente en Macao. Entre medias, se dedicó seis años a la formación en el seminario menor de SanFrancisco Javier que la orden a la que pertenece tenía en Saldaña y que era conocido como el colegio de los Alemanes.
En su currículum se incluyen también la ordenación diaconal el 13 de mayo de 1981 mientras estaba de misionero en África -«el día que atentaron contra JuanPablo II en el Vaticano», recuerda- y la sacerdotal el 29 de agosto del mismo año en su localidad de origen. Además, en la sección de idiomas puede poner que habla el mandarín y el cantonés, y ha escrito el libro La cortina de bambú (Editorial Mundo Negro), que presentó en varios lugares, entre ellos, Palencia.
Empecemos por las cuestiones personales. ¿Por qué decidió ser misionero y por qué se decantó por los combonianos?
Hay un momento en mi vida que creo que es el inicio de todo. Cuando tenía unos ocho años y estaba en la escuela, enPadilla de Abajo, llegaron al pueblo unos misioneros, que proyectaron una película de la situación que sufría África y la labor que hacían ellos. Me impactó tanto su trabajo como la vida de la gente.
Además, una constante de mi vida es ayudar a los demás. En clase, de pequeño, cuando ya había estudiado la Enciclopedia Álvarez, que era lo único que había, el maestro me decía que apoyara a otros compañeros. Después, recuerdo que continué auxiliando a gente pobre. Son imágenes que guardo en la memoria y, como niño, me inquietaban. Luego fui al seminario menor y me apunté al grupo misionero porque me interesaba. También me inscribí a la revista Mundo Negro y Aguiluchos de los Combonianos.Probablemente fue una de las razones por la que entré en esta orden. Por último, en el seminario mayor me dediqué a la pastoral gitana. Mi inclinación para ayudar a la gente necesitada siempre estuvo ahí presente y lo que gestó mi vocación misionera, que no fue fácil.
¿Qué le llevó a dejar su tierra y marcharse a África?
Este continente fue el punto donde comenzó la congregación y donde se han ido canalizando las energías. Y opté por Uganda, que sufría una guerra civil. Me inclinaba mucho lo de los mártires de ese país.Además, allí podía concluir el último año de Teología, mientras que en otros lugares no.
¿Qué recuerdos guarda de aquella época?
Era una sociedad en guerra, que vivía en medio de una violencia que asolaba y de la corrupción. Ante esta situación, vi la capacidad de la gente para sobrevivir en tiempos de adversidad. Y eso me maravillaba, aunque ver cadáveres me entristecía y me dolía. Después, cuando fui al norte, a la diócesis de Gulu, empecé a ver las pequeñas comunidades y trabajé, sobre todo, en la formación de catequistas, de líderes cristianos y de los jóvenes en grupos.Teníamos 46 parroquias y éramos dos misioneros combonianos.
¿Ha podido comprobar cómo ha cambiado la zona en la que fue misionero en todo este tiempo?
Estuve en noviembre, con motivo de una beatificación de un compañero italiano con el que conviví cinco años, y ha variado radicalmente. Hay muchas escuelas, las carreteras son mejores y no percibí la situación de violencia de entonces, aunque esto no quiere decir que Uganda sea el no va más. Ha habido cambios sustanciales a nivel de Iglesia.Cuando estaba yo había solo siete u ocho sacerdotes locales.Ahora hay 72. Y misioneros al revés.De cuarenta han pasado a seis o siete.
Después, previo paso por Saldaña para formar a jóvenes seminaristas, se trasladó a Asia, concretamente hasta Macao. ¿Por qué razón?
Fui a Macao tras la invitación que el Papa Juan Pablo II hizo a la Iglesia Universal diciendo que «Asia es la gran masa de hombres y de mujeres de la humanidad». Allí están tres cuartas partes de la humanidad, así como la gran masa de los pobres. El desconocimiento de Jesucristo está patente en todos los sitios. En la década de los 80 se tomó la decisión de tener presencia en el mundo chino, ya que era donde menos congregaciones misioneras había.
¿La primera toma de contacto fue muy diferente a la de Uganda?
Macao era otra galaxia, otro mundo. Recuerdo que nada más llegar a África, la gente te saludaba. En cambio, enChina tardas en hacer esto dos o tres años, porque la población tiene otro carácter. Además, está la lengua, que te condiciona mucho. Fue un impacto muy grande. En Uganda me defendí en seis meses en la lengua acholi; mientras que en el gigante asiático necesitas, al menos, tres años para entrar en su cultura, incluso trabajando en la parroquia.
Cuando llegué a China fui un cero a la izquierda durante mucho tiempo y eso es un baño de humildad muy grande porque no puedes hacer nada.
El cambio de Macao ha sido brutal en las últimas décadas, tras pasar de ser una colonia portuguesa a un territorio de laRepública Popular China en 1999. ¿Cómo repercutió esta decisión en la actuación de las misioneros?
Bajo el gobierno de Portugal, había parroquias portuguesas y chinas y la sociedad era muy tradicional. Había un casino.Después se extendió de una forma impresionante, de 16 a 32 kilómetros cuadrados, ganando terreno al mar. Ahora habrá una treintena de casinos. Es como Las Vegas de Asia.
La labor, en estos momentos, se centra en el catecumenado, es decir, en la pastoral de los no cristianos. Normalmente, la pedagogía que se lleva a cabo es la misión del encuentro. En Macao, poner grandes pósteres anunciando una actividad funciona muy poco.En cambio, tiene más éxito el boca a boca, la experiencia que tiene alguien en la Iglesia y que luego la comparte con sus amigos y familiares. Vienen a la Iglesia través de otros.
¿Y qué objetivos cumple la Iglesia en Macao?
Macao es una sociedad desarrollada, donde la gente, en general, tiene lo imprescindible.Siempre habrá sus bolsas de pobreza, pero es una ciudad y la Iglesia tiene sus instituciones, como templos, o centros de acogida de drogadictos y de apoyo a niños con discapacidad. En esta labor también trabaja Cáritas Macao. Los misioneros entramos a formar parte del trabajo de la Iglesia local y nuestra labor es colaborar para que crezca. En China estamos presentes en la medida que se pueden hacer cosas y realizar en el tiempo que se puede.
En general, en Asia, desde el sínodo asiático de finales de los 90, se va insistiendo en la pastoral del encuentro con los pobres, con las grandes culturas y con las grandes religiones.La Iglesia católica se postula desde una minoría para formar comunidades vivas que reflejen la alegría de vivir la fe en Jesucristo. Además, las personas que se hacen cristianas, tras dos años de catecumenado, tienen que involucrarse en la parroquia, unos subrayan la evangelización, otros la proyección social, pero todos aportan desde la minoría a la masa.
Por otro lado, se ha resentido la cifra de misioneros, al menos en Palencia. Había más de 600 en 2007 y este año únicamente son 268. ¿Qué ha ocurrido en este tiempo?
Occidente antes proveía de misioneros al mundo y esto se está acabando. No hay vocaciones y los jóvenes están en su mundo.Es otra época, hay otros conceptos y hay menos misioneros. De hecho, se ve que los misioneros africanos llegan aEspaña. Se está dando la vuelta a las tornas. Esto repercute en los lugares como Macao, donde la diócesis tiene muy pocos sacerdotes. Cuando llegué yo había más misioneros y la cifra se ha reducido.
Pero, por otra parte, esto ayuda a que se subraye la figura del laico, que antes estaba al margen. Por ello, en Macao y, cuando se puede en otros lugares de China, ahondamos en la formación de líderes locales y catequistas para que lleven las pequeñas comunidades cristianas, cosa que antes no se daba tanto. Son otros tiempos que hay que afrontar con realismo, pero también nos dan oportunidades.
La adversidad y la persecución de la Iglesia enChina, por lo que he percibido, se ven como una oportunidad para tomar iniciativas nuevas. Unos 30.000 adultos se bautizan en el país cada año y ,en Macao, unos 150 hacen lo propio cada ejercicio.
¿Las cifra de católicos en Macao aumenta o desciende en los últimos años?
El número de católicos locales no varía mucho. Creo que se sitúa en torno a 22.000. También es cierto que hay muchas personas de nacionalidad filipina que trabajan en Macao y se las considera católicas, con lo que la cifra asciende hasta 30.000. Al haber más empleos, el número asciende desde el año 1999.
¿Cuánto de religioso y de humanitario tienen las misiones?
Nosotros, los combonianos, siempre hemos tenido la política de que la evangelización abarca todos los ámbitos.Es decir, que se realice como persona y como cristiano.La ayuda humanitaria es parte de nosotros. No hacemos diferencias para proyectar una imagen de una Iglesia samaritana que ayuda al necesitado.En Macao, hay pequeñas iniciativas para apoyar a la gente marginada y necesitada.
Entiendo que esta tarea no es igual en Uganda que en Macao
Evidentemente.En Uganda hay una situación humanamente empobrecida y lacerante, mientras que en Macao no se nota con tanta fuerza.Pero siempre hay esas bolsas necesitadas, como en todas las sociedades. Aún así no se puede comparar. En Uganda, a través de una organización, teníamos 1.000 familias con huérfanos de padre por la guerra.Esto en Macao no ocurre.
Ha hecho referencia a la guerra en Uganda. Por desgracia, los conflictos armados son un tema que nunca deja de estar de actualidad. Ejemplos de ello los encontramos en Ucrania o en Palestina. Desde el lado humanitario y con una visión global, como la que tiene un misionero que se va al otro lado del mundo, ¿cómo lucha para evitar que caiga en el desánimo que supone comprobar que la ayuda a los necesitados no tiene visos de finalizar?
Mi planteamiento viene desde la fe cristiana y como discípulo de Jesucristo.Veo que lo importante de ser un seguidor de Jesús no son los resultados, lo importante es la fidelidad y la perseverancia hasta el final, haya o no resultados. Esto te da una fuerza muy grande, sobre todo para sembrar. Lo mío es sembrar. ¿Quién va a cosechar? No lo sé.Me gustaría, como humano, hacerlo yo y ver los resultados, pero no necesariamente tengo que hacerlo. Lo nuestro es pasar por el mundo haciendo el bien, como hizo Jesús. Los resultados, aunque nos gusten, no son un punto de referencia que nos da a conocer cuál es nuestro nivel de trabajo. Suelo llevar una caña de bambú para explicar que el jardinero, cuando planta, no se ve nada.Echa agua y abono y al cabo de un año no sale nada y así dos o tres años. Pero el jardinero cree y está seguro de que va a germinar. Y efectivamente al quinto o sexto año crece. Y esta es la actitud del misionero, que hace que vayamos a lugares, en muchos casos, catastróficos o muy difíciles y en los que lo fácil sería tirar la toalla.Pero no lo hacemos.
¿Hace falta más apoyo a los países en vías de desarrollo?
Si pusiéramos en marcha el mensaje de Jesucristo, cada país podría vivir de aquello que produce y no habría injusticias.Pero el maligno está presente en el mundo. Ahí están las guerras, con gente lucrándose de ellas, por ejemplo.
Por ello, el misionero va a un sitio a aportar su gotita de agua al mar y, generalmente, se ven signos de mejoría en aquel ambiente pequeño en el que está el misionero. Y si hay esta variación, ya ha cambiado el mundo. Poco, pero ha cambiado.
Esta semana se ha desplazado por varios puntos de capital y Aguilar de Campoo para dar a conocer, de una forma cercana, la labor de los misioneros. ¿Qué balance hace de estas actividades?
He ido donde me invitan. He visto que se reducen los espacios donde podemos intervenir. Donde voy intento compartir la experiencia de Jesucristo y que tratamos de cambiar el mundo en un pequeño contexto y que eso ayude a cambiar el mundo donde ellos viven. A los niños les vi muy atentos y estaban interesados.Quizá hablarles del mundo chino era algo muy nuevo para ellos. Percibieron que el misionero se olvida del yo-mi-me-conmigo-para mí y se abre a otras personas necesitadas. En cambio, percibo que, en el ámbito infantil, la cultura religiosa está bajísima. Esta es mi percepción. Con adultos, Oriente siempre impresiona porque siempre hemos estado metidos en América Latina y no conocían que había cristianos viviendo pese al control y la asfixia de los gobiernos en Asia.
¿La ciudadanía se interesa más por estas cuestiones si lo lee en un libro que a través de otras fórmulas?
Escribí La cortina de bambú, que refleja la vida de los cristianos en China, en un contexto hostil a la fe, pero que ha crecido como la planta de bambú. Lo he ido presentando por muchos sitios y ya se ha editado cuatro veces. Son testimonios de gente que aún vive y se lee bastante bien.
No nos salimos de la provincia para hablar de su pasado enSaldaña. ¿Qué guarda de aquella época?
Con los jóvenes también trataba de ayudar a que la persona que va creciendo lo haga con valores cristianos y misioneros para encontrar su lugar en el mundo. Presentábamos la oferta misionera como una posibilidad en sus vidas, pero fueron bien pocos los que se decantaron por ella. Aún así, me he encontrado con gente que estuvo en Saldaña y que lo recuerda con agrado.
Por último, para muchas generaciones, el Domund quedó marcado con las icónicas huchas que tantos niños han sacado a las calles para que la gente echara sus donativos. Las de ahora no son tan conocidas. ¿Ha perdido importancia esta fiesta?
Percibo que, en general, la sociedad tiene un cierto cariño hacia los misioneros, pero no cabe duda de que el distanciamiento de los cristianos en España afecta también al Domund. Antes la gente era más abierta al lenguaje religioso, ahora ha descendido. Aún así, esta campaña es una de las más importantes porque se recuerda la naturaleza misionera de la Iglesia.
¿Ha podido sufrir la competencia de otras campañas, como la de Manos Unidas, o las que llevan a cabo las ONG no religiosas que ayudan en países en vías de desarrollo?
No es lo mismo. Lo nuestro no es una organización no gubernamental ni la campaña que lleva a cabo Manos Unidas. Lo importante es ir a ayudar, a echar una mano, a sentirse responsable del crecer de otras personas. Aún así, el surgimiento de las ONG es positivo. Muchas hacen un trabajo muy bueno.