Cataluña fue, este fin de semana, una ebullición. Por la manifestación, más masiva de lo esperado, convocada por Sociedad Civil contra la amnistía, sí, pero también por la cantidad de encuentros más o menos 'reservados' que han tenido lugar y a los que han asistido, entre unos y otros actos, todos los que 'son alguien' en la empresa o en la política catalanas. Y, según las variadas fuentes que he podido consultar, y sirva este cronicón para lo que sirva, podríamos sacar algunas conclusiones de tan animados cenáculos y mentideros:
Una, que lo de la amnistía 'está hecho', aunque ahora todo depende del nivel de exigencia de Puigdemont. Que Yolanda Díaz presente este martes su propia proposición de ley, de máximos, no significa sino que Sumar actúa como 'adelantado' del PSOE, que es quien luego presentará una propuesta más 'moderada' y digerible. Y la impresión general de mis interlocutores, gente del PP, de ERC y del PSC, es que al final el perdón de los 'pecados del procés' será aceptado por todos como un mal inevitable. Los jueces acatarán su papel de callar, o de seguir callando, en medio de su más que considerable irritación y la opinión pública y publicada "se acabará acostumbrando, como ocurrió con los indultos y la reforma del Código Penal", según me dijo alguien del PSC.
Dos, que las relaciones entre teóricos enemigos están trufadas por el 'seny', ese grado de ponderación que, aunque a veces no lo parezca, domina en la sociedad catalana. No había sino que ver las amigables conversaciones de la 'popular' Dolors Montserrat con el 'puigdemonista' Jordi Turull, en el ya célebre 'civet' de Luis Conde del pasado sábado, para comprobarlo. Allí, en tan divertida cena en torno a un guiso de jabalí, todos hablaban con todos en términos patentemente amistosos.
Tres, que el PP tiene mejor entrada en la sociedad catalana, sobre todo en la de la economía, de lo que muchos piensan. Si no, que se lo digan a los asistentes a la cena en honor de Juanma Moreno Bonilla en Barcelona. O al propio Feijóo, que excusó su asistencia al 'civet', pero que mantuvo un muy interesante y revelador encuentro con representantes de la intelectualidad catalana. En este apartado, en el de propiciar el encuentro y evitar rupturas, los grandes nombres de la economía, de Foment y de las cámaras de Comercio juegan un papel importante, aunque alguna gran entidad sigue retrasando el regreso de su sede central a Cataluña 'hasta que se aclare el panorama'. Pero un clima de 'normalización' se expande por los aires como nunca desde 2017, pese a las obvias irregularidades del sendero adoptado por Sánchez hacia su investidura.
Cuatro, que existe la convicción generalizada de que lo importante es la amnistía, con el retorno a su Gerona natal de Puigdemont incluido. Y que lo del referéndum de autodeterminación, situado como inaceptable 'línea roja' por el Gobierno de Pedro Sánchez, no es más que un ardid de comunicación e imagen: si no se acepta esa consulta inconstitucional, las otras exigencias de Puigdemont serán perfectamente atendibles, incluyendo las económicas. Y se espera que el fugado en Waterloo, y desde luego también ERC, ablanden sus posiciones en esta materia, por ejemplo, aplazándola para la campaña autonómica del año próximo.
Cinco, que el máximo representante del socialismo catalán, una figura potenciada en su partido, aunque teóricamente rechazada por Puigdemont como negociador, Salvador Illa, se esfuerza por mostrarse menos eufórico sobre el resultado del camino hacia la investidura que Sánchez y su guardia pretoriana, comenzando por Félix Bolaños y María Jesús Montero. Illa va diciendo a sus interlocutores que las posibilidades de que todo esto acabe en un acuerdo para el 'sí' de los independentistas a Sánchez antes de finales de noviembre se sitúan "más o menos en un cincuenta por ciento". Mis interlocutores (y los de Illa) creen que se ha impuesto el papel de 'voz prudente frente a la euforia monclovita'.
Estas son algunas de las claves susurradas en los numerosos 'encuentros políticos' ocurridos este fin de semana. Lo otro, las reuniones del candidato Sánchez en el Congreso de los Diputados, comenzando por la mantenida con Feijóo -crónica de un desencuentro anunciado- en la tarde de este lunes, son lo aparente, el fulgor de esas ruedas de prensa en las que raramente se informa de lo que de verdad está pasando, la escenificación de rupturas 'fake' y de logros no menos exagerados que dan vida al trepidar de eso que llaman 'clase política' y que a ellos tanto, por lo visto, les divierte.