El seísmo político que ha sacudido Corea del Sur ha dejado a su presidente, Yoon Suk-yeol, completamente acorralado. Tras anunciar el pasado martes la implantación de la ley marcial (imposición de un Gobierno militar) y revocar su decisión horas después por la presión del Parlamento y de la ciudadanía, el dirigente sufrió ayer otro duro revés cuando la oposición, a la que achacó de ser «afín» a su vecino del norte, presentó una moción de censura para consumar su destitución.
La principal fuerza rival del Ejecutivo surcoreano, el Partido Demócrata (PD), y otras cinco formaciones iniciaron de esta forma el proceso que podría desembocar en la suspensión del ejercicio del poder del mandatario, cuyo partido gobierna en minoría.
Pero esa no es la única mala noticia a la que tendrá que hacer frente Yoon, ya que el grupo político al que pertenece -el Partido del Poder Popular-, a través de su líder, Han Dong Hoon, le pidió ayer abandonar la formación tras la polémica levantada con la aprobación de la norma, dejándole sin apoyos.
La moción de censura fue anunciada en la Asamblea Nacional por los 192 diputados que suman los seis partidos. Sus impulsores señalaron que prevén votar la propuesta mañana o pasado, dentro del plazo de 72 horas que fija la normativa. Para aprobarla, serán necesarios los apoyos de al menos 200 de los 300 escaños que componen el órgano unicameral legislativo.
El PD y otras fuerzas ya sumaron 190 votos en favor de derogar la ley marcial, con lo que solo necesitarían en torno a una decena de votos más para suspender de sus funciones al presidente. En caso de que la medida salga adelante, Yoon quedaría inhabilitado hasta que el Constitucional delibere durante un plazo máximo de 180 días sobre si ha violado la Constitución.
Las primeras consecuencias en el propio Gobierno tras el caos en el que quedó sumido el país no se hicieron esperar. El ministro de Defensa surcoreano, Kim Yong Hyun, presentó su dimisión tras la polémica decisión, por lo que aseguró aceptar «toda la responsabilidad de lo sucedido».
Por si fuera poco, las calles también se convirtieron en un clamor contra Yoon. Miles de personas se manifestaron por todo el país, siendo Seúl el lugar donde los presentes protagonizaron una vigilia e iniciaron una marcha donde pidieron la salida de Yoon y los altos cargos de su Administración. Los principales sindicatos de la nación, que anunciaron previamente una huelga general indefinida, participaron también en unas protestas que, según los convocantes, reunieron a unas 10.000 personas que recalcaron que es el pueblo el que «ha ganado».
Su mujer, bajo escrutinio
El anuncio de Yoon ha erosionado aún más su baja reputación. Encarnando un mandato muy impopular, su desplome en los últimos meses se acrecentó debido a su negativa a seguir investigando a su mujer por presuntos delitos, desde intromisión en asuntos de Estado a manipulación de activos bursátiles o recibir un bolso de lujo a modo de soborno.