Hans Dieter no parece el típico loco de área técnica, el que se cisca en las líneas del suelo, la decencia y la educación, las normas básicas de comportamiento e incluso los límites de la acústica. Hans Dieter, de hecho, está más cerca de aquella vieja escuela (ya no se ve a ninguno) de los entrenadores con barriga que se fumaban medio paquete y entre flajo y flajo gesticulaban poco porque consideraban que su trabajo ya estaba hecho entre semana. Pero Hans Dieter proviene de otra Liga. Otra Liga en la que los campos están llenos porque las entradas son más o menos asequibles y los horarios familiares, y los aficionados viajan subvencionados por la Federación… y cuando un árbitro comete un error, hay una disculpa pública o, cuando menos, una explicación inmediata.
Hans Dieter, de hecho, acudió el pasado sábado a pedir explicaciones por una revisión del videoarbitraje y salió de la protesta con una tarjeta roja, y luego sus palabras mezclaron el «no estoy orgulloso de mí mismo» con el «todavía no sé por qué me han expulsado» propios, al mismo tiempo, de un tipo de escuela diferente y de alguien que no controla el idioma ni para protestar. ¡Bienvenido a LaLiga, Mr. Flick! En la mirada de Hansi a Muñiz Ruiz mientras este levantaba una cartulina roja, aún está aquella acción del gol anulado a Lewandowski en Anoeta, el que el fuera de juego semiautomático dibujó mal y la sala VOR no corrigió. Nadie le ha dado explicaciones todavía y eso jamás le había sucedido. Pero hablamos de países y mentalidades diferentes. Allá los políticos dimiten porque un día, hace 20 años, aparcaron en doble fila y fueron multados por ello. Y los árbitros son figuras respetadas, dialogantes y sus comités tienen una relación abierta y constante con los clubes de fútbol. Aquí 'también', Hans Dieter. Ya lo vas descubriendo.