Jesús Mateo Pinilla

Para bien y para mal

Jesús Mateo Pinilla


Hospital de sangre

10/10/2023


Por entonces dirigíamos la obra de remodelación del instituto Jorge Manrique, que era un intocable, salvo en mínimas actualizaciones desde que se ejecutara la obra original del arquitecto Jerónimo Arroyo.  Lo transformábamos desde arriba, última planta, hacia abajo para preservar lo ya ejecutado. Al final de los trabajos, teníamos que conectar los aseos y lavabos en un bajísimo semisótano, o planta semienterrada. De repente los albañiles se agrupan y pensando que había pasado algún incidente, preguntamos al jefe de obra. Habían encontrado una pistola. Yo que conocía la historia del edificio, comprendí que era un olvido, quizá obligado, de cuando el instituto fue en tiempo de guerra hospital de sangre, centro sanitario para los heridos de guerra. Con seguridad aquel fierro descansaba allí desde entonces. Era muy normal la desconfianza de los soldados ingresados hacia todo, no sabían quiénes los habían trasladado al hospital, ni si el color del lugar era rojo, azul o anarquista, y desconfiaban del personal que les atendía, normalmente monjas y enfermeras de campaña, que podían ser espías y chivarse incluso, señalando al enemigo el instituto como objetivo de bombardeo. Se autoimponía la máxima discreción. Chaves Nogales, magnífico escritor, librepensador y masón, con ficha en el Archivo de Salamanca y denominado en logia 'Larra', cuenta en A sangre y fuego cómo una monjita levantaba los recelos de un herido comunista trasladado a un hospital de sangre que sospechaba de ella como espía colaboracionista de la derecha por ser religiosa. Para apagar el odio de clase, a voces protestaba de sus cuidados. Nadie le aclaró la duda, hasta que al final Manuel Chaves ve cómo la eclesiástica va de la mano de la izquierda republicana enviándole una carta a Indalecio Prieto, ministro de Defensa, para que haga lo posible para terminar el infierno de la guerra. Y ahora Yolanda Morató, publica en Los años perdidos, cómo el propio novelista acude cada mañana a un subterfugio para mandar información sobre París a los alemanes. Los espías siempre hablan de espías. A Chaves, como a la monjita y a otros muchos, la guerra les hizo espías.