El Gobierno tuvo que ver el pasado lunes como su reforma fiscal, piedra angular de los futuros Presupuestos Generales, saltaba por los aires en una caótica confusa y esperpéntica Comisión de Hacienda en el Congreso que se prolongó hasta bien pasada la media noche.
Tras siete horas de sesión, con recesos incomprensibles que se prolongaron por espacio de cuatro horas, movimientos en los pasillos, horas angustiosas para los diputados socialistas y promesas ambivalentes difíciles de cumplir, el Gobierno consiguió, al filo de la una de la madrugada, salvar in extremis los restos de su naufragio fiscal.
Lo hizo tras convencer a Bildu, ERC y BNG de sacar adelante un paquete fiscal de mínimos pero no la letra gorda que tenía (y tiene) el plan de la ministra Montero: la prórroga del gravamen a las energéticas, una medida a la que el PSOE se vio obligado a renunciar por exigencias de Junts, al igual que el impuesto a la banca que el PNV había aceptado a cambio de otras cesiones.
El margen obtenido por el Gobierno fue pírrico: se aprobó una subida de dos puntos porcentuales del IRPF para las rentas del ahorro superiores a 300.000 euros (del 28 al 30%), una rebaja del impuesto de sociedades a pequeñas cooperativas y empresas, una mejora de la tributación de las actividades artistas o una bonificación de las cuotas a la Seguridad Social para clubes y asociaciones deportivas sin ánimo de lucro, así como varias medidas para tratar de poner freno al fraude del IVA en el sector de los hidrocarburos.
Antes, la Comisión de Hacienda fue un homenaje al absurdo. Lo detalló el portavoz del PP, Miguel Tellado, en un tuit que puso durante esas horas frenéticas: «El Gobierno tiene secuestrada a la Comisión de Hacienda en el Congreso», recriminó. En su mensaje en X, precisó que el PSOE pidió a las 20,30 horas «el primer receso y, «una hora más tarde el segundo, hasta las 23,00».
«Son las 00,35. El presidente de la Comisión está desaparecido y los diputados, trabajadores de la Cámara y periodistas esperando a que se dignen a aparecer», escribió más tarde en tono muy crítico. «¿Hasta dónde piensan llegar con su indignidad? Basta ya», zanjó.
En parecidos términos se expresó la portavoz de Vox, Pepa Millán. «A esta hora el PSOE tiene secuestrados a los diputados hasta que consiga los apoyos para sacar adelante sus subidas de impuestos», reprochó en redes sociales.
El diputado socialista Alejandro Soler Mur, presidente del PSPV-PSOE, fue el encargado de interrumpir la sesión de la Comisión de Hacienda para que el Gobierno llegara a un acuerdo de mínimos con sus socios. «Vamos a hacer un receso de unos minutos antes de someter a votación el dictamen final», anunció. Esos «minutos» se convirtieron al final en cuatro horas.
La Comisión de Hacienda fue un nuevo ejercicio de supervivencia de un Gobierno que ha convertido la patada adelante en su modus vivendi. Mañana, el texto se vota en el pleno y Podemos ya ha advertido de que no lo apoyará. Para añadir más picante a este cocktail endiablado, los votos de Junts están en el aire y tampoco está claro lo que va a hacer el PNV.
Los morados han avisado a Sánchez que no aceptan «más tomaduras de pelo» y votarán en contra de la reforma fiscal del Gobierno si el PSOE no le garantiza que Junts y PNV cambian de opinión y aceptarán convertir en permanente el impuesto a las energéticas que ambas formaciones pactaron suprimir.
En el día después, el Ejecutivo tampoco salió bien parado y le llovieron los palos desde todos los frentes. Así, el vicepresidente del Santander España, Juan Manuel Cendoya, consideró que la reforma fiscal, o el paquete de medidas fiscales que quiere aprobar el Gobierno, es un «ataque al crecimiento económico y el progreso social».
También en tono mordiente, el portavoz de Esquerra Republicana en el Congreso, Gabriel Rufián, acusó al Gobierno de actuar «como en una lonja». Además, ERC avisó al Gobierno que, o cumple con «todo lo que ha prometido» o los republicanos volverán a su «posición inicial», es decir, a optar por el no al paquete fiscal.