La ganadería es uno de los sectores con peor fama en lo que a contaminación se refiere, pero es necesario resaltar que las distintas actividades indirectas contribuyen en gran medida a esa mala reputación. «Siempre se ha dicho que la ganadería es lo que más contamina y no es cierto. Lo que más contamina es el transporte. Lo que pasa que los cálculos se quedan fuera y solo se tiene en cuenta la ganadería», explica el coordinador técnico del Itagra, Jorge Miñon. Él asegura que la contaminación que se produce con el transporte de materias primas agrícolas como pueden ser fertilizantes, cereales o soja, se computa como parte de la actividad ganadera y si se tiene en cuenta de que muchas de esas materias proceden de mercados como China y Estados Unidos la huella de carbono «es brutal».
Bien es cierto que la ganaderia lo tiene más complicado para ser más sostenible precisamente por el suministro de las materias primas. Y es que la volatilidad del sector tampoco juega a su favor. «Los años en los que el cereal tiene un buen precio, el ganadero tiene más gastos. Lo que es bueno para los agricultores es malo para los ganaderos y viceversa», apunta Miñon.
Una forma fácil de contribuir al cuidado medioambiental por parte de los consumidores es recurrir a los productos locales y de temporada, «algo a lo que ya no estamos acostumbrados», argumenta, en parte por las muchas posibilidades de acceder en cualquier mes del año a productos traídos de otros países.
Pero la importancia de la ganadería en una provincia como la palentina va más allá de su capacidad de producción de alimentos, puesto que la repercusión en el territorio es una factor positivo. «No hace falta decir que la mejor brigada de desbroce y antiincendios son los ganaderos y sus animales», apunta el coordinados del Itagra, que además señala que son fundamentales para estructurar el territoio y vertebrar la agroindustria. «Al lado de una ganadería casi siempre hay una lechería», recuerda.
Si ya la ganadería es un sector productivo muy denostado y que se enfrenta a una grave crisis, ahora se le presenta un nuevo enemigo:la carne sintética. «Es proteína pura que se alimenta con un compuesto que se extrae de la harina de maíz. Para elaborarla se emplea una materia que proviene de la agricultura y que se transforma para alimentar a una masa gelatinosa que se convierte en proteína. Eso a nivel ambiental, sin entrar a calcular el coste, es insostenible», explica Jorge Miñón.
Son varias las empresas que están intentando introducir esta carne sintética en el mercado español y cada vez van ganando más fuerza y más peso, por lo que no sería de extrañar que a corto plazo se introdujera en las cocinas.
«Hay gente que lo defiende, pero es insostenible, es pura química», apunta el miembro del Itagra, que señala que otra cuestión es cómo esas firmas presentarán una imagen verde a los consumidores, puesto que podrían recurrir a su sostenibilidad durante el proceso de fabricación frente a la alta contaminación de la ganadería tradicional. «Se excusan en el cambio climático, en el medio ambiente, que ahora es marca, pero también son punta de lanza para que prosperen este tipo de negocios, con lo que puede eso suponer para el territorio si desaparece la ganaderia», apunta Miñón.