Froilán de Lózar

La madeja

Froilán de Lózar


En Vado con Modesto

27/09/2024

Yo quería dejar constancia a través de los protagonistas, del desempeño del trabajo en aquella isla que me parecía la montaña, rodeada por todas partes de dificultades y distancias. Y algunos oficios que con el paso del tiempo nos da la impresión de que han perdido su razón de ser, como el cartero. «Con todas esas historias del progreso, la gente ya no escribe cartas». Eso me dijo Modesto en Vado, a las puertas de su casa, cuando todavía no se recibía internet, ni había redes sociales, ni nos encandilaba ningún gurú. Pero Modesto ya percibía el cambio antes de que internet llegara a los móviles en 2005. Yo creo que ahora se escriben más cartas que antes, llegan en unos segundos al destino y no hay viento ni tempestades que lo impidan. Eso sí, como las fotos, se van acumulando y acaban perdidas en una carpeta que no volveremos a revisar en años. Incluso, cuando ha pasado un tiempo, para ganar espacio ante un evento nuevo, echamos a la papelera todo lo que se ha ido amontonando en la memoria sin revisar. «Mi padre fue cartero toda la vida, -me cuenta Modesto-, hacía el Servicio con una burra y cobraba setenta y cinco céntimos». «Yo cogí el oficio por herencia, iba en bicicleta a llevar las cartas y ya ganaba 240 pesetas al mes». Suele ocurrir y con más motivo entonces, que algunas cartas tardaban mucho en llegar a su destino, pero Modesto asegura que, normalmente, se entregaban en el día. «Yo las recogía en la estación y hacía el reparto enseguida, si exceptuamos algunos días de invierno».
Le pregunto también por el Concejo. A veces, en pocos kilómetros, cambian las costumbres, aunque son muy similares a las que se manejaban en todos los pueblos de la montaña.
«Antes todo se limitaba al trillo, al arado romano. Llegaba el invierno y todo el pueblo a hacer arreglos de caminos, a enderezar portillos, a recoger la leña…»
Al final de la entrevista llega ese tiempo para la nostalgia. Quiero saber si tuvo alguna oportunidad para emigrar en un tiempo en el que todo el mundo emigraba, y la respuesta ya te deja pensando: «Es verdad, yo me pude haber ido, pero aquí está todo lo que amo». Por amor se puede cambiar el mundo, como dice una sonada melodía.

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