Cuando propuse esta sección, que también incluye la búsqueda de curiosidades sobre la fauna, evalué con detenimiento los pros y los contras. No era suficiente la curiosidad del fotógrafo que nació en un pequeño pueblo de la Montaña Palentina para llenar el espacio que Jorge Cancho nos asignaría definitivamente. Corzos y rebecos a patadas, manadas de buitres, rebaños de cabras, burros, caballos, también pero había que sopesar lo que quedaba para el erizo, para esquilo, la garduña, la marta, el turón, el tasugo...
Y lo cierto es que cuando uno pone voluntad, cuando hay entendimiento, como el que se da entre nosotros, el asunto va saliendo adelante y le vamos dando nuestro propio revolcón gastronómico. Sobre el caracol, el molusco que hoy se nos pone delante, no teníamos muchas fotos, pero la web es una cueva inmensa donde los caracoles van sacando los cuernos al sol. Es necesario tener en cuenta que existen unas 43.000 especies de caracoles repartidas por todo el mundo y la red es un mundo donde este animal triunfa. No en vano, hay más caracoles en la Tierra que insectos. Y para que salgan también al sol de nuestra tierra, cantábamos los niños en la escuela: «caracol-col-col saca los cuernos al sol que tu padre y tu madre también los sacó».
También en este mundillo de la fauna se suscitan refranes y leyendas que encierran enseñanzas y sabiduría popular. Yo nunca lo había oído, aunque comía caracoles en casa de mi abuela Ascensión: «Callos y caracoles, no es comida de señores». Ya lo tenemos claro en el enunciado, que los callos y caracoles no es una comida apropiada para personas de cierto status social. Aún así, es evidente que nos encontramos ante un caso de doble identidad. Lo mismo es comida de pueblo que el manjar más exquisito de las casas más pudientes, que algunos achacan a la tradición francesa de los escargots, o famosos caracoles de Borgoña, cocidos y servidos en su concha rellena de mantequilla de ajo y perejil.+
Cuaderno de anotaciones y curiosidades
Un caracol es «cada uno de los moluscos testáceos de la clase de los gasterópodos». De sus miles de especies, algunas son comestibles, unas viven en el mar, otras en las aguas dulces y otras son terrestres. La palabra gasterópodo es de origen griego y significa estómago-pie.
El terrestre camina con el estómago, alargándolo y contrayéndolo sobre el suelo. Suelen encontrarse en lugares húmedos y se desplazan arrastrándose. Es muy fácil verlos justo después de haber llovido. Al más mínimo peligro, se encogen y esconden dentro de su caparazón.
Son animales hermafroditas, lo que significa que pueden poner huevos y también fertilizarlos.
Los científicos estipulan que los caracoles viven una media de cinco años. Aunque aseguran que hay especies de estos animales que llegan incluso a vivir 25 años.
Estos animales poseen en la boca una estructura llamada rádula, con miles de dentículos que les sirven para raspar las superficies con el fin de que puedan alimentarse.
La mucosidad que le ayuda en su locomoción contribuye a su regulación térmica. También reduce el riesgo del caracol ante las heridas y las agresiones externas, principalmente bacterianas y fúngicas, y los ayuda a ahuyentar insectos potencialmente peligrosos como las hormigas.
Quién no ha oído hablar de los caracoles que se preparan en Madrid, o los típicos a la vizcaína del País Vasco, a la llauna (Cataluña) o a la andaluza, que aconsejan degustar con un pan de miga intensa para empapar la salsa con abundancia. Y ya si se acompaña con una cerveza fría o una manzanilla de Sanlúcar pues miel sobre hojuelas, como suele decirse.
En National Geographic investigan sobre la baba de caracol que triunfa en el mundo. Se ha demostrado que los productos que contienen baba o moco de caracol se remontan muchos años atrás y pueden tener un valor más allá de la cosmética. Los griegos lo utilizaban para combatir inflamaciones tópicas.
En la década de 1980, los criadores chilenos observaron que la manipulación de caracoles para el mercado alimentario francés les dejaba las manos más suaves y que los cortes se curaban más rápido, lo que catapultó la popularidad de la baba de caracol en Sudamérica.
En las páginas dedicadas al caracol se muestran miles de curiosidades, como que el acto sexual entre estos animales es tan largo que se prolonga varias horas; que se aparean con las primeras lluvias y que cada individuo pone unos 70 huevos que tardan unos 20 días en eclosionar. Los caracoles crecen en poco tiempo y en unos meses ya tienen talla suficiente para ser consumidos. Por eso, se espera hasta mayo, que es cuando están ya grandes.