Comentaba Francis Olea, entrenador del Becerril, a este periódico al término del partido que el fútbol es una montaña rusa, tanto de emociones, como de resultados.
Y así está siendo para el Becerril, al que ahora le pintan bastos. Tuvo un inicio de año espectacular, en el que todo le salía, todo le funcionaba y sumaba triunfo tras triunfo y ahora todo es en sentido contrario, sin encontrar una explicación lógica. Bueno, en esta ocasión la tiene con el cúmulo de ausencias por lesiones o temas laborales, como fue el caso de Veintimilla, Carlos, Sierra, a los que se sumó Kuko antes de la media hora de juego.
Así que el técnico tuvo que diseñar un once competitivo con lo que tenía, formando con un 4-2-3-1 ante un rival rocoso. Con independencia del dibujo, el equipo morado estaba plagado de jugones, precisamente en el día menos indicado, porque el terreno de juego, duro y helado, no invitaba a su fútbol.
El Tordesillas pareció estar más intenso en el inicio del partido, animado por un buen grupo de seguidores rojiblancos que se dieron cita. Samu, un jugador con una endiablada velocidad, estuvo a punto de marcar en un mano a mano con Sevi, que evitaba el gol.
Pero poco pudo hacer en el tanto que le acabó dando el triunfo a los vallisoletanos. Un gol con polémica, porque vino originado por un saque de esquina inexistente. Luego, cierto es, no estuvo contundente la defensa para despejar tras tres rechaces.
El Tordesillas, un equipo con oficio, con viejos conocidos como Torres, Obispo o Inestal, intentó dormir el partido a medida que avanzaban los minutos, con pérdidas de tiempo. Incluso el choque se volvió un tanto bronco y no exento de más polémica con una acción dentro del área visitante sobre Blanco que no cobró el árbitro.
Era un partido de 0-0, que acabó con derrota por un error arbitral y un cúmulo de errores defensivos. Lo dicho, la fortuna ahora es esquiva.