Para muchos, el frutero de la serie televisiva Siete vidas; para otros, el cómico andaluz con bigote. El actor y humoristaSanti Rodríguez, en gran medida reconocido por sus papeles de fanfarrón maleducado (totalmente contrarios a su verdadera personalidad), llega este viernes al Teatro Ortega con un espectáculo «de muerte», Espíritu. En él, a través de la «cercanía» con los espectadores «invitará a la reflexión» sobre el paso fugaz del tiempo y «la forma de desaprovecharlo» por parte de los seres humanos.
Espíritu mezcla el concepto de la muerte con la comedia. ¿Cómo conjuga estos dos lenguajes tan dispares sobre el escenario?
Siempre intento desde el respeto encontrar la parte amable y cómica de lo que hago. En este caso, influido por las experiencias que he tenido, la obra me ha llevado a hacer una reflexión y un canto a la vida desde la muerte.
El espectáculo intenta poner en guardia a la gente de algo que todos sabemos, pero sobre lo que nadie hace nada: que la vida pasa volando y aun así desperdiciamos el tiempo en quejas en lugar de disfrutarla.
Uno de los mensajes que transmite la obra es la necesidad de reírse en los malos momentos. ¿Comulga con esta idea?
A lo mejor no te puedes reír de forma literal, pero sí intentar sacar el lado menos malo de las cosas. Al fin y al cabo, todo se basa en intentar ser feliz.
¿En qué se enfocará para desatar las risas?
En cómo el ser humano se comporta de una forma absurda. El secreto de una obra es que el espectador se identifique con lo que estás contando: si le es familiar al público, el trabajo está casi hecho.
De todos los personajes a los que ha interpretado, ¿cuál es el que tuvo mayor impacto en su carrera?
El frutero de Siete vidas es con el que me identifica la gente, y yo encantado de que me sigan recordando.
¿Es realmente como se muestra?
Una cosa son los programas donde voy como invitado, como los talent shows. Ahí sí soy Santi Rodríguez.
Algo muy distinto es la ficción. Cuando interpreto personajes como el frutero de Siete vidas o Velasco en Gym Tony, lo que estoy haciendo es encarnar un personaje que, en mi caso, no tiene nada que ver con la realidad. No tengo ningún parecido con ellos.
¿En qué se diferencia Santi Rodríguez del frutero de Siete vidas?
En todo. El frutero es un personaje que no hay por dónde cogerlo. Da mucha lástima que haya gente así en la realidad. Es prepotente, xenófobo, homófobo, misógeno y dice muchas cosas que no se sostienen. Nada más lejos de lo que soy yo, que intento vivir con la conciliación. Peleo a diario para equilibrar la balanza, por eso participo en muchos eventos solidarios y, siempre que hay algo con una causa que merece la pena, intento estar.
El frutero es justo el extremo contrario a lo que yo soy y encarna muchas de las cosas que detesto. La función del personaje cuando se presentó era la de concienciar, lo que pasa es que mucha gente no lo entendió. No pretendemos potenciar los rasgos de los impresentables, sino parodiarlos y caricaturizarlos.
¿Conlleva dificultad ponerse en la piel de estos personajes?
Por supuesto. Hay veces que incluso hemos tenido que tirar para atrás alguna cosa del guion. Aun así, creo que con personajes como estos se consigue remover las conciencias de los espectadores cuando escuchan sus barbaridades. Son anacrónicos y, poco a poco, están dejando de hacer gracia. Sigue y seguirá existiendo gente así, pero se va viendo que, con el paso del tiempo, no tienen cabida en nuestra sociedad.
¿Tampoco la tienen en el plano humorístico?
En el plano humorístico se puede jugar con dos cosas: la libertad de expresión y su limitación. Si jugamos con la primera, aunque pese y toque aguantar ciertos comentarios, se tiene que defender. Si empezamos a poner pegas, ¿quién tiene la potestad de determinar lo que se puede decir y lo que no?
La libertad de expresión a veces nos alegrará y otras nos fastidiará, pero es algo sagrado. O jugamos a que esto es intocable pase lo que pase o la limitamos. Luego podemos hablar del tipo de humor de cada uno, pero si no te gusta, es tan simple como no ir al teatro a verlo.
¿Alguien se ha sorprendido al conocerle en persona?
Muchas veces, y para bien. A mí lo que me llama la atención es que la gente se sorprenda, pero es algo con lo que tengo que convivir.