Un Estado de derecho y una sociedad que se precie de sus valores y se distinga por la defensa de principios constitucionales tan importantes como la igualdad de derechos ante la ley y la no discriminación por razón alguna, tienen que tener presente en el día a día a las personas dependientes y habilitar todos los medios necesarios para que su calidad de vida sea la mejor posible. Así de sencillo y así de complicado al mismo tiempo, pero es que nadie dijo que fuera fácil eliminar toda arista que entorpezca el bienestar general. Hay que tener en cuenta, eso sí, que ni todas las personas dependientes son iguales, ni sus demandas y requerimientos, los mismos. Pero en todos los casos hay obligación real y responsabilidad moral de atender sus necesidades. Porque forman parte de ese Estado de derecho y de la sociedad que lo sustenta.
En este sentido, y aunque todo es mejorable, la comunidad de Castilla y León tiene en su haber una buena atención a la dependencia, que se sitúa, conforme a los datos, diez puntos por encima de la media nacional. Es algo de lo que el Gobierno regional presume cuando se abordan aspectos como el número de plazas residenciales o la diversidad de programas y prestaciones. Naturalmente, quien haya visto rechazada su solicitud o haya sufrido cierta demora, no lo verá del mismo modo porque sabido es que en sanidad, salud y servicios sociales toda espera es demasiado larga. En el caso de quien tiene a su cuidado a una persona dependiente esa sensación se ve agravada porque son muchos y muy específicos los cuidados que ha de dar a diario y los medios técnicos o mecánicos que necesita para ello. Con todo, hay que aplaudir la diligencia de la administración al procurar reducir la demora y mejorar las prestaciones.
En el último lustro, el incremento del número de dependientes en la provincia de Palencia ha sido del 11,8 por ciento hasta llegar a ser cinco de cada cien personas o, lo que es lo mismo, un total de 8.281 palentinos. De estos, 8.270 (el 99,8 por ciento) se benefician a día de hoy de las ayudas a las que tienen derecho a través de 11.981 prestaciones, ya que en algunos casos reciben más de una porque así lo requiere su nivel de dependencia. Hay tres tipificados: el grado I o moderado, el grado II o severo y el grado III, que abarca a los llamados grandes dependientes. En cuanto a las prestaciones, la administración reconoce ocho tipos, que van desde la promoción de la autonomía a la atención residencial.
Nadie está libre de pasar por alguno o por todos esos grados, o de tener a un familiar en esa tesitura, así que es conveniente alegrarse de que vayamos en cabeza pero sin bajar la guardia en ningún momento y sin dejar de pedir cuantas mejoras sean de recibo.