Francisco Jesús San Martín lleva más de 15 años ejerciendo como juez de paz en la localidad de Guardo. Durante estos tres lustros, ha representado a la figura mediadora y conciliadora del pueblo, al mismo tiempo que ha permitido acercar la jurisdicción en su grado más elemental a un municipio que, como muchos, carece de un juzgado de primera instancia al que acudir.
«A veces es un poco complicado porque no estamos estudiados en leyes. Tienes que escuchar las partes y dictar una sentencia a tu entender», relata San Martín, quien, a renglón seguido, subraya las similitudes entre las resoluciones de conflictos que él ha vivido y los juicios celebrados en órganos superiores. «Tú escuchas a los enfrentados y valoras, como pasa en cualquier juicio», manifiesta. «La sentencia que emites es válida. Es algo legal y, si alguien quiere recurrir, debe acudir a instancias superiores», explica a este periódico.
Este diplomado en Educación Social ha estado al frente de las mediaciones en cientos de causas, sobre todo en conflictos entre vecinos. En este punto, el juez de paz señala las peculiaridades de su ocupación. «A veces me ha tocado desplazarme a otro pueblo porque el juez de paz era familiar de uno de los implicados», recuerda.
En cuanto a su forma de actuar, San Martín afirma que se guía «por el sentir». «Me pongo en ambas partes e intento ver si lo sucedido ha sido algo hecho por intuición», desgrana. «A partir de ahí, es tu criterio a la hora de ver si alguien es culpable», considera.
Este experimentado juez de paz lamenta que la figura que actualmente ostenta vaya a pasar a ser «mínimamente representativa» en muchos pueblos, más si cabe tras la entrada en vigor de la Ley 20/2011 del Registro Civil.