Las exigencias de los partidos independentistas catalanes ha llevado al Gobierno y a muchos de sus principales valedores, como el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, a tener que introducir en el relato razonamientos en absoluto creíbles para el resto de españoles. Con la investidura de Salvador Illa como objetivo, Moncloa ha decidido echar el resto en la apuesta y aceptar la aplicación de una financiación para Cataluña que desde el Gobierno y las filas socialistas han bautizado con una denominación que, lejos de generar tranquilidad, afianza más el rechazo: singular. Que ayer se intentara dar fuerza al argumento de que no se le va a conceder a Cataluña un concierto especial como el vasco o navarro no resta preocupación, dado que la singularidad tendrá efectos igualmente perniciosos para la igualdad de todos los españoles.
El relato que el Gobierno quiere construir de nuevo y que empezó a trasladar ayer la ministra portavoz, Pilar Alegría, en cuanto a que la negociación singular con Cataluña se produciría en paralelo a una negociación multilateral con el resto de comunidades, supera con creces lo ofensivo y ultrajante y roza lo insultante. Esta disposición del Ejecutivo a compensar a todas las autonomías es, en sí misma, el reconocimiento de que obra de manera inadecuada y fuera de la lealtad que deben presidir las relaciones del Gobierno con las autonomías. Sea mucho o poco lo que el resto de comunidades puedan obtener a través de esta negociación multilateral, el procedimiento nace viciado de origen y no responde a una relación guiada por el respeto. La pretensión de Pedro Sánchez de comprar la paz del resto de comunidades autónomas con un indisimulado ejercicio de hipocresía política en forma de negociación no puede ser nunca el camino. Se olvida, además, que este tipo de estrategias de comprar silencios tienen poco recorrido tras el resultado de las elecciones autonómicas de mayo de 2023, en las que su partido perdió casi todo el poder territorial, ahora en manos del Partido Popular.
Sánchez parece haber olvidado que el mapa político que hubo entre 2019 y 2023 se parece en poco al actual. Durante esos años tuvo la ventaja de que podía contener el descontento que sus concesiones a los independentistas generaba entre sus presidentes autonómicos, que con mayor o menor agrado aceptaban las indicaciones de su secretario general. Pero hoy el escenario es otro y ni uno solo de los presidentes del PP va a aceptar entrar en ese juego. Muy al contrario, lo que va a conseguir con ese endeble argumento de la negociación multilateral es un frente común con el que, además, reforzará la estrategia de oposición de Alberto Núñez Feijóo. Con la colaboración más que justificada del presidente socialista de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page.