Poco antes de fallecer el escritor y catedrático de Historia de la Ciencia en la Universidad de Valladolid, Anastasio Rojo Vega, me relató la historia de un antepasado suyo, Faustino Rojo González, cerrateño de Hérmedes, enrolado en la resistencia al nazismo, apresado e internado en el campo de concentración Mauthausen-Gusen, donde falleció el 10 de diciembre de 1941. En los datos de su defunción figura, entre otros, su procedencia: HÉRMEDES DE CERRATO-PALENCIA.
La casualidad ha querido que recientemente me haya topado con un artículo de Anastasio Rojo publicado en un periódico regional, con fecha 20 de junio de 1997. Antiguo, por tanto; pero para mí una especie de artículo póstumo ya que lo he encontrado cuando el profesor ya no está entre nosotros.
Este artículo se titula Valoria la Rica, denominación que la actual Valoria la Buena tenía en el siglo XVII, y narra el pleito mantenido entre los vecinos de Valoria (Cerrato vallisoletano) con los de la contigua Cubillas de Cerrato (Cerrato palentino).
Valoria la Rica
Los hechos y su contienda judicial se prolongaron durante un año, desde el 2 de febrero de 1673 hasta el 1 de febrero de 1674.
No era habitual la presencia de bueyes en el Cerrato, pues entre los animales utilizados en las tareas agrícolas de los pueblos cerrateños lo normal era ayudarse de mulas o machos. Sin embargo en la primera de esas fechas llegaron a Cubillas unos carreteros procedentes de Vilvestre (Soria), con carretas tiradas por bueyes, encargándose el guarda Francisco Molinero de que estos bueyes no se salieran de la era en la que estaban aposentados. Pero un descuido del citado guarda propició que los bueyes se escaparan y fueran a unos prados próximos al arroyo de los Madrazos, pertenecientes a Valoria.
Este incidente desencadenó una furibunda reacción de los vecinos de Valoria, que respondieron a la invasión armados con arcabuces, espadas y lanzas, tanto a pie como a caballo. Como consecuencia del ataque, dos bueyes murieron, cuatro resultaron malheridos y el resto, magullados, siendo encerrados en un corral.
Además, el guarda, quien tras percatarse de las consecuencias de su descuido, acudió presto a intentar reconducir a los animales a la era de Cubillas de la que no debieron haber salido, sufrió la misma suerte: fue golpeado con las lanzas y los arcabuces, atado de las manos a la cola de un caballo y arrastrado así hasta el término municipal de Cubillas, dejándolo tirado desangrándose. A rastras, consiguió llegar al pueblo. La paliza le tuvo postrado dos meses sin poder levantarse de la cama, y dando gracias de no haber perdido la vida.
Tanto los carreteros sorianos, propietarios de los bueyes, como los vecinos de Cubillas, denunciaron los hechos.
Del caso se hizo cargo la Justicia de la Chancillería, ubicada en Valladolid, pero la dificultad de encontrar responsabilidades penales en personas concretas imposibilitó condenas individuales. Por el ello, la sentencia estableció un culpable colectivo, la villa de Valoria la Rica, a la que impuso la obligación de indemnizar a los carreteros sorianos por la pérdida de sus bueyes muertos y las heridas del resto, y al guarda Francisco Molinero por la paliza recibida.
Este recibió 3.800 reales de vellón en atención a los dos meses que estuvo postrado en la cama. Esta cantidad le fue abonada a plazos.
Lo que no atendió el tribunal fue la petición expresada por la villa de Valoria. Alegaron que los bueyes habían dejado preñadas a dos vacas de Valoria, y solicitaron indemnización por ello. Siendo bueyes puede parecer una excusa poco creíble, dada su imposibilidad de preñar, habida cuenta de que son toros castrados.
En cualquier caso, y a tenor de lo expresado en la sentencia, el pleito finalizó el 1 de febrero de 1674 (la semana pasada hizo 350 años). Justo un año después de sucedidos los hechos. Ninguna de las dos partes quedó totalmente contenta con la sentencia, pero primó el restablecer las buenas relaciones de vecindad.