Verano Azul (1981), que apareció de nuevo este año en las parrillas de La 2 y que está al alcance de cualquier persona a través de la plataforma digital RTVE Play, va más allá de los chavales silbando mientras pedalean, del «Chanquete ha muerto» y «de no nos moverán». La periodista y doctora en Comunicación por la Universidad de Valladolid (UVA) Cristina Zapatero Flórez (Palencia, 1995) analizó de manera prácticamente milimétrica la serie de Antonio Mercero y otras diez ficciones nacionales que se emitieron en Televisión Española (TVE) entre 1976 y 1986 y lo plasmó en la tesis La Nueva España Democrática en las series televisivas, un estudio sobre el cambio social desde una perspectiva de género, que defendió satisfactoriamente el 9 de julio.
Su trabajo, que comenzó en noviembre de 2018, se extendió a lo largo de más de cinco años y medio. Admite que el primero de ellos fue como «una toma de contacto con la tesis» y que tras lograr una beca de Formación del Profesorado Universitario (FPU) del Ministerio de Educación empezó a dedicarse a ella más a fondo. Eso sí, combinó la investigación con la docencia, ya que en este tiempo impartió clases del grado de Periodismo en la UVA. Finalmente, elaboró un texto dirigido por los doctores Virginia Martín Jiménez y José Vidal Pelaz Pérez que logró un sobresaliente con mención cum laude.
¿Cómo se abordó durante la Transición la igualdad entre hombres y mujeres?
La definición de Transición es un poco problemática y hay quien dice que esta tesis se mete ya en la Democracia como tal, pero en aquellos años, que se extendieron hasta mediados de los 80, hubo importantes conquistas para las mujeres. Se legalizó la píldora anticonceptiva, el divorcio y el aborto en tres supuestos. Ya a finales de Franquismo hay importantes cambios legislativos que abogan por una mayor igualdad entre hombres y mujeres y, una vez que muere Franco, llegaron cuestiones como la píldora anticonceptiva, el divorcio, la modificación de la patria potestad y el aborto. Era una época en la que se estaba haciendo una nueva sociedad y en muchas ocasiones la ley iba un poco a rebufo de ella. O sea, eran cambios que se estaban normalizando en la sociedad que al final había que incluirlos en un texto. En cuanto al tratamiento de hombres y mujeres, cabe destacar que 1975 fue el Año Internacional de la Mujer, aunque no estuvo muy claro el enfoque para alcanzar la igualdad.
¿Cómo empezaron a trasladarse las reivindicaciones de las mujeres a las series que se emitieron entre 1976 y 1986?
Una de las peculiaridades de la tesis y de cualquier investigación que aborde ficción audiovisual es que desde el momento de que se concibe un guion hasta que el producto llega al cine o la televisión pasa bastante tiempo.
La serie más antigua que analicé, La señora García se confiesa (1976), realmente se escribió durante la dictadura. El director, Adolfo Marsillach, recuerda que la muerte de Franco le pilló buscando exteriores para el rodaje. Es decir, esta serie se escribió durante la dictadura y el propio título es una reivindicación en sí mismo. Esta ficción habla de las mujeres de una clase social elevada que nunca se habían visto en la obligación de trabajar porque las mantenía el marido o la familia y que de repente se encontraban con un cierto vacío existencial porque sentían la necesidad de ser útiles para la nueva sociedad que se estaba creando en ese momento. De hecho, el guion lo dice tal cual, aunque se escribiera antes de la Transición. Esto significa que la conciencia de que hacía falta un cambio social y que las mujeres tenían que ser partícipes del mismo está presente en las primeras series desde tiempos dictatoriales. Y luego conforme se avanza en el período de estudio las primeras cuestiones se van normalizando y se van abordando temas nuevos.
En El español y los siete pecados capitales (1980), que está basada en el libro del mismo nombre de Díaz-Plaja se incluye, justo al final de la serie, una escena con una jovencísima Verónica Forqué (creo que en un papel sin acreditar) reclamando al protagonista que por qué la serie se llama así y no La española y los siete pecados capitales. Estamos hablando de una serie de 1980 con una reivindicación que incluso a día de hoy suena bastante actual.
Hace referencia a series ambientadas en la misma época en la que se emitieron. ¿Analizó otras ficciones con las mismas características?
La serie más conocida que estudié fue Verano Azul, que creo que es la que más se ha repuesto en España. En ella, la igualdad está más presente de lo que a lo mejor recordamos. Abordó, por ejemplo, el tema de la menstruación, una cuestión que hoy se trata de manera más sencilla, pero que en los años 2000 seguía siendo tabú en muchas series de adolescentes. Aunque a día de hoy tal vez veamos esta obra y nos parezca edulcorada y casi moralista, creo que fue un avance en su momento. Verano Azul paralizaba España y llevó a una gran audiencia cuestiones como la maternidad en solitario, el divorcio y temas oscuros como la muerte, el suicidio o el alcoholismo.
De hecho, una de las anécdotas que se incluyen en la tesis y de las que más orgullosa estoy es que hubo un doblaje. En el rodaje original el personaje de Concha Cueto, la madre de Desi, dice ¿quieres decir separarnos?, pero durante el montaje se legalizó el divorcio y el personaje acabó diciendo ¿quieres decir divorciarnos? Incluso se llegó a hacer una alusión muy velada al aborto cuando aún no se habían aprobado ni los tres supuestos.
Uno de los investigadores más renombrados, Manuel Palacio, generó bastante polémica porque llegó a decir que Verano Azul había hecho más por la Transición que todos los políticos de este país. Yo estoy plenamente de acuerdo. Creo que la Transición fue, en parte, gracias a Mercero.
Las dos últimas series ambientadas en la contemporaneidad que analicé fueron Anillos de Oro (1983) y Segunda Enseñanza (1986), que quizá a la gente de cierta edad le suenen. La primera explica la Ley del Divorcio a todos los públicos. Ana Diosdado se la propuso años antes a TVE, que respondió negativamente. Cuando la norma se aprobó, fue la televisión quien llamó a Diosdado para pedirle un proyecto y les recordó que ya se lo había mandado. Está protagonizada por un bufete de abogados y en cada uno de los trece capítulos aborda una problemática distinta que puede llevar a una pareja a plantearse el divorcio. Aquí se trataron también temas como la homosexualidad y los distintos modelos relacionales.
Respecto a la segunda serie, destacar que el título es una metáfora. Habla de una profesora de instituto que había sido madre soltera durante la dictadura y que se enfrentó un poco a los fantasmas del pasado. Al igual que Verano Azul, se vale de las tramas episódicas para tratar temas de actualidad en aquel momento, como el divorcio, la homosexualidad femenina y la situación de los exiliados.
Las seis series restantes están ambientadas en el pasado, tres basadas en novelas y otras tantas en la vida de personajes históricos. ¿Por qué las seleccionó?
Las obras ambientadas en el pasado sirven para tomar cierta distancia de temas que podían doler un poco más, especialmente conforme avanzaba en el período de análisis. Además, quería conocer las diferencias que tenían las series respecto a las novelas y ver las licencias narrativas que se tomaban al tratar hechos históricos probados o hasta qué punto se novelaba con vidas de gente que habían existido realmente.
Elige tres obras que toman como fuente otras tantas novelas escritas entre finales del siglo XIX y principios del XX: Cañas y barro (1978), Fortunata y Jacinta (1980) y Los pazos de Ulloa (1985) ¿Qué cambios observó?
Cañas y Barro está basada en la novela homónima de Blasco Ibáñez, que es naturalismo puro y duro. O sea, los personajes son descarnados y, a veces, hasta poco humanos por el propio afán de sobrevivir. En cambio, en la adaptación a la televisión se intentó humanizar mucho a personajes y se dio a las mujeres un peso que no tenían en la novela original. Pienso que estos cambios se hicieron para actualizar la tema y por mostrar una familia que se pudiera parecer a las que estaban viendo la serie. Además, se daba una visión más positiva del pasado, aunque manteniendo una mayor fidelidad a la novela que las películas que se hicieron durante el Franquismo.
En cambio, en Los Pazos de Ulloa sucede lo contrario. En la novela de Pardo Bazán aparecen mujeres que tienen bastante entidad y que actúan por sí mismas pero en la serie no, siendo esta la más crítica con el pasado de las adaptaciones literarias. Por su parte, Fortunata y Jacinta es un ejemplo de fidelidad a la obra literaria original que se ha dado en la televisión de este país.
¿Y en las series que reflejan la vida de Miguel de Cervantes (Cervantes, 1981), Teresa de Jesús (1984) y Mariana Pineda (Proceso a Mariana Pineda, 1984)?
En Cervantes, es muy evidente que se noveló parte de su vida. La serie se concibió como una oda a la libertad, sobre todo a la de expresión, aunque fue muy polémica. Desde el punto de vista de la representación de género, en uno de los primeros capítulos, el protagonista visita un burdel, lo que fue una bomba para la prensa conservadora de la época. Además, el final es una invención, ya que en aquella época no se sabía dónde estaban los restos de Cervantes y la propia serie, con una voz en off, reconoce que el juicio de la Inquisición que aparece al final es una invención para explicar porqué no había tumba.
Teresa de Jesús, que fue una de las grandes superproducciones de la época y fue muy aclamada, pretendió mostrar a la escritora y a una mujer crítica con las condiciones a las que vivían sometidas sus coetáneas en el siglo XVI. Llegó a incluir alegatos feministas que sorprendentemente fueron bastante bien recibidos por el público. De hecho, en la serie de Josefina Molina (es la única serie analizada que dirige oficialmente una mujer) se llega a decir que ella eligió los hábitos porque había visto que la vida de la mujer que no se metía monja y se casaba era una sucesión de partos hasta que morían de agotamiento.
Por el contrario, los alegatos feministas incluidos en Proceso a Mariana Pineda no fueron bien admitidos por los espectadores. Así como Teresa de Jesús apareció durante el Franquismo destacándose su aspecto religioso, de Mariana Pineda hubo representaciones basadas en su vida que estuvieron prohibidas. Entonces la serie ya nació con cierta significación política, que se agrandó al ser la protagonista Pepa Flores. Además, hubo muchas críticas porque se presentó a la protagonista como un personaje sexual. Y esto es bastante paradójico, porque, aunque el personaje reconoce haber tenido relación con varios hombres y una vida sentimental bastante agitada, realmente en pantalla solo se la ve con un hombre.
¿Qué aportaron esas series en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres en la Transición?
Estas series acercaron al gran público distintas realidades que hasta unos años antes eran totalmente extrañas y externas, como el divorcio, el aborto o las madres solteras. La ficción televisiva, en este sentido, normaliza determinados temas que, a lo mejor por otras vías, como por ejemplo los reportajes o las piezas más puramente informativas sería un poquito más difícil que llegasen a la gente. También esto vale para las series ambientadas en el pasado, que recordaron determinados aspectos del pasado, trajeron del olvido a personajes como Mariana Pineda, reinterpretaron personajes de los que el Franquismo se había apropiado, como Teresa de Jesús o una determinada visión de Cervantes, y recuperaron algunas imágenes del pasado que durante la dictadura habían estado totalmente sepultadas.
¿Consideras que estas series tienen cabida actualmente en las parrillas de televisión?
Muchas de estas ficciones, sobre todo las adaptaciones literarias, se volvieron a emitir durante la pandemia porque era un momento en el que se paralizaron los rodajes. Sin embargo, el lenguaje audiovisual ha cambiado mucho. Por ello, creo que costaría mucho emitirlas para un gran público porque son muy lentas y porque la manera de hacer televisión ha cambiado desde entonces. Si tuviera que recomendar una, elegiría Anillos de Oro, que creo que es la que mejor ha mantenido el ritmo y la que mejor ha envejecido, en parte porque Ana Diosdado es la mejor guionista que ha dado este país, pero en general se percibirían todas como lentas.
¿Y en lo referente a los mensajes que transmitían?
Sí. Por eso me da pena que se vean lentas, porque considero que los mensajes que se transmitían en estas series deberían estar presentes a día de hoy. Y porque muchas de estas series también fueron grandes apuestas en su momento y a nivel audiovisual están muy bien hechas. Me da un poco de rabia que estemos tan acostumbrados a un ritmo más rápido y que haya que mentalizarse para ver una de estas series completas. Pero lo que vienen siendo los mensajes que incluían creo que sí que deberían seguir estando muy presentes. Me encantaría que El español y los siete pecados capitales fuera más digerible para un público actual. Critica las dos Españas y la división que hay entre los españoles.
La serie más conocida, Verano Azul, ¿cómo ha envejecido?
Verano Azul es una institución es sí misma. A día de hoy me parece lenta, pero creo que a una parte de los niños creo que les sigue llamando la atención. Durante la tesis he tenido que leer blogs de enamorados de esta serie y muchos de ellos dicen que les ponen la serie a sus hijos y que les sigue gustando. Pienso que por los mensajes y porque realmente la serie estaba muy bien hecha. Mercero pedía a sus hijos adolescentes que le corrigieran los guiones para asegurarse de que los chavales hablaban como los de entonces.
¿Qué contenidos deberían de tener una serie en la actualidad para dar una imagen correcta de hombres y mujeres y favorecer así la igualdad de géneros?
A día de hoy está tan candente el tema de la igualdad que me parece prácticamente imposible hacerlo bien. Es muy difícil hacer una representación justa, hacer una representación inclusiva, hacer una representación que contribuya a normalizar cosas que están sucediendo y que deberíamos normalizar de una vez, sin caer en que parezca que está metido algún calzador y en que parezca que nos están intentando vender la moto. Deberíamos normalizar las cosas, naturalizarlas, sin necesidad de que pareciera una soflama política. Que haya también más canales, más opciones y todo favorece que sea más complicado esta cuestión.
¿Qué conclusiones has sacado de todo este trabajo?
La impresión con la que me quedé, después de analizar estas series, era que España estaba pidiendo a gritos una democracia y que las series reflejaron y a la vez fomentaron que se produjera este cambio social. Y se rescataron temas del pasado, como la República o la memoria histórica.
En lo referente a la igualdad, las series muestran una imagen más igualitaria, pero no se sacan esa imagen de la manga. Todo eso viene de algo que ya estaba haciendo en la sociedad y que como mucho podrán contribuir a apoyar, acelerar y fomentar que se vaya un poquito más hacia un lado o hacia otro, pero realmente la conciencia de que se estaba produciendo un cambio social y que las mujeres tenían que tener los mismos derechos y deberes que los hombres, estaba presente ya desde el final del Franquismo.
Por último, ¿a qué fuentes recurrió?
En este punto hay que romper una lanza a favor de RTVE, que ofrece las series en abierto en su web y sin problema. De hecho, la que no estaba accesible les pedí que la digitalizasen antes y lo hicieron. En ese sentido, muy agradecida al fondo documental de RTVE. En lo que se refiere a guiones, organigramas y documentos no he conseguido encontrar prácticamente nada. He tenido acceso únicamente al guion de Anillos de Oro porque se editó como libro y críticas que se hacían en periódicos. Las hemerotecas son como un laberinto, pero por lo menos existen. También tuve acceso a las películas Cañas y Barro y Fortunata y Jacinta que se grabaron durante el Franquismo y pude compararlas con las series posteriores.