Doce poetas, tantos como años hace que no se celebran, confluyen en las Jornadas de Poesía Ciudad de Palencia que, en la que es su decimoquinta edición, desde ayer -y hasta mañana- ha programado lecturas, debates, conversaciones, improvisaciones y performances ante un aforo limitado. En la sesión inaugural, que se desarrolló en la sede del Ateneo, al igual que el resto del ciclo y presentaron Enrique Gómez y Fernando Martín Aduriz, intervinieron representantes de las entidades organizadoras: este último también en calidad de patrono de la Fundación Obra Social de Castilla y León (Fundos), la presidenta de la asociación científica, literaria y artística, Virginia Franco, además de Julián Alonso, quien repasó la historia de la cita poética, de la primera a la decimocuarta entrega que impulsaron él y Marcelino García Velasco, del que dijo que «su espíritu poético permanece».
Las jornadas, que toman el primer verso del soneto Everness de Jorge Luis Borges «Sólo una cosa no hay. Es el olvido» como lema, en la primera sesión contaron con Antonio Gamoneda en torno a la secuencia El olvido de los poetas; Abraham Gragera y Rosa Berbel en No hay olvido; esta última y María Isabel Cuena en Jóvenes poetas que escriben del olvido, y Sergio García Zamora y, de nuevo el Premio Cervantes de 2006 en No hay olvido. De Cuba a Castilla. De Asturias a León.
Durante su intervención se refirió a versos que «están bien, pero son mentira»: «lo mejor del recuerdo es el olvido...», de Manuel Alcántara, y afirmó que él no tiene el olvido que quiere, «tengo el que puedo nada más». «Fui un niño de la guerra que tuvo más sufrimientos que otros niños», dijo. «No voy a mezclar demasiada ceniza con el recuerdo», señaló. También hizo hincapié en el «deber de la alegría», pero «no puede realizarse en un país injusto, en un país en el que ahora mismo duerme gente en la calle...». «Las jornadas tienen que ser para la poesía, pero no pueden servir para ocultar la verdad».
Es esta primera sesión también presentó su libro lldefonso Rodríguez. Pliegue a pliegue «está dedicado a la memoria de un excelente amigo y excelente escritor que hace cinco años que murió, Tomás Salvador González». «No existe el olvido, vamos a demostrarlo», dijo.
Abraham Gragera destacó que «el campo semántico de la propuesta es amplísimo, se puede hablar de la memoria, y eso que también está en los Evangelios, que Dios lo tiene todo contabilizado, hasta el último pelo de tu cabeza». En fin, «desde el punto de vista metafísico es muy sugerente, del paso del tiempo también. Vengo a ver qué surge. El público se puede llevar unas cuantas cuestiones para reflexionar en soledad».
Rosa Berbel se refirió a que la memoria y el olvido son «dos de los grandes» temas de la poesía. «Me interesa todo lo que tiene la memoria de ficción, de mentira, de trampa y muchos de mis poemas desde que empecé a escribir han ido en este sentido, en cómo falseamos nuestro propio relato». «Da pie conversar sobre numerosas cuestiones. La memoria tiene muchas aristas», aseveró.
La intervención de Sergio García Zamora giró en torno a la importancia de la memoria para la constitución de la identidad nacional, «cómo Cuba se ha pensado, no siempre pero casi, desde fuera». Hizo referencia a los poetas José María Heredia y Martí. «La memoria constituye parte esencial de la identidad, y en el caso de Cuba de la identidad del ser ontológico del cubano», concluyó.
María Isabel Cuena vio contradicción en la premisa jóvenes escribiendo del olvido cuando «tenemos todavía mucho que no olvidar, pero también mucho olvidado porque venimos de la infancia». Para la ocasión hizo un cónclave con sus poetas de cabecera: Walter Benjamin, Paul Celan, Platón y Juan Ramón Jiménez