Después de 23 años «tragándose» el duelo por la muerte por suicidio de su hermano, el periodista y escritor Alberto Gómez ha decidido romper el silencio. Lo hace con un libro en primera persona. En él invita a hablar del suicidio y evidencia la falta de los recursos necesarios para combatir esta lacra. «No se habla ni en casa», dice.
Con su libro Contra el silencio: un viaje por las etapas del duelo después del suicidio, el periodista jerezano afincado en Barcelona quiere poner voz a una situación que se replica en demasiadas ocasiones (más de 4.000 personas se suicidan cada año en España) y ayudar a todos aquellos que conviven con esta pérdida a dar el paso de hablar, perdonar y permitirse ser felices.
El título del libro Contra el silencio: un viaje por las etapas del duelo después del suicidio es revelador. ¿Cómo surge y con qué objetivo?
El título es elocuente porque queremos visibilizar el suicidio, decir que no nos gusta el silencio, que no queremos que esto se calle en tantas y tantas familias. En mi caso, sin saberlo, me fui sumando al silencio al que se suman muchas personas que pasan por un suicidio durante semanas, meses, años, décadas.
Fueron 23 años de silencio hasta que afortunadamente me atreví a dar el paso y me metí en un grupo de duelo tardío, donde todos lo que vamos hemos pasado por una muerte por suicidio en la familia mucho tiempo antes -5 años, 10, 20, 40 años-. Después de cada sesión volvía a casa con mil sensaciones y emociones, cosas con las que me identificaba, otras que no imaginaba y después de muchas sesiones plantee a una editorial la idea de un libro.
Escribir sobre suicidio es complicado, pero hacerlo desde una experiencia personal aún más. ¿Cómo se enfrentó a este libro?
Lo que quería era compartir mi duelo, porque no hay dos iguales, con personas que estás pasando o has pasado por lo mismo, para que se sientan escuchadas, que sepan que existen los grupos de duelo donde se comparte esta tristeza, esta pena y también los momentos de alegría, porque con el suicidio también los momentos bonitos quedan silenciados.
También quería que la gente cercana supiera lo que pasamos, que se pongan en nuestra piel y entiendan lo que sufrimos y por qué no lo contamos.
¿Por qué el suicidio sigue siendo un tema tan incómodo?
Porque es una muerte visceral, violenta, súbita y, sobre todo, antinatural. Por eso duele mucho y lo mejor es no hablarlo, no compartirlo y hacer como si no hubiera pasado. También porque las preguntas que vienen después de contarlo son incómodas y tampoco puedes contestar.
¿Se aprende a vivir con el suicidio de un familiar?
Cuesta mucho vivir con una muerte por suicidio y lo normal es refugiarse en el silencio y no hablar de esa persona que murió. Normalmente, no se habla ni en casa. Y ahora quiero hacer lo contrario. Quiero hablar de mi hermano y quiero contar cosas graciosas que compartí con él.
¿Se llega a entender y a perdonar a la persona que decide irse?
Yo creo que sí. Yo me cansé de estar enfadado con mi hermano. Dejas de darle vueltas a que solo pensó en sí mismo, que fue un egoísta y te das cuenta de que lo que quería era dejar de sufrir. Es una salida que implica mucho dolor y mucha pena. Dejar de enfadarte con esa persona te da mucha paz.
¿Cuales son las etapas del duelo después del suicidio?
No todo el mundo pasa por las mismas, ni todo el mundo las pasa en el mismo orden, pero algunas son genéricas. El silencio es la más común, también sentirte culpable, pensar que no hiciste algo para evitarlo, incluso sentirte culpable por ser feliz.
También la mentira, porque se miente o se oculta y no se cuenta lo que pasó. Y el enfado. Estas son las más habituales, en un orden u otro, con más o menos intensidad.
¿Como pesa ese silencio sobre las familias?
En las familias sufrimos el silencio en el salón del comedor, no se habla, las fotos van desapareciendo, los recuerdos van desapareciendo, tu familiar va desapareciendo de las conversaciones. Nosotros hemos ido al cementerio pero nunca juntos. Es un dolor que cada uno digiere y traga como puede pero no lo comparte ni siquiera con la familia. Piensas que cuanto más te lo tragues menos daño haces a los demás. Pero ocultarlo es como poner una tirita, parece que funciona pero cuando te quitas la tirita duele mucho más. Yo me quité esa tirita hace tres años.
¿Cómo debe la sociedad enfrentar ese silencio?
Ni hablando todo el tiempo del suicidio ni banalizando o infravalorándolo cuando muere un famoso como ocurrió cuando falleció Verónica Forqué, que se dijo de todo. Como sociedad si rompemos el silencio, algo ganamos.
Ya que menciona a Verónica Forqué, ¿Cómo cree que se debería abordar este tema en los medios de comunicación?
Tenemos que escribir o hablar de las personas que mueren por suicidio con el tacto, mimo y mano izquierda que emplearíamos si se tratara de un amigo. Y obviando cómo se produce la muerte porque es un dato que no aporta nada.
Por supuesto que publicar y hablar del suicidio no genera más suicidios. Lo que mata es el silencio. Pero sí podemos usar expresiones e imágenes que no hagan daño a nadie. Hay expertos que manejan un lenguaje con el que no se hace daño.
Preguntemos a esos expertos cómo tratarlo. Por ejemplo, deberíamos hablar de muerte por suicidio y no de suicidarse, que suena más activo, porque los expertos dicen que el suicidio se produce en un momento muy visceral e irracional.
¿Hay suficientes recursos?
Hacen falta más recursos, más psicólogos, que las citas en salud mental sean más ágiles, hacen falta más grupos de ayuda. Hay muy poca ayuda y muy pocos grupos. El grupo al que yo acudí, DSAS (Después del Suicidio-Asociación de Supervivientes), lleva más de once años funcionando y tiene un local alquilado desde hace unos meses. En una década ninguna administración le ha ofrecido a la entidad más antigua de duelo por suicidio en España un espacio donde la gente pueda reunirse, cuando las tasas de suicidio en España son altísimas y aumentan. Con eso está todo dicho.
¿Qué papel deben jugar las administraciones públicas?
Hay que trabajar en la prevención y cuando llegamos tarde, que las personas que lo han sufrido lo lleven lo mejor posible. En lugar de llevar 23 años con el peso de una muerte por suicidio reducirlo a 10, ya sería un paso. Intentémoslo. Ofrezcamos más entidades, más locales, más grupos… Hagamos algo.
¿Cómo espera que ayude su libro?
Cada día recibo mensajes de gente que ha leído el libro y comparte historias silenciadas durante mucho tiempo. Estamos rompiendo el silencio. Quiero reírme recordando alguna anécdota graciosa de mi hermano y ojalá en otras familias haya gente que también quiera dar un paso, acercarse a un grupo de duelo, contárselo al compañero de trabajo. Si Alberto Gómez te remueve un poco y te empuja a contarlo, habremos subido un escalón, el más difícil. Subido ese escalón los demás vienen seguidos.