Solidaridad a raudales

Raúl Casado (EFE)
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Las redes de apoyo nacidas en la pandemia de la COVID para canalizar la ayuda de millones de españoles vuelven a aflorar para dar respaldo a una Valencia sacudida por la tragedia

Un grupo de voluntarios caminan entre el fango y los escombros en una calle de Paiporta. - Foto: Rober Solsona (Europa Press)

Surgieron durante los peores momentos de la pandemia de coronavirus de forma espontánea para canalizar la colaboración de millones de españoles, y las mismas redes de apoyo y solidaridad han vuelto a aflorar ahora para encauzar la ayuda, con muchas lecciones aprendidas entonces, tras los devastadores efectos de la DANA en Valencia.

Supermercados y centros comerciales de toda España se han convertido durante los últimos días en espacios de recogida de alimentos y productos de primera necesidad, y se han sucedido además los llamamientos desde los centros educativos, de trabajo o asociaciones vecinales para organizar la recopilación y el envío.

Sobre el teléfono de Inés pivotó hace varios años, en los momentos más duros de la COVID-19, una de las miles de iniciativas solidarias que acabaron tejiendo aquellas redes de apoyo. Nadie se salió de aquellos grupos de WhatsApp, pero habían permanecido «dormidos» y habían quedado al final de los historiales. Hasta ahora.

«¿Vais a hacer algo?»; «¿qué necesitáis?; «contad conmigo»; empezaron a saltar mensajes y a las pocas horas había revivido. «Urge un local/garage/oficina a pie de calle para recoger las donaciones»; y surgió, y rápido se llenó la primera furgoneta, unas de miles que durante la pasada semana se apostaron a las puertas de supermercados y centros comerciales.

Y las lecciones aprendidas de la pandemia dieron sus frutos, y rápidamente cientos de organizaciones ya tenían disponibles a miles de voluntarios, con nombres, apellidos, documentos de identidad, profesiones y habilidades, y esos motores de solidaridad sabían donde repostar, pero también como llegar con rapidez y de la forma más segura a los lugares donde más falta hace para asegurar la eficacia de su ayuda.

Inés es Inés Muñoz, bióloga estructural y directora de la Unidad de Cristalografía e Ingeniería de Proteínas en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO); ella comprobó cómo al conocerse los efectos catastróficos de la DANA emergieron aquellos grupos, pero insiste en que el suyo es solo un hilo más de la gigantesca red solidaria que cosen de forma espontánea los ciudadanos cada vez que hay una emergencia.

Hace cuatro años aquella oleada de ayuda de compañeros, amigos y vecinos desembocó en una plataforma (www.juntossalimos.es) y ahora la han canalizado a través de una pequeña asociación, Olvidados, volcada desde hace 15 años en dar respaldo a los más vulnerables y desfavorecidos. Sus responsables y un pequeño grupo de voluntarios ya trabajan sobre el terreno afectado en Valencia.

«Es emocionante empezar a recibir mensajes de personas de las que no has sabido nada desde hace cuatro años; que te escriban para preguntar cómo pueden ayudar», mantiene Muñoz, consciente de la credibilidad que aporta su perfil profesional, su trayectoria científica y la red de contactos que ha permitido llevar a buen puerto  y con mucha agilidad los primeros cargamentos.

Sabe, porque lo comprobaron durante la pandemia, lo importante que es organizar, centralizar, jerarquizar y coordinar el apoyo para multiplicar su eficacia y conseguir que llegue a los lugares donde realmente hace falta y a cada punto lo que más necesario es; y que una gestión ordenada de esa solidaridad consigue maximizar los recursos y las donaciones.

Conocía la labor que esta pequeña asociación ha hecho en algunas de las zonas más desfavorecidas de España (como la Cañada Real de Madrid), para ayudar a las víctimas de conflictos bélicos como el que se vive todavía en Ucrania o a los damnificados por el terremoto de Turquía, empezó a canalizar hacia ella ese caudal de empatía y al comprobar los primeros resultados de estas acciones siente, otra vez, que no se ha equivocado.

En la «zona cero»

Las llamadas a la solidaridad llenaron el primer camión y una furgoneta. Pero, además, hacía falta una nave en territorio valenciano donde descargar el material. A las pocas horas ya la tenían disponible en el corazón de la catástrofe, en el mismísimo Paiporta. Hasta allí se desplazaron los primeros vehículos cargados -un camión y una furgoneta-, tras un fin de semana en el que la recogida de ayuda superó con creces todas sus previsiones.

Sobre el terreno trabaja ya la vicepresidenta de la organización, Olga San Martín, quien se desplazó hasta Valencia junto a un grupo de voluntarios, entre ellos varios bomberos profesionales, y en estos momentos trabajan para distribuir la ayuda en colaboración con los servicios de emergencia y servicios sociales de la comunidad.

San Martín, desde lo que ella misma ha llamado zona cero, manifiesta que los damnificados «van a tardar mucho, muchísimo, en recuperar la normalidad», y explica que están consiguiendo durante las últimas horas acceder hasta los hogares de personas mayores y de vecinos que carecen de las fuerzas necesarias para llegar hasta los puntos donde se reparte el alimento y el agua.

«La suma de fuerzas es tremenda; cosas como esta nos hacen reconciliarnos con el ser humano», asegura una de las responsables de este colectivo, que refleja solo una parte ínfima de las múltiples iniciativas de apoyo que han surgido en España, hasta convertir en parte del paisaje las furgonetas y los camiones que circulan por el país desde hace ya más de una semana con esos grandes carteles: «Ayuda para Valencia».