La plaza de abastos dispone de unos 93 puestos aunque su configuración actual -algunos comercios se han ampliado con el paso de los años -hace que el número de unidades de negocio ronde las 60. Hoy en día, hay 27 puestos cerrados, por lo que el número de comerciantes que trabajan en la actualidad en el mercado palentino asciende a 31.
Es cierto que la plaza de abastos ha vivido tiempos mejores, que hace años que no presenta su mejor cara, pero el céntrico mercado sigue siendo sinónimo de producto de calidad y atención cercana. Israel Tapia, presidente a la asociación de comerciantes de la plaza, tiene claro que su mejora pasa por «abrir los puestos cerrados, modificar y actualizar el reglamento y dar una vuelta al edificio en cuanto a limpieza y mantenimiento».
El Ayuntamiento lleva desde 2016 sin subastar los puestos cerrados a pesar de que ha habido personas interesada en adquirirlos. «Es esencial abrirlos y, para ello, el Consistorio tiene que autorizar nuevos pliegos», comenta Tapia. A día de hoy, la plaza dispone, sobre todo, de carnicerías, pescaderías, tiendas de fruta y verdura, pan y repostería, charcuterías y puestos de alimentación variada, además de espacios de venta de carne de aves y huevos y de quesos. Además, también hay un bar.
Carnicería y salchicería Manolo Martín - Foto: c.h.s.l.Toda su gestión se contempla en un reglamento obsoleto y que no está adaptado a la situación ni organizativa ni legalmente, como tampoco a los tiempos actuales. La plaza de abastos ha sido siempre municipal, aunque ha habido intentos para privatizarla. Durante el anterior mandato, el Ayuntamiento presentó a los comerciantes un proyecto de la empresa RyA Residencias basado en la creación de un gastrobar aprovechando los 11 puestos vacíos que existían entonces, entre otras cuestiones. Los cambios fueron rechazados y la privatización de la gestión del mercado es hoy en día un línea roja para sus inquilinos.
Para Israel Tapia, la clave está en que los comerciantes dejen de ser una asociación para convertirse en una «comunidad», lo que les dotaría de capacidad legal para actuar en beneficio de la plaza de abastos.
Estas propuesta y los cambios recogidos en el proyecto que pergeñará el Ayuntamiento, pueden hacer realidad el deseo de Tapia para los próximo 125 años: «Que la plaza de abastos siga funcionando como lo que es, un gran mercado de proximidad».
Toda una vida detrás del mostrador
Carnicería y salchicería Manolo Martín
Manuel Martín pasó su vida detrás del mostrador y todavía hoy, a sus 83 años, se pasa por la plaza para ver cómo va la Carnicería y Salchichería que hoy regenta su hijo, José Manuel, como antes lo hicieron sus padres y sus abuelos. «A mí me traían de pequeño aquí a mamar y tomaba la teta ahí detrás», explica Martín, que de echar una mano a sus padres, Pablo Martín y Fani González, siendo poco más que un niño, pasó a ser aprendiz de Alfonso Peña. «Un jefe excelente y una gran persona», asevera. Al regresar de la mili, se hizo cargo de la tienda junto a su hermana Jacoba, y allí estuvo hasta los 65 años que se jubiló. «He pasado toda mi vida aquí y he visto cómo ha cambiado la plaza. Recuerdo a las clientas comprar con paraguas por las goteras que había», asevera. «Sigo viniendo por aquí y charlo con unos y con otros y se me pasan los días porque el ambiente de la plaza de abastos no lo tiene un comercio», declara. Hoy, la tienda la regenta su hijo José Manuel (a la izquierda en la foto), que continua una tradición que alcanza cuatro generaciones, siempre ubicados en el mismo lugar en la plaza de abastos, en el pasillo C.
De un mercado a otro
Javier Gómez, de Pescadería Javier y Carolina
El último puesto en abrir en la plaza de abastos ha sido la Pescadería Javier y Carolina, lo que no significa que este matrimonio debute en el mundo de los productos del mar. «Nosotros trabajábamos en la otra plaza, la de La Castellana, en la avenida de Santander. Allí hemos estado durante 23 años pero por circunstancias distintas se ha ido jubilando la gente y nos fuimos quedando solos», explica Javier Gómez. Eso fue lo que hizo que Javier y Carolina tomasen la difícil decisión de cambiar de lugar de trabajo. «Hemos tenido la suerte de que hemos recuperado bastante clientela que teníamos allí y también de que tenemos nuevos clientes, así que estamos encantados y agradecidos tanto a aquella plaza como a esta», señala este pescatero. Gómez reconoce que el mercado del centro capitalino es «más movimiento» que en el ubicado en la avenida de Santander, de gestión privada. Además, explica por qué antes de decidirse por instalarse en la plaza de abastos no pasó por su cabeza abrir una tienda en el barrio. «El comercio detallista, como el nuestro, el único sitio donde tiene posibilidades de sobrevivir es en un mercado. De hecho, casi todas las tiendas de barrio están cerradas», comenta.