El tictac de las manecillas del reloj lleva meses generando cierta sensación de urgencia dentro de la Administración Biden, consciente de que cada minuto cuenta antes del cambio de timón en Estados Unidos. Y, cuando quedan menos de 20 días para la investidura, el mandatario saliente sigue trabajando contra reloj para preservar su legado antes de cederle el testigo al republicano Donald Trump.
Ya lo dejó claro tras las elecciones del pasado 5 de noviembre, que dieron la victoria al magnate neoyorquino frente a la candidata demócrata, Kamala Harris.
El todavía presidente se dirigió entonces a la nación para prometer una transición pacífica y asegurar que haría «que cada día cuente» en el tiempo que le quedaba al frente de la Casa Blanca. Desde ese momento, su equipo ha trabajado sin descanso, aprovechando que toda la atención mediática se ha centrado en el líder republicano. El poder de Biden, sin embargo, es limitado. Se ha convertido en lo que en la jerga política estadounidense se conoce como un pato cojo, un jefe de Estado en sus últimos días de mandato con influencia reducida por la proximidad de la llegada de su sucesor el 20 de enero.
Quizá en el terreno en el que más ha conseguido avanzar antes de que Trump ocupe el Despacho Oval ha sido en la guerra en Europa del Este y su refuerzo a Ucrania. De hecho, pocos días después de los comicios del 5-N, el dirigente norteamericano autorizó a Kiev a usar los misiles estadounidenses ATACMS, con un alcance de 300 kilómetros, contra objetivos dentro de territorio ruso, algo que el presidente Volodimir Zelenski llevaba meses reclamando y a lo que Washington se había resistido por temor a una escalada en el conflicto.
En una de sus últimas decisiones, Biden anunció hace unos días una ayuda militar y financiera adicional por valor de 5.900 millones de dólares «mientras el pueblo ucraniano continúa defendiendo su independencia y su libertad de la agresión rusa». Asimismo, EEUU entregó a su aliado 15.000 millones de dólares de los beneficios obtenidos en activos rusos congelados.
El objetivo de todas estas medidas es fortalecer la posición de Kiev ante una eventual negociación con Moscú que incluya aceptar la anexión al Kremlin de los territorios ocupados. Y es que Trump ha prometido que pondrá fin a la guerra una vez asuma los mandos en apenas 24 horas, aunque no ha proporcionado detalles de cómo planea lograrlo, por lo que cualquier garantía para Zelenski parece poca.
En cuanto al otro conflicto bélico que sacude al mundo, el todavía inquilino de la Casa Blanca lleva intentando desde hace meses desbloquear las negociaciones entre Hamás e Israel y conseguir un alto al fuego en la Franja que permita la liberación de los rehenes que continúan en el enclave palestino. Sin embargo, no parece que eso vaya a suceder en el tiempo que le queda en la Presidencia pese a los intensos intercambios diplomáticos en estas últimas semanas con Egipto y Catar, mediadores entre las partes que también buscan una tregua antes del mandato republicano.
Otras de las prioridades de Biden estos días ha sido reivindicar la importancia de las relaciones internacionales, como la estrecha colaboración que ha habido hasta ahora entre su país y Panamá en materia de seguridad, migración y crecimiento económico. Unas declaraciones que se producen en medio de la polémica desatada tras las amenazas de su sucesor de recuperar el control sobre el canal ubicado en la nación centroamericana.
Indultos
Más allá del terreno internacional, el mandatario también ha aprovechado diciembre para conmutar la pena de muerte a 37 personas, en un paso que Trump ya ha dicho que quiere revocar. A ello se une la decisión de conceder a su hijo Hunter Biden un indulto por los casos penales de posesión ilegal de un arma y fraude fiscal, pese a haber asegurado en varias ocasiones que jamás lo haría.
El demócrata todavía tiene algo de tiempo para dar algún paso más que preserve su legado desde que llegó al Despacho Oval en 2020, aunque todo indica que el funeral de Estado que ha programado para el 9 de enero en Washington en honor al expresidente y «querido amigo» Jimmy Carter, fallecido hace unos días a los 100 años, opacará cualquier deseo de notoriedad.