El palacio de Correos y Telégrafos, situado en la plaza de León, cumple un siglo de historia. Llama la atención que, siendo un edificio tan significativo, de contrastada belleza y ubicado al inicio de la calle Mayor Principal, la efeméride haya pasado desapercibida.
LAS ANTIGUAS DEPENDENCIAS DE CORREOS. A principios del siglo XIX, las dependencias de Correos estaban en la plaza Mayor, en un edificio propiedad del Ayuntamiento. Las condiciones del local no eran las más adecuadas ni tampoco el entorno en el que se encontraba. Junto a las oficinas había un figón o taberna y la administración de Correos protestaba por el elevado riesgo de incendio que conllevaba su proximidad. Dado el mal estado del local, el servicio de Correos fue trasladado en junio de 1892 a un edificio situado en la calle San Francisco (actual de Ignacio Martínez de Azcoitia). Más tarde, en octubre de 1911, se instaló en el número 4 de la calle del Cubo (actual Alonso Fernández de Madrid).
Con la llegada del ferrocarril a la ciudad, en 1860, comenzó el servicio de correo por vía férrea. Por ello, en 1865, se abrió una estafeta de correos en la estación del Norte (la conocida actualmente como estación de pequeña), que inició su actividad el 15 de noviembre de 1865.
Así permanecieron las dependencias hasta que, el 10 de mayo de 1908, el Gobierno publicó una Real Orden obligando a construir, en todas las capitales de provincia y poblaciones importantes, edificios destinados a albergar las oficinas de Correos y Telégrafos. Pocos días después, el 5 de junio de 1908, el Ayuntamiento palentino, presidido por su alcalde Ignacio Martínez de Azcoitia, decidió «ofrecer el solar correspondiente entre el cuartel de Alfonso XII y la puerta de León, algo excéntrico pero que por hallarse a la entrada de la calle Mayor y próximo a la estación del Ferrocarril pudiera ser utilizable al objeto». Al ser el terreno propiedad municipal bastó con la aprobación del Ayuntamiento para llevar a efecto la cesión.
A pesar de la rapidez municipal, el Gobierno se lo tomó con más calma y la aceptación de esos terrenos no se hizo pública hasta julio de 1915, siete años más tarde.
Un proceso constructivo dilatado en el tiempo. Una vez aceptados los terrenos, el Estado convocó un concurso de anteproyectos a nivel nacional para la construcción del nuevo edificio de Correos y Telégrafos. Entre los concursantes estaba Jacobo Romero, arquitecto municipal de Palencia. Su proyecto fue finalmente seleccionado y a él se debe el diseño del edificio, tal y como recogía El Día de Palencia el 26 de junio de 1916: «El jurado calificador de los proyectos presentados para la construcción de la nueva Casa de Correos de esta capital ha emitido su fallo aprobando definitivamente el de nuestro querido amigo y paisano el arquitecto don Jacobo Romero, a quien felicitamos por el triunfo obtenido».
Las obras del edificio se subastaron en octubre de 1916 y recayeron en el constructor local Pablo Valcárcel. A finales de 1921 la obra estaba terminada, pero, paradójicamente, no se procedía a la traslación de las antiguas oficinas. Las quejas fueron continuas. El Día de Palencia publicó un artículo en junio de 1922 en el que exponía: «No sabemos ni queremos averiguar por qué este servicio y el de Telégrafos no están instalados en la nueva casa de Correos, al parecer ya casi terminada...».
Nuevamente, en noviembre decía: «Desde hace muchísimos meses se encuentran terminadas las obras, y lo cierto es que por circunstancias que nosotros no vamos a determinar en este momento, la instalación de los servicios de comunicaciones no se efectúa en el nuevo edificio, continuando en locales que no se sujetan a las necesidades de los mismos».
En diciembre lo hizo El Diario Palentino: «¿Qué hace el señor gobernador en este asunto? ¿Qué piensa del mismo la comisión especial encargada de la recepción de las obras? Lo ignoramos».
POR FIN SU PUESTA EN MARCHA. El fin a este retraso vino de la mano de un nuevo gobernador civil de Palencia, Prudencio Landín, quien, en febrero de 1923, solicitó al arquitecto municipal un certificado de las obras del palacio de Correos y Telégrafos, donde debía manifestar si estaban terminadas y si se ajustaban al proyecto. La situación era «delicada», pues el arquitecto municipal, el que debía certificar las obras, era Jacobo Romero, el mismo autor del proyecto. Este emitió el informe con rapidez, entregándoselo al gobernador el 26 de febrero, que permitió recibir, provisionalmente, las obras.
Este informe y la recepción de las obras no eran un asunto menor, ya que era el requisito que permitía que el Gobierno pudiese examinarlas y dictaminar si el edificio podía entrar en uso o necesitaba reformas. El Gobierno, finalmente, emitió un informe exigiendo algunas reformas cuya acometida se inició en julio.
Esa rapidez en el inicio de las reformas solicitadas por el Gobierno, obedecía al propósito de intentar hacer el traslado durante las ferias de San Antolín e inaugurar el edificio durante las fiestas. Pero no pudo ser ya que los trabajos no concluyeron a tiempo.
Hubo que esperar hasta el 17 de diciembre de 1923 para que se trasladasen, sólo los servicios de Correos, de manera definitiva. Los de Telégrafos aún tuvieron que esperar hasta marzo de 1926. No hubo inauguración oficial, tan sólo una nota que indicaba que «desde el día de hoy debe dejar de utilizarse por el público el buzón de la antigua casa, por no prestarse en ella servicio de ningún género, pudiendo utilizar el del exterior e interior de la nueva casa».
Se ponía fin así a un proceso iniciado en 1908 con la cesión de terrenos. Pasaron siete años para aceptar los terrenos por parte del Estado, y otros siete para dar por concluidas las obras.
No obstante, aunque el edificio estaba terminado, carecía del mobiliario adecuado, por lo que inicialmente el servicio no se prestó con las garantías debidas: «Con la suntuosidad del edificio contrasta la pobreza de los muebles y demás enseres, pues tenemos entendido que la manipulación de la correspondencia tiene que hacerse sobre tablas apoyadas en los respaldos de las sillas, lo que, como es lógico, dificulta grandemente la distribución, no por falta de espacio, para hacerla en debida forma, sino también, por carecer de sitio apropiado para la clasificación por líneas ambulantes». Faltaba mobiliario y personal.
EL PALACIO DE CORREOS. El edificio tiene una forma de prisma irregular, adaptándose a las dimensiones de la parcela. Su fachada principal, que sigue la línea de la calle Mayor Principal, resulta ser el lateral de menor anchura de todo el prisma. Pero la importancia del edificio y de la vía exigía esta disposición.
El edificio consta de un semisótano y tres plantas. El semisótano no está totalmente por debajo de la línea de la calle, sino que supera esta, recibiendo luz natural por unas aberturas rectangulares sobre el zócalo de piedra. El resto del edificio se construye con ladrillo, aunque sólo aparece visto en la tercera planta.
Los muros laterales se disponen mediante unas grandes pilastras que recorren las dos primeras plantas, sobre las que descansan unos arcos mixtilíneos (formados por líneas curvas en su inicio, unidos luego por líneas rectas). Entre los pilares se disponen unos grandes ventanales, con rejería en la primera planta. Un sencillo voladizo separa estas dos plantas de la tercera, constituida por una sucesión de ventanas, enmarcadas en arcos de medio punto unidos mediante una franja, realizada con los mismos ladrillos del muro. Coronando esta última planta encontramos un friso corrido con decoración a base de círculos.
La fachada trasera, es semejante, aunque presenta, como peculiaridad, la existencia de tres grandes accesos delimitados por arcos de medio punto.
En las cuatro esquinas del edificio, en la parte superior, encontramos una decoración con escudos, con el mismo motivo en todas ellas, las ruedas aladas y los postes de telégrafos. Y todo el conjunto se encuentra rematado por un amplio alero.
La fachada principal presenta, sin embargo, a diferencia de las laterales, más individualizadas sus plantas, así como una mayor separación entre los vanos, tres en cada una de ellas, manteniendo, así, una cierta proporción y simetría. En la planta baja encontramos la puerta de acceso, enmarcada entre pilastras y delimitada por un arco de medio punto, en el que la clave se ha sustituido por la figura de un león del que cuelga un farol. En las enjutas del arco de entrada se ha incorporado una decoración con ruedas aladas, en referencia a Hermes, el dios mensajero, símbolo universal de correos. Los vanos de ambos lados se rematan con arcos escarzanos, en cuyas enjutas encontramos una decoración con quimeras.
A la derecha de la puerta principal se ubica el buzón con boca de león, que antaño se encontraba en el lateral derecho, cuyos dos primeros tramos, delimitados por arcos de medio punto, formaban un pequeño pórtico. El león se convirtió en un símbolo tradicional de los buzones, al representar la inviolabilidad del correo guardado por tan fiero y poderoso animal.
En el segundo piso la ventana central aparece delimitada por columnas rematadas por un frontón quebrado. Al lado de ambas columnas aparecen unas volutas coronadas por jarrones. Es de destacar también la rejería, que, como el farol, es un añadido posterior a la obra.
El interior del edificio recuerda los patios de los palacios. Está estructurado en dos plantas, sostenidas en columnas con capiteles decorados y amplios cimacios, con un enorme lucernario en el centro que da amplitud y luminosidad.
EL AUTOR: JACOBO ROMERO FERNÁNDEZ. Jacobo Romero descendía de una de las familias más importantes del panorama social y económico de Palencia. Era nieto de Pedro Romero Herrero, alcalde en tres ocasiones de la ciudad, además de un importante hombre de negocios, y sobrino de Emilio Romero, quien también ocupó la alcaldía palentina.
Jacobo Romero nació en Palencia el 25 de mayo de 1887 y obtuvo la reválida como arquitecto a principios de 1914 en la Universidad de Madrid. Unos meses más tarde, en junio de 1914, fue nombrado arquitecto municipal interino de Palencia y tres meses después ocupó la plaza en propiedad. No sin cierta polémica, pues había otros candidatos con más experiencia que él, que acababa de terminar los estudios.
En Palencia, además del palacio de Correos, hay otras creaciones suyas: la residencia de los padres Jesuitas en la calle Ignacio Martínez de Azcoitia, hoy residencia privada, y el edificio que diseñó para la Federación Provincial de los Sindicatos Católicos Agrarios, actual sede de Unicaja. Otros diseños fueron el hotel-sanatorio situado en el monte de Palencia, el edificio de la Audiencia (aunque la construcción final no respetó el proyecto inicial), las escuelas de Villamuriel y el cementerio de Herrera.
Después continuó su actividad arquitectónica en Valladolid, donde también dejó varias muestras de su quehacer.