Destinado Juan en Málaga, sus hijos comienzan sus estudios. Los cuatro varones seguirán la carrera militar. En el monumento que preside la plaza mayor del pueblo de Cervatos, plaza de la República Argentina, el busto de Juan, ataviado con vestimenta militar, aparece sustentado por cuatro sillares símbolo de la perpetuación de su servicio al Ejército español en sus cuatro hijos varones.
El 4 de diciembre de 1796 fallecerá en Málaga a la edad de 68 años, siendo enterrado inicialmente en la Iglesia de Santiago. Doña Gregoria, al quedar viuda, pasa a vivir con su única hija, falleciendo el 1 de junio de 1813 en Orense. En 1947 los restos de ambos fueron trasladados al cementerio de la Recoleta en Buenos Aires (Argentina) y desde 1998 reposan en el Templete que honra la memoria de su hijo más célebre, José, en Yapeyú.
El futuro libertador, el joven José Francisco de San Martín comienza sus estudios en el Real Seminario de Nobles de Madrid y en la Escuela de Temporalidades de Málaga. A la temprana edad de 11 años inicia su carrera militar en España, al ingresar como cadete en el Regimiento de Murcia, sirviendo en el Ejército español durante 22 años, llegando a alcanzar el grado de Teniente Coronel de caballería hasta que en 1811 se retire y decida retornar a su patria para liberarla. Combate en el norte de África y desde 1808 contra las tropas napoleónicas, siendo artífice de la victoria de Bailén. Cuando todavía era teniente fue enviado a Valladolid para reclutar voluntarios y recoger la paga del personal militar, siendo posible una visita a tierras palentinas, lugar de origen de sus padres. Lo que sí es cierto es que de este servicio salió mal parado al ser atracado y malherido y que salvó su vida gracias a dos peregrinos que le auxiliaron.
Desde 1801 hasta su partida, en 1811, residirá en Cádiz, la Tacita de Plata puerta comercial hacia el nuevo mundo, hervidero de ideas, residencia de criollos ilustres pertenecientes muchos de ellos, como el propio San Martín, a la Logia Lautaro (caudillo araucano que en 1554 venció al conquistador español Pedro de Valdivia en Chile), centro de reuniones políticas de la burguesía liberal allí afincada; último reducto de tierra que el invasor francés no pudo conquistar. Como señala el novelista Jorge Fernández Díaz, San Martín era casi más hijo de Cádiz que de Yapeyú. En Cádiz pisó por vez primera tierra española, residió durante casi 10 años y de Cádiz partió para luchar en una nueva guerra, la de su Independencia, la de la emancipación de su patria, la que permitiría hacer realidad las ideas ilustradas ante la imposibilidad de hacerlo en España y crear una nueva España ultramarina. No en vano, en Cádiz tiene levantado un monumento ecuestre en los jardines de la plaza de San José, junto a la iglesia del mismo nombre, en el lugar donde existía una ermita utilizada para rezar la última plegaria antes de emprender viaje. Unas placas recuerdan la batalla de Arjonilla, su actuación durante la peste ocurrida en Cádiz y la Medalla de Oro de Bailén. Existe también un itinerario Sanmartiniano gaditano propuesto por José Pettenghi que recorre los lugares ligados a su estancia en esta ciudad.
Con 33 años, de los que 27 ha pasado en España, el 9 de marzo de 1812, vísperas de la proclamación de La Pepa, San Martín arriba a Buenos Aires en la fragata inglesa George Canning, tras una escala en Londres, junto a otros compañeros también criollos y militares que han decidido regresar a sus lugares de nacimiento para prestar sus servicios en la lucha por la emancipación. Entre ellos se encuentra Carlos Mª de Alvear, uno de los personajes más controvertidos de la historia de la independencia argentina que paso de amigo a enemigo de San Martín.
A San Martín se le encomienda inicialmente la creación del Regimiento de Granaderos a caballo, con los que triunfa en el Combate de San Lorenzo (1813). Incorpora al Ejército emancipador algunas cosas del Ejército español, como los colores del uniforme de su Regimiento de Murcia: el celeste y el blanco, colores que también ondean en la bandera argentina. La Independencia de Argentina se declarará el 9 de julio de 1816.
Tras concebir el plan de independencia sudamericana organiza el Ejército de los Andes con el que cruzó la cordillera y liberó Chile, en las batallas de Chacabuco (1817) y Maipú (1818). Siendo declarada la Independencia de Chile el 12 de febrero de 1818. Desde Chile organizó una flota con la que atacó Lima, el centro del poder en Sudamérica, declarando el propio San Martín en la Plaza Mayor de Lima la Independencia del Perú el 28 de julio de 1821.
El 26 de julio de 1822 tiene lugar la famosa entrevista personal entre San Martín y Simón Bolívar, el otro gran libertador de Sudamérica, en Guayaquil (Ecuador). San Martín abandona la empresa americana y decide regresar a Europa.
En el plano personal San Martín encontró esposa en su tierra, pese a que él estaba casado con la guerra, y era un amor correspondido. Su matrimonio resultaba conveniente para su imagen y le vinculaba a una de las familias más respetadas y acaudaladas de criollos de Buenos Aires. Se trataba de un matrimonio amañado por la esposa de su amigo Alvear, la jerezana Carmen Sáenz de la Quintanilla, que ejerció de celestina y de testigo del enlace. La elegida fue Remedios de Escalada de 14 años de edad, casi veinte menos que su esposo. El matrimonio se celebró el 12 de noviembre de 1812 en la Catedral de Buenos Aires. El 3 de agosto de 1816, a los pocos días de declararse la independencia nacional, nace su única hija Mercedes de San Martín y Escalada en Mendoza (Argentina). San Martín emprende el paso de los Andes y pide a su esposa que regrese con su hija a casa de sus padres. Remedios, frágil de salud, fallece el 3 de agosto de 1823, a los 26 años de edad, en ausencia de su esposo. A su regreso San Martín mandó levantar un monumento en el cementerio de La Recoleta donde se grabó el siguiente epitafio «Aquí yace Remedios de Escalada, esposa y amiga del General San Martín».
Con el fallecimiento de su esposa y sus objetivos militares y políticos cumplidos, el General decide primar la crianza y educación de su hija, malcriada por su abuela y se embarcan en 1824 rumbo a Europa en el navío francés Le Bayonnais. Recaló en diversos lugares Francia, Inglaterra, Bélgica, para pasar a establecerse finalmente en Francia. Al final de sus días sólo se jactaba de haber sabido educar a su hija.
Residiendo en las proximidades de París reciben en 1831 la visita de Mariano Balcarce, en palabras del propio San Martín: «Un americano, amigo y militar e hijo de un militar que había rendido servicios a la independencia de la patria». Desde el 13 de septiembre de 1832 pasa a convertirse en el esposo de su hija Mercedes, residen primeramente en Buenos Aires, donde nacerá su primera hija, Mª Mercedes, para pasar a residir posteriormente en Francia, con el General, donde nació la segunda nieta Josefa Dominga. Con ellas desaparece por completo el linaje de San Martín al fallecer Mª Mercedes con 27 años soltera y Josefa Dominga con 88 casada, pero sin descendencia.
El libertador, pese a tener casa propia en París, pasaba sus días en su finca de Grand Bourg, junto al Sena a siete km. de París, trabajando el jardín y la huerta, limpiando su colección de armas, picando tabaco para sus pipas, realizando miniaturas de carpintería, iluminando fotografías, paseando a caballo y leyendo, este americano que hablaba castellano con acento andaluz, leía en inglés e italiano y claro está en francés y era un gran amigo del novelista Honoré de Balzac, quien paradójicamente falleció un día después que San Martín.
Ante los disturbios producidos en París por la Revolución burguesa de 1848, San Martín pasa a instalarse en Boulogne-Sur- Mer, en la costa norte francesa, buscando la vivificante brisa marina. Las fuerzas le van faltando, las cataratas le impiden gozar de uno de sus pasatiempos favoritos, la lectura. Tuvo de nuevo cólera, se recrudece su gastritis crónica, su corazón falla, pero conservó hasta al último momento lucidez mental, ánimo y energía moral. El 17 de agosto de 1850, a los 72 años, cinco meses y veintitrés días de edad, fallece en brazos de su amada hija Mercedes. Sus restos fueron depositados en la catedral de Nuestra Señora de Boulogne. Allí reposaron hasta su traslado en 1861 al panteón familiar del cementerio de Brunoy (Francia). Actualmente y tras su repatriación en 1880, descansan en el mausoleo construido en la catedral metropolitana de Buenos Aires, tal y como dispuso expresamente el propio General en su testamento.
Murió sin poderse recuperar de la idea de que los pueblos americanos utilizaban erróneamente la palabra libertad, viviendo en el caos, las luchas y los odios entre facciones.
Sólo nos queda por saber cómo era físicamente San Martín y para ello nada mejor que la opinión de sus coetáneos. Cuando se encontraba organizando su Ejército para el combate de Maipú, recibió numerosas visitas, entre ellas la del agente norteamericano Mr. Worthington, quien envió a Washington un minucioso informe sobre el General. En él se nos dice que es un hombre bien proporcionado, ni muy robusto ni tampoco delgado, más bien enjuto; su estatura es de casi seis pies (1,70 m. aproximadamente), cutis de color moreno muy amarillento, pelo negro y recio, ojos también negros, vivos, inquietos y penetrantes, nariz aguileña y grande; el mentón y la boca, cuando sonríe, adquieren una expresión singularmente simpática. Tiene maneras distinguidas y cultas y la réplica tan viva como el pensamiento. Es valiente, desprendido en cuestiones de dinero, sobrio en el comer y beber; quizás esto último lo considere necesario para conservar su salud, especialmente la sobriedad en el beber. Es sencillo y enemigo de la ostentación en el vestir, decididamente retraído y no le tienta la pompa ni el fasto. Aunque un tanto receloso y suspicaz, su personalidad sobrepasa las circunstancias del tiempo en que le ha tocado actuar y las personalidades con quienes colabora. Habla francés y español. En materia religiosa, habiendo sido educado en un hogar católico, se muestra liberal, siendo el primero en ocuparse de que fueran tolerados los matrimonios de extranjeros no católicos con señoritas sudamericanas católicas, sin que ello obligue a cambiar de credo a los maridos.
San Martín ha pasado a la inmortalidad por sus hazañas bélicas. En Cádiz, Argentina, Chile e incluso en el Central Park de Nueva York tiene levantadas estatuas que nos hablan de su trascendencia histórica. Como colofón y síntesis nos quedamos con las palabras que le dedica el escritor Arturo Pérez-Reverte: «No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente».
LUZ-MARÍA ZAPATERO MAGDALENO
(Licenciada en Filosofía y Letras y profesora de Secundaria)