Los chistes de David Suárez han estado siempre en el ojo del huracán.El tinte ácido de su comedia le ha llevado a ser uno de los nombres más reconocidos en cuanto a humor negro se refiere. Su defensa férrea sobre poder decir lo que se quiera (siempre en un contexto humorístico y de ficción) le llevó a sentarse en el banquillo de la Audiencia Provincial de Madrid por un chiste sobre personas conSíndrome de Down, algo por lo que finalmente fue absuelto.
Este domingo se subirá a las tablas del Teatro Ortega, en las que ya actuó el año pasado, con su espectáculo Humor blanco.
¿Entiende que a la gente le puedan molestar sus chistes?
Forma parte de lo que hago. Siempre defiendo el poder decir, en un contexto de humor y ficción, todo lo que se quiera.
El cómico tiene la responsabilidad de transgredir determinados límites, pero también de asumir que hay gente a la que esto le va a sentar mal.
Esa defensa del humor que menciona no debe ser fácil en unos tiempos en los que la política de la cancelación está tan presente
Por suerte, esto es algo que ya está descendiendo.
Es un movimiento pendular. Ya en los 80 hubo una corrección política similar, aunque no aupada por lo woke, pues todavía no había estallado esta corriente. Esta represión, que se llevó a cabo por parte de la derecha, ahora, paradójicamente, ha sido ocupada por gente de izquierdas. Por aquel entonces, se hacía para que los niños no accediesen a productos culturales más adultos que pudieran perturbar sus mentes inocentes. Es lo que parodian los Flanders en los Simpson.
La transgresión acaba volviendo cuando hay un período previo de represión. Es lo que nos toca volver a vivir. Nos encontramos en unos años en los que se nota que estamos cansados de que se nos critique por cualquier cosa que digamos, así que va a haber más aperturismo.
Llama la atención que, para promocionar sus shows, se mete con las ciudades donde actúa. ¿Hay una respuesta positiva del público?
Sí, ya que a todos nos gusta que hablen de nuestra ciudad y nos hace gracia que destaquen las cosas locales. Es un reclamo que a muchos les llama la atención porque, de repente, les llega un vídeo de su ciudad.
Hay también la reacción contraria, de gente que se lo toma mal. Lo entiendo porque, al final, no dejo de ser alguien desconocido que se mete con tu ciudad.
¿Hace también este tipo de humor en su intimidad?
No soy un gran consumidor del humor negro ni el típico que solo hace chistes de eso. Disfruto escribiéndolo y contándolo. Me gusta hacer ruido en la pizarra, no escucharlo.
Es un género que empacha mucho si es lo único que consumes. Su virtud es que está muy relacionado con la sorpresa, con contar algo inapropiado en un contexto indebido. Si haces 50.000 chistes así, la gente acabará hasta los cojones. A mí me pasa lo mismo cuando me bombardean con ellos. Como siempre digo, si en un texto todo está en negrita, nada lo está.
¿Alguien se ha molestado realmente con usted en alguno de sus espectáculos en directo?
Es inevitable. Hay desde los que se levantan y se marchan amablemente (que me parece una opción educada) hasta los que me increpan e intentan sabotear la actuación. Esa es gente maleducada y lo que hacen no tiene que ver con que les guste o no el humor negro. Gilipollas hay en todos los lados, y hay fans de este tipo de comedia que también lo son.
Fue juzgado y posteriormente absuelto por un chiste que publicó en sus redes sociales sobre las personas con Síndrome de Down. ¿Se vio en algún momento en la cárcel?
Lo de la cárcel lo veía complicado porque pedían menos años de los que necesitas para que se haga efectiva la entrada. Con lo que sí contaba era con que podría tener que pagar una multa o algo similar, pero nada más allá. Quería ganar el juicio por una cuestión de defender algo en lo que creo.
¿Le da rabia que toda esa polémica se desatara, como dijeron varios compañeros de profesión, por uno de sus peores chistes?
Hay una cosa que he escuchado de algún compañero: nunca se lía por el chiste que quieres. Siempre ocurre con algo de lo que no estás especialmente orgulloso. Tampoco tengo mucho más que decir porque es lo que sucedió. Hay un punto de azar que no controlas.
¿Cómo afectó ese acontecimiento a su trabajo?
Hubo una condena al ostracismo. Pasas por un desierto en el que solamente puedes actuar en teatros, y al principio ni eso.
Nunca me he victimizado. La gente que opina que «no se puede decir nada» me parece igual de ridícula que la que dice que «la cultura de la cancelación no existe». Yo soy el ejemplo viviente de eso.
Que pongas una barbaridad en internet y alguien te critique por ello se utiliza muchas veces como excusa. Eso no es cancelar a nadie. Ahora bien, invisibilizar a una persona, intentar que no tenga espacio en ningún sitio y fingir que no existe por hacer un chiste, eso sí es un tipo de cancelación.
Es lo esperado y convivo con ello. Aun así, estar cancelado me ha dado libertad de la que no gozan muchos de mis compañeros.
Si pudiera volver atrás en el tiempo, ¿volvería a hacer ese chiste?
Me hubiese gustado que fuera más gracioso. No he pedido perdón porque no hay nada de lo que pedir perdón.
Ya en su día me disculpé con las personas con Síndrome de Down que pudieran haberse sentido mal con el chiste, pero nada más.