El pasado 23 de febrero fallecía Arturo Muñoz Redondo. Nacido en Alba de Cerrato el 2 de diciembre de 1936 y se afincó en Mallorca y ejerciendo como un auténtico mecenas con su pueblo.
En el servicio militar fue destinado a El Aaiún. Allí le asignaron una haima junto con varios soldados mallorquines, escuchando así por primera vez el idioma mallorquín, dialecto del catalán, que tan útil le sería años después.
Estudiando capacitación agraria en una granja escuela de Valladolid, coincidió con Pep Obrador, del que se convertiría en amigo inseparable.
Alba en Mallorca, Mallorca en Alba
Pep Obrador, hijo de una adinerada familia mallorquina que poseía fincas, había sido enviado a Valladolid a aprender agricultura. Convenció a Arturo para ir con él a Mallorca, pues su familia poseía fincas que estaban desatendidas.
Allí fue en 1959. Al poco tiempo regresó a Alba para casarse con su novia, Albina Alonso, con la que volvió a Mallorca para instalarse definitivamente allí.
Recomendó a su amigo utilizar sus fincas para meter ovejas o instalar algo que sacara rentabilidad al turismo, como por ejemplo gasolineras, o una agencia de viajes. Él mismo se encargó de promover la construcción de una gasolinera.
Con el tiempo emprendió sus propios negocios relacionados con el turismo, en solitario o con socios: compraventa de apartamentos, gasolineras, distribución de combustible a hoteles y hospitales, etc., llegando a contar con decenas de trabajadores en nómina.
Alba en Mallorca, Mallorca en Alba
En esa época, el sector del petróleo estaba en manos de Campsa, en régimen de monopolio. Pero con el ingreso de España en la Comunidad Económica Europea, en la década de los 80, este monopolio no podía continuar, ya que la institución europea no lo permitía. Ello motivó la llegada de otras compañías. Arturo, en ese momento, era copropietario de una gasolinera en una localidad turística, Can Pastilla, y cambió Campsa por BP, compañía que llegaba con ideas nuevas.
Mecenas.
Arturo se integró totalmente en la isla. Allí nacieron sus hijos, Mari Luz y Arturo, y sus nietos. Su hijo ha dado continuidad al negocio.
Aprendió mallorquín. Aunque los catalanohablantes cuando se dirigían a quien no lo era cambiaban al castellano, él pedía que le hablaran en catalán, para aprenderlo, lo que le sirvió para entender perfectamente a quienes por vivir en determinadas zonas no dominaban el castellano y solamente usaban su lengua materna.
En cuanto a hablarlo, se prodigaba poco. Como castellanohablante que era, le costaba más expresarse en otra lengua que entenderla.
Su integración en Mallorca, tierra que tanto le ha dado y que tanto quiso, no le hizo perder nunca sus raíces y vínculos en Alba, de la que siempre hablaba y donde acudía con su familia en las vacaciones de verano. Dejaba las comodidades de su vida en Mallorca para estar en su pueblo, donde esas comodidades no existían. Durante un tiempo ni de agua corriente disponía, teniendo que ir con burros a la fuente a por ella, cogerla en cántaros y después mantenerla fresca en cuartos oscuros al carecer de frigoríficos.
Siempre se comportó con Alba como un generoso mecenas, con atenciones para sus vecinos y aportando, entre otros detalles, trofeos y premios para los concursos desarrollados en las fiestas de San Pedro.
Casa en Alba.
En el Cerrato los apodos predominan sobre el propio nombre en muchas ocasiones. Así, la familia paterna de Arturo era conocida como Tacones.
El origen viene de lejos. Un bisabuelo de Arturo, Lucio Muñoz, era músico, tocaba el tamboril por las fiestas de los pueblos junto al famoso dulzainero Gerardo Toribio; él era el encargado de indicar el inicio y el final de la música en cada tema, para que fuese sincronizado, y lo hacía a golpe de tacón en el suelo a modo de señal.
Recientemente, en Renedo de Esgueva le han dedicado una calle con su nombre y apodo: Calle Lucio Muñoz 'Tacones'.
Los apodos se heredan, y el abuelo y el padre de Arturo, Bernardo y Marceliano respectivamente, de Piña de Esgueva, eran conocidos también como Tacones.
Su padre tuvo varios oficios, pero principalmente era herrador y maestro desbrabador (domaba caballos). Los herradores tenían unos pueblos asignados (eran partidos cerrados), como los médicos y los veterinarios.
Eso es lo que le llevó a Alba, trabajar para el veterinario asignado a Alba y a Vertavillo, alojándose en una casa propiedad del veterinario.
Pero cuando falleció este, su hijo, también veterinario pero no en los pueblos citados sino en Cevico de la Torre, les echó de la casa. Su padre tuvo que adquirir una.
Otro oficio de su padre fue barbero, lo que proporcionó a Arturo miles de anécdotas del gremio en el Cerrato, que contaba con una sonrisa. Como la del cliente que apodaron Piernaenalto porque esperaba su turno en la barbería de Cevico de la Torre leyendo el periódico apoyándolo en una pierna puesta encima de la otra. O como la del cliente que daba las gracias al barbero porque para afeitarle mojaba la brocha escupiendo en ella… ya que en su pueblo era peor pues le escupían directamente en la cara. O la del barbero que acudió a Palencia a afeitar a un dentista y le aplico unos polvos que le quemaron la cara.
Eran familia numerosa, y Arturo, siendo un niño, vivió con mucha inquietud que a sus padres les desalojara de la casa en la que vivían. Este hecho se le quedó marcado.
Por eso, aunque de mayor, cuando iba con su mujer y sus hijos a Alba en verano no tenían problemas de alojamiento, ya que tanto él como Albina tenían mucha familia, siempre tuvo entre ceja y ceja el hacerse su propia casa. El haber sido desalojado de la suya de niño pesó siempre en su cabeza.
Para sacarse la espina clavada y pese a usarla solamente los veranos, encargó edificar la casa más monumental de Alba, en cuya fachada figura el escudo de Mallorca.