A pocos días del 25 de diciembre, me gustaría poder desear a nuestros lectores una muy FELIZ NAVIDAD sabiendo que mis buenos deseos se harán una realidad en cada uno de ustedes. No obstante, cuando analizo y reflexiono sobre la situación actual me hago consciente de que se trata de un deseo utópico. Es utópico, en parte, por las situaciones que existen tan complejas a nivel laboral y económico que se van extendiendo cada vez a más personas, cual gota de tinta negra que cae dentro de un recipiente de agua. Pero, sobre todo y principalmente, por las situaciones internas, personales y relacionales deterioradas cuyo reflejo queda plasmado en el entorno en el que estamos envueltos. Probablemente, el miedo ante el futuro incierto y la inseguridad latente que va penetrando sutilmente en nuestros corazones generan en nosotros una desconfianza creciente que nos lleva a mantener una postura defensiva, cuando no directamente atacante de unos para con otros. Tristemente, no parece sencillo poder decir de este próximo domingo que será una «Noche de paz» porque tenemos abiertos en nuestro mundo unos gravísimos conflictos armados en los que está sufriendo tanta gente inocente y, también, por este ambiente de crispación creciente y generalizado en el que vivimos. Nos parecemos a muelles continuamente presionados que al mínimo roce saltamos de forma abrupta y sobredimensionada. Y sí, es cierto que existen muchas crisis y dificultades, pero no dejo de preguntarme si no seríamos capaces de concienciarnos y poner todos un poco de nuestra parte. Al igual que hicieron aquellos hombres de la I Guerra Mundial en la Nochebuena de 1914 que acordaron una tregua entre bandos enemigos y entonaron juntos ese villancico patrimonio cultural inmaterial de la humanidad: Noche de paz.