"De jugador y entrenador no me echaron de ningún equipo"

J. Benito Iglesias
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Fontanero de profesión, militó en nueve equipos como futbolista y técnico de la capital y provincia cerca de cuatro décadas y es un amante del atletismo

"De jugador y entrenador no me echaron de ningún equipo" - Foto: Sara Muniosguren

Nació el 5 de de septiembre de 1953 y llegó a la ciudad con apenas 16 años para poder dedicarse a la fontanería en edificios recién construidos formando parte de una empresa que había montado su cuñado. Antes, su infancia la había pasado como el menor de la familia -junto a sus padres, un hermano y una hermana- en su localidad natal, el municipio salmantino de Valverde de Valdelacasa, equidistante 15 kilómetros de Guijuelo y de Béjar. Su padre era tratante de ganado y, además de dedicarse a la compra y venta, tenía una pequeña explotación con algunas vacas de leche. Su hermano, ya fallecido, se fue primero del pueblo a trabajar en una carnicería en Palencia y luego le siguió su hermana  para residir con unos tíos que no tenían hijos. Cuando el cabeza de familia decidió marcharse a trabajar a a Alemania, al igual que lo hizo mucha gente en los años 60-70, Pepe de Arriba, como se le conoce en su tierra de acogida, se quedó solo con su madre un tiempo.

«En esos cerca de cuatro años apenas trabajé con las vacas y luego mi padre acabó vendiéndolas para venir a vivir en Palencia al tener familiares aquí, después de que yo hubiera realizado estudios básicos en el pueblo. Fue entonces cuando me llamó el marido de mi hermana, Francisco Mancho Herrero, para aprender el oficio de fontanero con él. Vinimos  mi padre, mi madre y yo y nos buscaron una casa por el tercer barrio y luego ya cogimos un piso en San Antonio.  Estuve 40 años dedicado a la fontanería y en ella me jubilé. La empresa dio quiebra por un cliente de Valladolid que  dejó a deber mucho dinero y fue un palo duro para mi cuñado. Trabajamos mucho tanto en Palencia como en  Valladolid y en algún pueblo de Burgos», afirma sobre aquella amplia época laboral.

Poco después de llegar a la capital y ya siendo fontanero, a Pepe de Arriba -como no se le daba nada mal y ya hacía sus pinitos como delantero centro marcando goles- le picó de lleno el gusanillo del fútbol. «Empecé con el San Antonio en algún partido amistoso y, ya federado, con el Francisco Franco Radiovisión,  en el barrio de Corea, que contaba con un buen equipo y podía compatibilizar bien la fontanería con los entrenamientos. En un partido en el colegio La Salle, que tenía un entrenador conocido en la época, Mariano San Martín Pérez, me fichó para el Palencia Promesas en categoría juvenil, club que dejé para cumplir con el Servicio Militar», rememora sobre sus inicios en los terrenos de juego.

FÚTBOL UN POCO MÁS EN SERIO. Al regresar de la mili fichó por el CD Aguilar en Regional Preferente, equipo en el que permaneció dos años y, ya entrado en la veintena, dio el salto  fichando por el Venta de Baños en  una potente Tercera División, entonces con solo ocho grupos en todo el país y equipos de un gran nivel. Tuvo la suerte de tener  allí como entrenador al palentino Fernando Redondo, que jugó en el Sevilla y con el paso de los años hizo campeón de la Copa de la Liga como entrenador al Real Valladolid. «Era un tipo fabuloso que me apreciaba mucho y cuando empecé a entrenar con él, disputamos el primer partido contra el Manchego y fuimos a jugar a Ciudad Real. Me inclinaba más a jugar en el lado derecho, ya que la pierna izquierda la tengo solo para sujetarme, y siempre de delantero centro porque de cabeza iba muy bien.  Me llamaban Santillana -por Carlos Alonso Santillana, mítico delantero del Real Madrid- porque mi estilo en el remate se parecía al suyo y era mi ídolo. Estuve  dos temporadas y media y unas veces nos tocaron los equipos de Galicia y otra estar con el grupo de Madrid, que incluía a los de Canarias y llegamos a jugar allí contra el filial de la Unión Deportiva Las Palmas», detalla.

"De jugador y entrenador no me echaron de ningún equipo" - Foto: Sara MuniosgurenY como a otros muchos jugadores, las lesiones le acabaron dejando fuera del deporte que ocupaba mucho de su tiempo aún muy joven. Una hernia discal que llevaba arrastrando un tiempo provocó que tuviera que dejar el fútbol. «Un médico de aquí con el que tenía mucha amistad me mandó a un especialista de Valladolid al tratarse de una operación complicada para entonces. Salió todo bien afortunadamente pero ya no estaba para jugar a buen nivel y me saqué el carnet de entrenador en categoría juvenil. En todos los sitios me he sentido querido, no fui polémico y guardo un excelente recuerdo de mi etapa como jugador y entrenador», explica.

CARRERA EN LOS BANQUILLOS. Ya en los banquillos como técnico, Pepe de Arriba dejó también lo mejore de sí mismo conservando aún muchas amistades tanto  dentro como fuera de los vestuarios. «Empecé en el Palencia juvenil y aún  sigo viendo a los que entonces eran unos chavales y guardan un buen recuerdo mío. De ahí pasé una etapa al CD Osorno en Regional Preferente, con José María de presidente, y Ramón o Matallana como jugadores de  buen nivel aquellos años. Estuve tres temporadas y decidí tomarme un descanso para regresar de nuevo al equipo a punto del descenso y casi logramos mantenerlo en los cinco últimos partidos. Después de lograr a la temporada siguiente el ascenso y mantenernos en Preferente, me llamaron del Villamuriel y terminé mi carrera como entrenador en el Villada en una etapa larga. Aunque no lo era antes, ni es habitual hoy en día, tuve la fortuna de que nunca me echaron de ningún equipo como entrenador y jugador de fútbol», señala con cierta sorna.

PASIÓN POR EL ATLETISMO. Y como le podía la condición de estar vinculado al deporte, dejó los remates de cabeza a portería con solvencia y olor a red, junto el magisterio como entrenador en los banquillos, para vincularse al atletismo, que ya le apasionaba antes.  «Mis hijas empezaron a practicarlo en el Club Puentecillas y las acompañé en varias competiciones. Jennifer, la pequeña y ahora con 30 años, lo ganaba todo y llegó a ser campeona de España  juvenil en triple salto. Cristina, la mayor, de 33 años, obtuvo también el título nacional junior en salto de altura, especialidad que tuvo que dejar tras padecer una tendinitis rotuliana y fichó para correr únicamente en un equipo de Burgos. Jennifer también acabó por dejar el atletismo después de tener varios problemas de espalda. Tanto ellas como yo, abandonamos la práctica deportiva por las lesiones y fue una pena», asevera.

Como era difícil elegir y compatibilizar fútbol y atletismo, Pepe de Arriba decidió dedicarse a sus hijas hasta que estas lo dejaron todo sobre las pistas. «Este deporte me gustaba mucho y cuando hay competiciones en la capital me lo sigo pasando fenomenal. Sin embargo, no he vuelto a un campo de fútbol ni conozco el nuevo estadio La Balastera. En su día me propuso la Federación de Castilla y León colaborar con ellos y estuve como jefe de expedición en algunos campeonatos de España juveniles.  Acudían dos o tres entrenadores junto a un grupo amplio de atletas con marcas mínimas y yo era el que me encargaba del hotel, de las comidas, etc. Esa labor de apoyo al atletismo autonómico la estuve manteniendo hasta la pandemia prácticamente», señala con cierta nostalgia.

Y del fútbol, en el que estuvo más de 40 años como jugador y entrenador, recuerda una anécdota en Venta de Baños sobre el terreno de juego. «Yo como delantero era un poco perro, diríamos. Íbamos a sacar una falta nosotros cerca del área y estaba por detrás de mí un defensa empujando todo lo que podía. Yo se lo dije al árbitro y como si nada y,  cuando no miraba, le di  al jugador contrario en la boca al estómago y se cayó al suelo. Me hice el despistado y como el colegiado no había visto nada no me expulsó. Al margen de ese hecho nunca me echaron de un terreno de juego ni del banquillo y el desempeño futbolístico lo hice con mi forma de ser. Siempre dije que  si no gustaba mi forma de trabajar que lo dejaba. Creo que  he tratado muy bien a los chavales y a muchos los sigo viendo y me aprecian, que es lo bueno que te queda siempre», enfatiza.

ENFERMEDAD Y OCIO. A alguien tan activo y polifacético como Pepe de Arriba, además de una temprana hernia que le obligó a colgar las botas antes de tiempo, una severa enfermedad obstructiva pulmonar diagnosticada hace más de 10 años le limita físicamente y apenas sale de casa. «Con esto es complicado. andar. Doy la vuelta por la calle Mayor y me paro de vez cuando por fatiga. Reconozco que soy una persona muy aprensiva y lo llevo mal, máxime tras haber hecho mucho  deporte. Me condiciona la vida el tenar que estar muchos horas con oxígeno en casa con una máquina y tengo que hacerme a la idea. Hace casi un año que no me ingresaban y estuve de nuevo hace poco en el hospital unos días», apunta.

De jugador y entrenador no me echaron de ningún equipo
"De jugador y entrenador no me echaron de ningún equipo"
 A pesar del diagnóstico de su enfermedad, Pepe de Arriba tenía la costumbre de aprovechar su tiempo libre para pasear más con su mujer y acudir al bar Cuevas, en el barrio de San Antonio, y jugar allí una partida de mus con amigos, pero esta actividad se truncó con la pandemia del coronavirus. Ahora, el aguerrido delantero centro también disfruta de sus dos nietas, Cristina e Io, de dos años y siete meses de edad, respectivamente. Además, siempre que es época y tiene la ocasión, le encanta coger todo tipo de setas en el campo. «Si la enfermedad no aprieta, suelo acudir a buscar distintas especies tanto al monte El Viejo, en la capital, como en la zona de Villamartín, y he llegado hasta Ampudia», enfatiza.