El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, mantendrá mañana en La Palma una reunión con el presidente de Canarias, Fernando Clavijo, para abordar distintos asuntos bilaterales, con la cuestión migratoria en lugar preferente de la agenda. Este encuentro es el primero que el jefe del Ejecutivo celebra en mucho tiempo con alguno de los presidentes autonómicos investidos ahora hace un año, fruto de las elecciones de mayo de 2023. Durante estos doce meses han sido escasas las ocasiones en las que Sánchez ha mantenido alguna reunión con los mandatorios regionales que formaron Gobierno en esas comunidades, algo que contrasta con la agilidad demostrada para agendar una reunión oficial con el lehendakari vasco, Imanol Pradales, materializada hace ya un mes en Ajuria Enea, menos de cien días después de aquellas elecciones que reeditaron la coalición PNV-PSOE. También viajó hace cuatro semanas a Barcelona para verse con el entonces presidente en funciones de Cataluña, Pere Aragonès, un encuentro enmarcado en la negociación con ERC para la reciente investidura del socialista Salvador Illa, en el que se comenzó a gestar el concierto económico especial para esa Comunidad y que romperá la caja de la solidaridad interterritorial.
Las rápidas reuniones con Pradales y Aragonès reflejan con descaro el trato desigual de Sánchez a la hora de despachar con los presidentes autonómicos. Decir que ningunea a cualquiera que no forme parte de sus intereses políticos no es sino constatar hechos irrefutables. Con el agravante de que a este desprecio demostrable del presidente se suma la dificultad que todos los gobiernos autonómicos encuentran para cerrar reuniones con los ministros de su Gabinete. De ahí, que la reclamación lanzada ayer desde el Partido Popular para que la cita de mañana con Clavijo en Canarias sea el principio de una ronda con todos los presidentes tenga todo el sentido. Tras perder el poder territorial en mayo de 2023, ahora con amplia mayoría de gobiernos regionales en manos del Partido Popular, Sánchez se ha convertido en un presidente que maltrata en el plano institucional a las comunidades autónomas sin el menor intento de disimulo.
El comportamiento del jefe del Gobierno no es una afrenta en exclusiva a los presidentes territoriales sino a todos los ciudadanos de cada comunidad, incluidos sus votantes. No hace muchos días, algunos líderes socialistas expresaban su preocupación por el futuro incierto que le espera al PSOE en las municipales y autonómicas de 2027 si Moncloa cumple el pacto con ERC en Cataluña y no les falta razón. Si a ello se suma el desprecio que evidencia hacia el resto, el temor está más que fundado. Es obvio que todos los presidentes de España desde la transición han ejercido sus responsabilidades con manuales a cada cual más particular, pero Pedro Sánchez ha comenzado a traspasar la línea roja que determina la pérdida del decoro y respeto institucional hacia las comunidades, más allá de los pactos y de la necesidad de vender el alma al diablo.