Muy bueno el reportaje de César Ceinos del pasado domingo sobre las enfermeras de la primera promoción 1971-1974 de la Escuela Palentina Dacio Crespo. Ver en portada de Diario Palentino ese ramillete de chicas jóvenes dispuestas para emprender una profesión que ya es universitaria tiene mucho que ver con las que decidieron ser pioneras, tal que Florence Nightingale, a la que una casualidad le permitió cumplir su sueño y otras habéis conseguido. Cuántas ilusiones forjaríais a través de vuestros estudios y después profesión. He tratado de localizar a alguna conocida y he topado con Marielo, hija de unos buenos amigos. Para vosotras, y en su recuerdo, fue María Eloísa Melero Caballero. La mencionáis con tristeza al igual que a María del Carmen Hernández, pues ya no podrán estar en vuestro quincuagésimo aniversario. En las fotografías que habéis facilitado, admiraba vuestras juveniles sonrisas. Y en un santiamén, me habéis trasladado a otros tiempos y estoy segura que a otras muchas también pues es posible imaginar los recuerdos que habéis despertado. Soy mayor que vosotras y no, no soy enfermera. Carezco de vuestro temple y de todas esas cualidades que a toda enfermera acompañan. Yo no serviría, un poco de sangre me desmayaría; soy una cobardica. Pero sí que admiro, sea hombre o mujer, a todos cuantos desempeñan esta necesaria labor en beneficio de los demás y añado que jamás entenderé a todos aquellos que se irritan e incluso llegan a agredir a quienes la ejercen. Aquellos eran otros tiempos. Intentábamos salir en tromba llenas de entusiasmo por vivir la vida, no con despreocupación, pues era bien cierto que todas teníamos un fuerte ánimo de formarnos para poder independizarnos; ambición sustancial para conseguir nuestros sueños. Y en ese plano, habéis logrado que recuerde algo muy similar a lo que contáis y, encantada, he descorrido la cortina cada vez más pesadita y opaca de mi memoria. Felicitaros por la profesión que elegisteis. Hay que tener mucho valor para no derrumbarse. Y claro que son «recuerdos de oro». Conservadlos como tal, porque cada vez que os reunáis volveréis a revivirlos. Laureles por los cincuenta.