Vino Burro Loco

Fernando Pastor
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A los de Valoria se les denominaba 'jopos' por alusión a la azada para cavar viñas

Vino Burro Loco

Estamos en época de vendimia, momento propicio para relatar una curiosa historia relacionada con el vino.


En el siglo XII, los monjes Premostratenses, denominados también monjes blancos, trajeron viñas a su monasterio de Grijalba. Desde entonces se elabora vino en Valoria la Buena. A su calidad contribuyó que la tierra es la más caliza de todo el valle del Duero.


En el siglo XV, los Reyes Católicos, que habían dictado una serie de normas referidas a la elaboración y transporte del vino, utilizaron vino de esta zona en su boda.

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A finales del siglo XIX, más de un centenar de bodegas familiares seguían elaborando vino. No en vano a los vecinos de Valoria se les denominaba 'jopos' por alusión a la jopa, la azada que se utilizaba para cavar viñas.


La familia Concejo es una de las que continúan con la elaboración de un vino, incluido actualmente en la Denominación de Origen Cigales. 


El vino que elaboran, bajo tres denominaciones, Concejo, Carredueñas y El Burro Loco, está calificado como ecológico (elaborado con uvas sin tratamiento de síntesis ni herbicidas, solo con azufre y cobre) y ha obtenido numerosos premios internacionales, como la Gran Medalla de Oro en Bruselas, siendo elegido el mejor rosado del mundo en la edición del Mundial de Bruselas de 2017, o la Medalla de Oro de Mondial du rosés en Cannes. La mitad de la producción la exportan.

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Además, han puesto en marcha una hospedería, Concejo Hospedería, y un restaurante, El Sueño del General, en un edificio que fue castillo de la orden de Calatrava y posteriormente palacio. 


Todo ello les ha valido ser protagonistas de un reportaje sobre enoturismo titulado Castilian treasures, en la revista que la compañía de Ferries Brittany Ferries reparte entre los viajeros que hacen el trayecto desde Gran Bretaña hasta los puertos de Bilbao y Santander para luego recorrer la península ibérica.


Anécdota.

Este enoturismo propició el nombre de una de las marcas, Burro Loco, debido a una curiosa historia. 


Una de las actividades que la familia Concejo organiza con los turistas es visitar las bodegas. En una de estas visitas pasaron por la puerta de la bodega de Primitivo Trejo, quien les invitó a pasar y a probar su vino. Allí, entre vaso y vaso, ya todos un poquito alegres, Primitivo se animó a contarles una anécdota: un mochil, llamado Mariano, tenía como cometido ir con un burro desde la plaza del pueblo hasta las eras a llevar la comida a los segadores, pero el pollino era muy esquivo y generalmente se negaba a andar. Por más que Mariano le azuzaba e incluso le pinchaba con una navaja, el burro no arrancaba. 


Un día, Primitivo y unos amigos vieron lo que sucedía y le dijeron «Mariano, si quieres mañana hacemos que el burro ande», a lo que el mochil asintió encantado. Se hicieron con un palo redondo y dos guindillas grandes y muy picantes,  y a la hora convenida se encontraron con Mariano en la plaza y le dijeron «le vamos a meter al burro una guindilla por el trasero, verás como sale corriendo y no para hasta llegar a la era; la otra guindilla guárdatela en el bolso y si a la vuelta el burro tampoco quiera andar se la pones también». Le indicaron a Mariano que se montara en el burro y se agarrara bien, pues en cuanto el asno sintiera la guindilla dentro de su ser saldría disparado. Cuando Mariano estaba montado y bien agarrado al jumento, uno agarró al burro por delante y otro procedió, con ayuda del palo, a meter la guindilla por el esfínter del asno. En cuanto le soltaron, el burro, como estaba previsto, salió corriendo con tanta virulencia que a Mariano cada vez le costaba más seguir agarrado y antes de llegar a su destino se cayó. El burro siguió corriendo como loco, mientras Mariano, en el suelo, gemía «¡¡ahora qué hago yo, ahora que hago yo!!». Y no se le ocurrió otra cosa que ponerse a sí mismo, por el ano, la otra guindilla que llevaba en el bolso, para ver si de esa forma podía alcanzar al burro. Y al igual que había ocurrido con el pollino, el mochil también salió disparado a la carrera, llegando a la vez que el burro al lugar donde estaban los segadores.


Esta anécdota causó regocijo entre los presentes y Enrique Concejo decidió poner a su nuevo vino el nombre de Burro Loco. 


Este vino fue presentado en Valoria con gran éxito de público. Inicialmente fue tinto, luego sacaron rosado y después un frizzante.