Dar liebre por gato

Patricia Fraile *
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El estadio de La Balastera está pensado no solo para albergar partidos de fútbol, sino también para cumplir con otros objetivos funcionales y representativos para la ciudad

Dar liebre por gato - Foto: Óscar Navarro

El estadio Nueva Balastera es obra del arquitecto navarro Francisco (Patxi) Mangado (Estella, 1957). Además de gran arquitecto, es profesor en la Universidad de Navarra desde 1982 y lo ha sido también en el EPFL en Lausana, Harvard, Yale, Cornell, y el Politécnico de Milán. En 2008 inició la Fundación Arquitectura y Sociedad, una entidad cultural sin ánimo de lucro dedicada a promocionar la arquitectura como herramienta para el cambio social a través de congresos, workshops y el (muy recomendable) podcast Después de todo, la ciudad.

La obra de Mangado se caracteriza por su minimalismo formal y una profunda investigación de los materiales. Sus proyectos, como el Baluarte en Pamplona, el Museo Arqueológico de Álava, el Auditorio Municipal de Teulada, y el Pabellón de España en la Expo Zaragoza 2008, por citar algunos de los más representativos, destacan por su atención al detalle constructivo y el uso honesto de los materiales. Mangado no busca un estilo personal icónico, sino que cada obra se fundamenta en la atención al contexto y la integración con el entorno físico, económico, cultural y social. Aboga por una arquitectura que sirva a su tiempo y necesidades, pero que también sea atemporal. Esta perspectiva le permite crear edificios eficaces y funcionales, que a menudo resultan siendo icónicos por su diseño y ejecución.

El estadio de la Balastera continúa en esta línea de trabajo. Pensado no solo para albergar partidos de fútbol, sino también para cumplir con otros objetivos funcionales y representativos para la ciudad -conciertos y otros eventos-, tiene un diseño bastante sencillo en realidad: una especie de patio rodeado de una grada cubierta y habitada. Una volumetría simple y, al mismo tiempo, muy potente, en la que solo destacan las cuatro torres de luz que, además de iluminar el campo, establecen un diálogo visual con la ciudad.

Esta obra es interesante especialmente por dos motivos: uno, su escala. Un edificio tiene una escala adecuada cuando está proporcionado con respecto a lo que se tiene alrededor. Las dimensiones del proyecto y la horizontalidad de sus fachadas, formadas por dos bandas: una transparente en la planta baja, y otra superior de chapa de aluminio perforado que tamiza la entrada de luz a las gradas de hormigón prefabricado, hacen que sea una volumetría bien encajada en su contexto urbano: grande, pero con claro propósito de integración.

El segundo motivo es su voluntad de hacer ciudad. Un edificio hace ciudad cuando establece conexiones entre el interior y el exterior, cuando promueve una calle animada, cuando invita a mirar dentro, cuando se percibe como un espacio vivido, cuidado y seguro. La mayor parte de los estadios son edificios ensimismados, encerrados en sí mismos, mientras que La Balastera demuestra una intención del arquitecto de querer dar más, de trascender lo meramente objetual y escultórico y ser generoso con la calle que lo rodea poniendo oficinas y otros usos públicos en planta baja, garantizando una presencia constante de usuarios y promoviendo la actividad urbana en su entorno inmediato.

Este dar algo más - una búsqueda constante en la obra de Patxi Mangado- es a lo que se refería Alejandro de la Sota cuando decía que los arquitectos tenemos que dar liebre por gato, y muestra una actitud de inconformismo y compromiso que convierten La Balastera no solo en una infraestructura deportiva, sino en un espacio activo y abierto para la comunidad.

*Patricia Fraile es arquitecta. Instagram: @patriciafrailegarrido